En Guerrero, donde desaparecieron los 43 normalistas de Ayotzinapa, donde históricamente ha habido matanzas y donde el narcotráfico y el crimen gobiernan, quemaron el Baby’O.
El jueves al mediodía comenzó a circular por las redes la información:
-El Baby’O se incendió durante la madrugada… y quedó en cenizas.
El punto de reunión de los fifís -parafraseando a ya saben quién-; de los artistas, políticos y wanabís ya no existe.
Llevaba dieciocho meses cerrado por la epidemia de Covid-19.
Y cualquier negocio, por exitoso que sea, en esas condiciones difícilmente resiste.
Eduardo Césarman, dueño de la discoteca conocida mundialmente, aseguró desde el mismo jueves por la mañana que jamás recibió una amenaza o advertencia.
Pero que el incendio, en principio atribuido a un cortocircuito, podría haber sido intencional.
Acaso ya conocía los videos de las cámaras de seguridad.
Y ayer se reveló precisamente un video de esas cámaras al interior de la disco, donde el gasto por persona rondaba 2 o 3 mil pesos y al que no cualquiera tenía acceso.
Tres malandros, tranquilamente pero apurados, rocían con gasolina la alfombra del lugar, arrojan un cerillo y salen.
El ataque obliga a recordar, de inmediato, el ocurrido en contra del casino Royale, en agosto de 2011 en Monterrey, Nuevo León, donde murieron 52 personas.
Hasta ahí pareciera un ataque del crimen, del narcotráfico, de la maña.
No de asaltamicrobuses.
Pero, según Césarman, nunca hubo intento de extorsión o amenaza por cobro de piso.
Increíble, la verdad.
Porque ahí mismo, en la costera Miguel Alemán, han cerrado negocios porque los quieren rentear.
Y porque Acapulco es un desastre.
Así lo dejó la alcaldesa Adela Román Ocampo, quien no heredó en caja ni para la nómina.
Y porque Guerrero es un desastre.
Y porque todo el país es un caos.
Basta voltear hacia Michoacán.
O hacia Guanajuato.
O hacia Chihuaua.
O hacia donde se le ocurra.
Andrés Manuel López Obrador lo dijo en su mañanera itinerante, en Morelos, la mañana del viernes:
-No se puede afirmar que fue el crimen organizado si no hay pruebas.
Efectivamente.
Afirmar sin pruebas es riesgoso.
Y aunque todo parece indicar que son sicarios, la verdad se conocerá cuando haya un detenido.
Y eso, créame, difícilmente ocurrirá.
Vámonos:
Y así, como por arte de magia, México pasó del rojo carmesí al amarillo y verde.
¡Qué forma de manipular el semáforo epidemiológico!
Que no venga Gatell con el cuento de que ya se acabó la tercera ola, porque la gente saldrá a las calles -más, sí, más- desbordada.
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