Franz Kafka quiso que los manuscritos que dejó al morir fueran destruidos. Su deseo nunca se cumplió. Casi un siglo después, cientos de documentos ocultos durante décadas en las cajas fuertes de un banco de Suiza que marcan su vida y obra literaria salieron a la luz en Jerusalén.
Tras un litigio de doce años por su propiedad, la Biblioteca Nacional de Israel expuso hoy miércoles cientos de cartas, diarios, cuadernos, bocetos y escritos a mano del autor, que llegaron en julio desde Zúrich, y que estaban guardados en sesenta carpetas del archivo personal de su amigo íntimo, Max Brod, a quien legó sus papeles para que los quemara.