Nuevamente Andrés Manuel López Obrador se ve obligado a recular por la falta de coordinación o por decisiones sin analizar ni calcular la reacciones.
La carta responsiva que se exige en el decálogo del regreso a clases presenciales y que generó críticas de los padres de familia por comprometerlos, acusan, deslindando al gobierno federal de toda responsabilidad, exhibió ayer la falta de coordinación en su gobierno.
Ahora resulta que no es obligatoria.
Ante la letalidad y peligrosidad de Delta, la variante de coronavirus que ha desatado una tercera ola a nivel mundial, los padres de familia no quieren enviar a sus hijos a la escuela porque no están vacunados y temen contagios, enfermedad y muerte.
Andrés Manuel, como ya ha hecho con Arturo Herrera Gutiérrez, secretario de Hacienda, hoy de vacaciones en espera de asumir el gobierno del Banco de México, no dudó en ridiculizar a Delfina Gómez Alvarez, secretaria de Educación Pública, por la carta requisito para enviar a los hijos a la escuela.
También lo hizo con Irma Eréndira Sandoval, entonces secretaria de la Funcion Pública, y con el hoy ex secretario de Comunicaciones y Transportes, Javier Jiménez Espriú.
Y no son los únicos casos.
Andrés Manuel jamás se equivoca.
-La carta pus, también, no es obligatoria.
Si van los niños y no la llevan, no importa.
¿Ustedes creen que yo tuve que ver con la carta?
¡Pus no!
Fue decisión de abajo.
Si me hubieran consultado, hubiera dicho no.
Así, exhibió y dejó en ridículo a la secretaria de Educación quien, presuntamente, se fue por la libre.
Hasta ayer, en la CDMX y el Estado de México la carta se mantenía como requisito para el regreso de los alumnos a las escuelas.
La realidad es que el rechazo a las clases presenciales y las reacciones negativas que provocó la exigencia de la responsiva lo hicieron recular.
-El presidente está enterado de todo, ha dicho una y otra vez cuando se refiere a la corrupción que imperó en los gobiernos de sus antecesores o a información de gran importancia.
En Palacio Nacional y en su gobierno no se mueve un lápiz sin su autorización.
Es prácticamente imposible que Delfina haya decidido por sí sola exigir esa carta, además de que la mencionó la semana pasada frente a él cuando presentó el decálogo para el regreso a clases.
El ocupante de Palacio Nacional está desesperado, porque no encuentra la forma de volver a la normalidad que no sólo los mexicanos sino el mundo entero desea y que muy pocos países han conseguido a medias.
Sabe perfectamente que existe riesgo por volver a las aulas en pleno pico de la tercera ola pero insiste en hacerlo porque esa movilidad también significa reactivación económica.
Los menores de 18 años no están vacunados y eso los deja en la indefensión, aunque -suponiendo sin conceder, como dicen los abogados- el dicho de Hugo López-Gatell Ramírez sea cierto en torno a que apenas el .004 por ciento se contagia y enferma de gravedad.
Habrá que esperar al 30 de agosto para ver si los padres envían a sus hijos a la escuela o deciden mantenerlos en clases a distancia.
¿Usted los va a enviar?
Vámonos: Ana Gabriela Guevara no conoce la vergüenza.
Qué pena que haya sido más de lo mismo.
O peor.
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