Ante la ineptitud y los mediocres resultados en seguridad, especialmente, tras los muy lamentables y condenables hechos acontecidos, que derivaron en los feminicidios de Ingrid Escamilla y la niña Fátima, el Presidente López y miembros de la 4T (como el senador Martí Batres y la Comisionada de Derechos Humanos, Rosario Piedra) responden con una insensibilidad arrogante y falta de empatía, a los cuestionamientos de la opinión pública.
En esta situación, es que se manifiesta en su esplendor la actual kakistocracia gobernante, que no es más que el gobierno de los peores; integrado por una clase política degenerada en las relaciones humanas y un sistema controlado y dirigido por gobernantes mediocres, desde ignorantes, matones electoreros y hasta bandas o camarillas sin escrúpulos.
El primer ejemplo lo impuso López Obrador, quien con gran indolencia y desgano (con las manos en las bolsas), evadió toda responsabilidad correspondiente a su actual gobierno, culpando del feminicidio de Fátima, de 7 años de edad, al modelo neoliberal, anterior a él. Así como, anteriormente, evadió tocar el feminicidio de Ingrid Escamilla, con el reclamo de que los feminicidios distraían la atención a la “rifa del avión presidencial”.
Como es usual en AMLO, tras echar la culpa a sus antecesores o al neoliberalismo, como en otras crisis, sus respuestas sobre las acciones a seguir terminan siendo vagas, ambiguas y hasta moralinas.
Y en esta ocasión, no fue distinto:
“Tenemos que atender el fondo: que haya bienestar material y bienestar del alma, que se insista hasta el cansancio que solo siendo buenos podemos ser felices y que ayudemos todos a tener una sociedad mejor, que haya bienestar material y bienestar del alma, que se insista hasta el cansancio que solo siendo buenos podemos ser felices (…) Entonces tenemos que seguir moralizando, purificando la vida pública, impulsando una nueva corriente de pensamiento en donde valga la integridad, honestidad y amor al prójimo”.
En resumen, la estrategia que plantea López, para disminuir la inseguridad, la violencia y los feminicidios en el país, no se resuelve con inteligencia, ni policías, ni cárceles, ni mano dura contra la delincuencia. Es un plan de largo, muy largo plazo.
Para ello, requiere de la aprobación de una nueva Constitución Moral; la predicación insistente sobre el bienestar del alma, para hacer entender a todos los delincuentes (hasta el cansancio) que solo siendo buenos pueden ser felices; seguir moralizando y purificando la vida pública; ser respetuosos de los delincuentes, porque son seres humanos; y poner límites en el uso de la fuerza y combate hacia los criminales.
Aunque parezca burla, lo anterior ha sido dicho y repetido por el presidente López cada que se le cuestiona sobre el actuar infructuoso de su gobierno, para dar seguridad y paz al país. Claro, no sin antes echarle la culpa a sus antecesores o al modelo económico anterior.
Mientras tanto, los feminicidios siguen ocurriendo en México y sacuden a la población mexicana, por el grado de crueldad creciente con que acontecen.
En el último año, el incremento de la violencia contra las mujeres tiene paralizado a México, ya que, muy al pesar de la marioneta impuesta en la Comisión Nacional de Derechos Humanos, éste organismo reconoce que se cometen ¡10 feminicidios al día!
Y trágicamente, en el caso de niñas y adolescentes, acontecen 12 feminicidios al mes, en el último año.
Los casos más recientes que han sacudido e indignado a la opinión pública, por su crueldad, han sido los lamentables asesinatos de:
Jacqueline Alva, de 20 años, murió asfixiada por su exesposo en Naucalpan, el pasado diciembre, además de que éste envenenó a sus dos hijas Sofía y Brenda de cuatro y un año y medio, respectivamente;
Minerva, el primer caso de feminicidio de 2020, mujer de 42 años que murió apuñalada en San Luis Potosí, por quien era su pareja sentimental;
Ingrid Escamilla, de 25 años, asesinada y desollada por su pareja sentimental;
María del Pilar, de 20 años, murió asesinada a balazos el 22 de enero por un sujeto que era su expareja sentimental, en San Miguel de Allende;
Isabel Cabanillas, activista de 26 años, perteneciente al colectivo Hijas de Nuestra Maquilera Madre, que lucha por los derechos de la mujer y contra los feminicidios, desapareció el pasado 17 de enero en Ciudad Juárez y su cuerpo fue encontrado con heridas de bala en el pecho;
Janeth Rubí, de 26 años, asesinada la madrugada del pasado 26 de enero. Murió estrangulada en una habitación de hotel, ubicada en la colonia Guerrero de la alcaldía Cuauhtémoc;
La niña Fátima, el más reciente y doloroso caso, pequeña de siete años que fue secuestrada por una mujer cuando salió de la escuela y encontrada sin vida dentro de un costal, estaba desnuda, violada y al parecer había sido despojada de sus órganos vitales.
La violencia contra las mujeres es un fenómeno creciente en México y los feminicidios el llamado de atención más trágico hacia la sociedad, el gobierno y la opinión pública.
López Obrador y la 4T no pueden seguir indiferentes, evasivos e indolentes ante esas tragedias que acarrean gran dolor a miles de familias, esos actos de crueldad y sadismo que llenan de indignación a la sociedad mexicana y nos convocan exigir justicia y resultados. Aun así, a pesar de su incapacidad y mediocres resultados, lo mínimo que demandamos a este gobierno de 4ta., es un poco de sensibilidad y empatía ante el dolor humano y la indignación social.