Las reformas realizadas a los estatutos del Partido Revolucionario Institucional (PRI) representan el momento decisivo que vive la institución. Son acciones que ponen en evidencia las diferencias por el control del partido, al menos, en sus dos privilegios directos: el acceso al dinero público y a los cargos de elección popular, vía la representación proporcional. Ambas prerrogativas provienen del Sistema Electoral Mexicano donde los partidos, sus comités nacionales y locales siempre ganan.
Sea cual sea el resultado electoral de las elecciones en Coahuila y en el Estado de México, el líder nacional del PRI, Alejandro “Alito” Moreno (así, como presentación de boxeador) es ya el ganador. De esta forma, los distintos grupos que militan en el partido están siendo vencidos por su propio dirigente, no por Morena; tampoco por el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
Ninguna derrota electoral ha hecho más daño al PRI que el protagonismo de su dirigente. Es nota, es escándalo, es quien pone en riesgo la coalición “Va por México”, es quien declara a los medios acusado de malos manejos, es quien confronta a los cuadros dirigentes de su partido y es quien mejor representa lo dicho por don Fidel Velázquez: ¡Aquí nada más hay de una sola sopa, o se la comen o se quedan sin tragar!
Es evidente que el PRI, en el peor escenario de las elecciones presidenciales de 2024, va a conservar el registro. Hábil y astuto como ha demostrado ser, se vale del escenario que viene y tiene en sus manos el control de acceso a todos los cargos de representación proporcional y eso alinea a los que aspiran o necesitan fuero, por aquello de la rendición de cuantas. Esta tendencia, de “agandalle” al estilo Madrazo, parece inevitable; a menos que las protestas de los inconformes ante el Tribunal Federal Electoral encuentren un fallo en contra de las reformas estatutarias aprobadas al interior del PRI, durante 2022.
En esta condición, quienes aspiren a un cargo de elección por mayoría relativa tendrán mayores posibilidades de participar, solo que serán espacios próximos a la derrota. Sin embargo, los votos que logren serán útiles para que el presidente nacional del partido y sus seguidores alcancen las posiciones de representación proporcional.
Es claro que Moreno anticipa una derrota ante Morena y busca rescatar aquello que lo deje a salvo en lo personal; sobre todo tendrá aliados para que lo defiendan en las cámaras del Poder Legislativo. Se la van a deber y el pago será que lo ayuden. Este momento todavía no llega y el Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD) lo han defendido del proceso de desafuero en su contra, en la Cámara de Diputados.
Los partidos que buscan hacer un contrapeso a la fuerza electoral de Morena en las elecciones locales de 2023 y federales de 2024 tendrán que tomar una decisión política. Pueden perder más que solo las elecciones en Coahuila y en el Estado de México. No será fácil, porque el dirigente priista tiene tomada la medida tanto al PAN, al PRI y a los organizadores de la “Alianza Va Por México”. El momento decisivo (y puede que sea su última oportunidad) es soltarse del truculento dirigente, dejar que pase el desafuero y que sea la justicia de la 4T quien los ayude a resolver algo que ningún aliancista ha podido.
Si el Tribunal Electoral no falla en favor de los inconformes por las reformas estatutarias realizadas por “Alito” Moreno, no tienen de otra. Solo la gobernadora de Campeche y sus “martes del jaguar” podrá salvarlos.