AMLO ganó la jefatura de gobierno del Distrito Federal y ya era, pero el triunfo en la capital del país lo ubicó como el líder opositor de la izquierda en el país. Nadie podía reclamar ese derecho, él lo había ganado a pulso, desplazando a figuras tan poderosas como emblemáticas de la política nacional activa. Los propios militantes de la izquierda así lo aceptaban y lo confirmaban en el liderazgo. El primero en ser desplazado del lugar de ícono de la lucha contra el régimen fue propio ingeniero, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, hijo del recordado como querido presidente de la república, Lázaro Cárdenas del Río (1934-1940).
En algún momento el ingeniero manifestó su molestia porque AMLO no había hecho campaña a su lado en 2000. Eso lo incomodó más que sus posibilidades de ganar la presidencia del país que, por tercera ocasión, buscaba. Creyó que era necesario hacer proselitismo juntos, como un bloque de izquierda, pero el tabasqueño pensó diferente. Sabía que el ingeniero Cárdenas no tenía posibilidades de ganar, que Vicente Fox Quesada era el candidato del momento y con arrastre en el pueblo por lo novedosa que resultaba su presencia en el escenario político-electoral del país. El grandote de Guanajuato iba creciendo en preferencias entre los electores, mientras Cuauhtémoc iba en franca caída, a pesar de los esfuerzos personales por evitarlo.
Ganador de los debates presidenciales, Fox dejó en segundo plano al candidato presidencial del PRD, casi lo ignoró, porque su objetivo era el candidato presidencial del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Francisco Labastida Ochoa que, indignado y queriendo hacer pasar a Fox como irrespetuoso, reclamaba al candidato panista y del Partido Verde Ecologista de México (PVEM) lo que consideraba ofensas hacia su persona: “Me ha llamado chaparro, me ha dicho mariquita, me ha dicho la vestida, me ha dicho mandilón”. Bien entrenado y con habilidad para comunicar al electorado lo que quería escuchar, Fox reviraba al desesperado candidato Labastida: “A mi tal vez se me quite lo majadero, pero a ustedes lo mañosos, lo malos para gobernar y lo corruptos no se les va a quitar nunca”.
Los medios de comunicación nacionales, que siempre habían apoyado al candidato del régimen, soltaron al candidato del PRI y sirvieron al candidato del PAN y el PVEM. Ya no había modo de revertir la tendencia del triunfo de la derecha contra el sentimiento del nacionalismo revolucionario que representaba Labastida. Era un candidato para perder y Fox representaba la ocasión de la continuidad del régimen, antes que dejar pasar la opción de izquierda, que en ese momento representaba el PRD. El triunfo de Fox sepultó la debilitada opción de la izquierda encabezaba por Cuauhtémoc Cárdenas, que jugó su última carta para ser presidente de México, como lo fue su padre. Era algo sorprendente, el electorado dio su voto a un político vociferante, al que consideraba “echado pa´delante” y soltó la mano del candidato de la izquierda, ganador de las elecciones de julio de 1988, mismas que le fueron arrebatadas a través de un escandaloso fraude.
El candidato panista, el del hoy, hoy, hoy venció con enorme distancia al candidato del ayer, al que el pueblo le decía: “usted ordene ingeniero”, en un claro mensaje hacia tomar las armas. Si eso era lo que quería, el pueblo ofendido por el fraude electoral del 88 lo acompañaría. A cambio de la opción de la violencia, el ingeniero y sus más cercanos seguidores optaron por la formación de un partido aglutinador de todas las corrientes de la izquierda mexicana. Así nació el PRD, al que, en septiembre de 2012, AMLO renunció, para formar Morena.
Continuará…