El Johnny iba cantando aquella de “en algún lugar de algún país/ olvidaron construir un lugar donde no queme el sol y/ al nacer no haya que morir/ un silbido se oye a lo lejos/sin saber que un jinete/ se despide con el grito de que nunca va a volver…” iba bien pepa con sus pantos de cuero negros, su chamarra con sus insignias de plata de guerrero neo chichimeca y sus tanques tumba-banquetas y su morral de piel café machín-mente confeccionado por los artesanos de la ciudad amurallada y, aunque había jurado no volver a fumar “Juanita”, consideró que era demasiado, por lo que solo dejo de chupar como gente mayor ,que era realmente lo que lo ponía todo estúpido y a veces agresivo, después de unos frascos se ponía a cantar las de José Alfredo, Javier Solís y no había quien lo aguantara, aunque le imprimía un sentimiento sin igual, pero sus gorgorillos no eran como para concursos de la XEW. El Juan pensaba todo lo contrario, iba canturreando bien relax después de fumarse un chuby duby, el éxito de Duncan du alegraba su blandengue corazón: “la tristeza aquí no tiene lugar, porque lo triste aquí es vivir/ las madres ya no saben si lo son porque no lloran a sus hijos ver partir… Por la iglesia de Cristo Rey, El Salvador, iba rumbo a la avenida de la Serpiente Emplumada, cuando rechinaron las llantas de unas motocicletas Kawasaki con unos cuatro “termineitors”, se bajaron unos güeyes todos de negro con unas matonas y de inmediato que comienza la inspección —Haber, haber hijo de Caro quintero y Charly Montana ¿dónde vas y tan de prisa? Ay güey estos cuicos son banda pensó el Johnny al escuchar mencionar a unos de sus defenestrados ídolos, ¿¡qué paso, de qué se trata este reten, ya no tiene uno derecho de dar el rol o que truco? Cuando ¡sopas perico! un mazapanaso cayó directo en el cerebelo del Juanito Barrancas, que reboto contra la pared del templo consagrado del Salvador de la tierra, tiñéndolo de color rojo mole de cristiano, luego otros ¡cuaz, plunk, sokc! que ahora si lo dejaron como al Cristo ensangrentado –Sí no soy el mesías, soy barrabas—, ¡Cállate y saca la mota hijo de María Sabina! ¿Cuál si ya me la fume eso no está prohibido? Cero maldad. La revisión fue rigurosa, el Jhony ya se la sabía, ojos rojos corazón contento, no portaba nada de psicotrópicos, salía a la calle con todo en la sangre, los puercos del grupo especial lo dejaron ahí casi yerto, bueno al fin que todavía tenía sueño y quedo tendido en el portón cual mendigo demandando ¡una limosnita por el amor de Dios! Ante el barrullo de los perros hijos del averno, se empezó a hacer la bola, ahí llegaron los que estaban por ahí papaloteando entre ellos el Epigmenio, a quien el Juan según su código de honor, le debía una “zapateada” por haber puesto los ojos en su hermana Sofía, ya se la había sentenciado, pero cuando los vio todo torcido exclamó, ¡se me adelantaron! A lo que el Johnny le espeto ¿qué paso cuñado perdóname la vida? A lo que el ofendido le dio un patín en los costados que para fortuna acomodo la caja torácica del Barrancas, que solo expiro con un ¡gracias! para que quedara profundamente dormido….
Los brazos de Morfeo acogieron a la infortunada víctima de los herederos de “Negro Durazo”, y alcanzo las páginas del pasado, aquellos atardeceres veraniegos de la adolescencia, ahí en esa aula con mosaicos transparentes de grueso vidrio por donde se traslucía, la luz al aula de maestro Gabinovich, estaba explicando cómo hacer el zurcido invisible, para el oficio de sastre se comenzaba por algo, con aguja en mano, después de deshilar un pedazo de casimir para remendar el desperfecto de otro, metía con la aguja para ir cubriéndolo, esto parece historia del sastre remendón ¿cómo remendar el alma, cómo hacer el zurcido del corazón?
Toda una obra maestra, que no entendía ni para que el Juan, pero tenía que cubrir para poder salir al ensayo del vals el Danubio Azul en el patio escolar, después de la hora del recreo, la emoción por terminar el ciclo escolar era latente, la semana anterior habían salido a las termales aguas de Cuautla, el estanque de aquellas medicinales aguas todavía estaban en su mente aventurera, se la había pasado todo el tiempo, que no lo rebasara el agua arriba del pectoral y ensayó los busitos, el pataleo, la técnica de la natación para principiantes, el braseo para caer rendido y tirarse de panza en el sol de la campiña mexicana… Los compases de la música decimonónica empezaron a filtrarse por la escuela “Regente Uruchurtu” uno, dos, tres, uno, dos, tres, uno, dos tres, vuelta y rosar los dedos de la morenita de Maricarmen, que igual era que el Johnny, era toda timidez, y uno, dos, tres, uno, dos tres y a levitar que el sexto año se va acabar y a la “secu” vamos a entrar y jamás volverte a mirarte será…. Pero antes todo era preparativos, que dar gracias en la iglesia de enfrente por finalizar una etapa de la infancia, la más importante el primer logro como estudiante, ¡ay guey! El traje verde botella estilo pachucón le sentaba de lujo, soñaba los acordes de la música de los palacios de Versalles, flotando con la morena de ojones cafés, trenza negra azabache y sonrisa angelical era lo importante. Las calificaciones de excelencia podían esperar, no importaban, cantaba la de Robert Jordan: “el otoño ha llegado/ las hojas de los árboles cubren el campo/ el varano ya se fue/ mi amor de verano mi primer amor/ amor de estudiante ya se terminó/ vendrán otros veranos vendrán otros amores/ pero siempre en mi ser vivirá mi amor de verano mi primer amor…” Ya es hora Juanito ¿qué te pasa? Despierta es hora de ir a la escuela ¿y esa sonrisa de menso qué tienes? Le gritaban al amanecer…
El párroco del templo también salió por el barullo, al ver al Barranquillero, pensó otra alma que se quiere redimir, que regresa al rebaño del señor, por lo que mirando hacia el cielo agradeció al que todo lo puede ¡Gracias padre por traerme a esta oveja negra! Lo arrastro en vilo a la sacristía con ayuda del ayudante que conocía al ensangrentado, pero no lo reconoció por la moronga que le cubría la feice, el padrecito misericordioso le limpio el rostro y para reanimarlo que le da vino de consagrar, de inmediato los neurotransmisores del Barrancas se prendieron. –Tengo sed, tengo sed, otro traguito. La caridad del párroco infinita le brindo otros tragos que colmaron la humanidad del “punching bang” de los matutes y comenzó a ver querubines, angelitos negros, a la Virgen santísima y el Cristo redentor, sus ojos no lo podían creer, ahí flotaba con la corte celestial, siendo el un pecador de siete suelas, pensaba, pero con el agua bendita que regaba con el hisopo el padrecito empezó a tener escalofríos y ha retorcerse. —Me están exorcizando no manches, exclamó. —No temas hijo mío estas en la casa del señor, no tienes nada que temer. Cuando el incienso comenzó a hacerse más espeso, como una nube y vio descender una hermosa virgen que lo lleno de paz y serenidad, que no había tenido en su perturbada existencia y una voz lo llamaba por su nombre: “Reacciona Juan ¿qué te paso mi amor? pero esa es otra historia….