De nada sirvió que el 22 de marzo, Camacho hubiera declarado públicamente que “entre buscar una candidatura a la presidencia de la república y la contribución que pueda hacer al proceso de paz en Chiapas, escojo la paz”. Pasado el tiempo y la agitación de aquel momento que sorprendió a los mexicanos, Manuel Camacho expresó que: “Cuando estábamos a punto de alcanzar la paz mataron a Luis Donaldo Colosio, y me hicieron a mí endosar parte de esa responsabilidad porque habíamos sido los dos precandidatos a la presidencia… fue sumamente doloroso y difícil”. Las dudas sobre el caso Colosio siguen vivas, muchas personas relacionadas, por alguna razón con el lamentable acontecimiento, perdieron la vida.
De acuerdo con Ricardo Ravelo, una de las hermanas de Diana Laura Riojas fue asesinada, junto con toda su familia en la Ciudad de México, y otra hermana tuvo que refugiarse en Austria mucho tiempo, porque también fue amenazada de muerte; presuntamente porque ellas sabían muchas cosas que se tejieron detrás del asesinato de Colosio”. También mataron a la autora del libro “El capo del Golfo. Vida y captura de Juan García Ábrego”. El mismo día que presentaron el libro, publicado por Grijalbo, por la noche, entró un comando a la casa de Yolanda Figueroa y la asesinó a ella, a su esposo y a sus hijos. El libro es una gran historia y todo indica que se la contó su esposo que fue agente federal y otros policías; refiere pocas fuentes, pero es muy sólida.
Asesinado el candidato Colosio, repudiado por la opinión pública Manuel Camacho, las formas del presidencialismo quedaron intactas. El escenario siguió controlado por el presidente Carlos Salinas. El coordinador de la campaña presidencial priista, Ernesto Zedillo Ponce de León asumió la candidatura. Al interior del PRI nacional, un grupo de inconformes intentó armar una rebelión. El líder nacional del PRI, Fernando Ortiz Arana se movió para ser el candidato; pero fue desarticulado de inmediato. Algunos de sus promotores fueron invitados a salir del país. No fueron asesinados por el momento de gravedad política que vivía el país. Tuvieron suerte. Más crímenes políticos hubieran puesto en riesgo la estabilidad nacional. Un escenario de mayor violencia hubiera rebasado al presidente Salinas, con el probable costo político de perder las elecciones ante el PRD o el PAN.
El 29 de marzo de 1994, Fernando Ortiz Arana tomó protesta a Ernesto Zedillo como candidato presidencial. A las 08:05 horas, el propio Ortiz Arana se había descartado como aspirante a la candidatura. Previamente, el presidente Salinas le dio el tratamiento que se tenía para esos casos. Lo llamó a los Pinos, Ortiz Arana pensó que era para designarlo. Al salir, de la reunión, su rostro era otro y no precisamente de felicidad. Si bien era un político oficialista, formado y con capacidad para construir y asumir una candidatura presidencial, no contaba con el apoyo de los grupos de poder económico que influyeran en el ánimo del presidente Salinas. Además, Zedillo era un neoliberal que garantizaba la continuidad y él no.
Lo peor para el país estaba por venir con una crisis económica que dejó a millones sin casa, sin carro, sin dinero, con deudas impagables, incluso hubo suicidios y una migración que alarmó al gobierno de los Estados Unidos. Por los hechos, en México nació una crisis internacional conocida como “el efecto tequila”. El país estaba quebrado, la ilusión del salinismo se acabó tan pronto terminó su sexenio. A los más pobres, al pueblo franco y llano le heredaron el Fobaproa, la millonaria deuda privada que diputados del PRI y el PAN hicieron pública.
Continuará…