Claudia Sheinbaum anda muy voladita, como dicen las abuelas.
La mandataria capitalina ya se siente la candidata presidencial de Morena y ese aroma a poder la ha mareado peligrosamente.
Las porras que Andrés Manuel López Obrador le ha lanzado un día sí y otro también la hicieron cambiar.
¿Cómo?
De entrada ya no critica ni por error a Andrés Manuel y, mucho menos, se desmarca de éste.
Todo lo contrario.
A la menor oportunidad se trepa en el tema que su padrino haya hecho circular y se une sin importarle, incluso, que se trate de la UNAM, donde cursó la carrera de ingeniería y ha trabajado por años.
También modifico su look. Ya se maquilla y usa vestidos y trajes sastre. También dejo atrás el cabello corto.
Y así ha comenzado a placearse.
López Obrador se lo ha sugerido.
Santo que no es visto no es adorado, dice vox populi.
Por eso se deja ver.
El fin de semana se hizo presente en Guanajuato, con el pretexto de que la CDMX será invitada en 2022, cuando se celebren los 50 años del festival Cervantino.
Volvió a la capital y se fue a Baja California y a Colima a la toma de protesta de Marina del Pilar Ávila e Indira Vizcaíno, respectivamente.
El viernes estuvo en Campeche, donde junto a López Obrador, fue presentada como ejemplo para los gobernadores en materia de vacunación.
¿Así o más clara la campaña?
¡Ah, eso sí!, dice que no utiliza recursos del “erario público” y que paga los viajes de su bolsa.
Mientras, la ciudad que se gobierne sola.
Ebrard y las fotos pa’l feis
Marcelo Ebrard Casaubon andaba, mientras, en la cumbre del Grupo de 20, en Italia.
Ahí, como lo hizo cuando Donald Trump era el presidente de Estados Unidos, se tomó fotografías con todo aquel que se lo permitió.
Así apareció con Joe Biden, con Emanuel Macron, con Angela Merkel y hasta con el portero del edificio.
Todas las fotos pa’l feis.
El iba por sus pics y las consiguió.
Aprovecha al máximo que su carnal -Andrés Manuel- no quiere viajar, no le gusta, se cohíbe por no saber inglés y, entonces, se luce.
Para él es campaña también.
Ebrard sabía que la foto con Biden era de portada y así fue.
Los discursos, aunque le ayudan también, son lo de menos.
Lo que menos le importa.
Y Monreal
Ricardo Monreal Avila también tiene su corazoncito.
Como Sheinbaum, se movió el fin de semana.
Sabedor de que rema contra corriente porque Sheinbaum y Ebrard están primero que él en las preferencias del que manda en el grupo, se mueve y se mueve, declara y declara.
Sus posibilidades son tan probables como que el Tren Maya tenga éxito o que el aeropuerto de Santa Lucía sea mejor que el desechado de Texcoco.
Pero ahí insiste.
Sabe perfectamente que sus posibilidades son prácticamente nulas.
Así, mientras en Morena ya se dio el disparo de salida, en la oposición continúan agazapados, temerosos, miedosos y escondidos.
No quieren hacer ruido.
Calladitos se ven más bonitos, dicen.
Temen a la persecución, esa que Andrés Manuel dice no aplicar pero que es su fuerte.
Vámonos: Juan Ramón de la Fuente calló cuando su jefe lo trató hace unos días como trapo viejo al referirse al neoliberalismo en la UNAM.
Y cómo no.
No quería poner en riesgo la presidencia del Consejo de Seguridad de la ONU.
Ahí está su foto en las portadas.
Dignidad por hueso.
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