POR NORBERTO HERNÁNDEZ BAUTISTA
Comunismo, socialismo, fascismo, democracia, totalitarismo, autoritarismo, dictadura, socialdemocracia, extrema derecha, anarquismo, socialismo utópico todas son categorías de análisis que salieron de las aulas universitarias para ser incluidas en el discurso político como lenguaje cotidiano. Cada palabra tiene un contenido que requiere leer, reflexionar y volver a leer para entender la definición más apegada al intercambio de las relaciones humanas; su interpretación parece sencilla, pero es tan compleja como la diversidad de maneras de pensar.
Algunas de esas palabras solo existen en la teoría, como el comunismo, porque nunca han tenido realización plena en el desarrollo de la vida humana. Algún universitario dirá que sí, la vida comunitaria en las sociedades tribales o los kibutz si tenía lugar lo colectivo, sin apropiación de los modos de producción y con el reparto equitativo de la riqueza. Otro dirá que no, que eso es utopía o idealismo.
Lo mismo ocurre con el concepto socialismo que, académicamente, se discutía como una opción para los gobiernos del mundo sometidos al sistema de producción capitalista. El problema de ese debate empieza cuando el socialismo, en su sentido práctico, se topa con la China de Mao Zedong (Mao Tse Tung), con la URSS de Joseph Stalin y, de hecho, con todo el bloque de países sometidos al control soviético. El socialismo en esos dos países costó millones de vidas, de personas que murieron por la guerra o por hambre.
Lo paradójico de esto, es que tanto China como Rusia, son potencias que compiten por el control del mundo a los Estados Unidos (EU). El imperio de la posguerra, ya no está solo; tiene dos competidores reales. Uno de ellos, China, es potencia militar y potencia económica. El gigante asiático no invade militarmente países ni provoca guerras para vender armas y sostener su economía como EU, su excedente financiero lo aplica en lo que se conoce como la nueva ruta de la seda, que no es otra cosa que invertir en países europeos para ganar nuevos mercados en la competencia del comercio mundial. El desarrollo de tecnología es otra de sus fortalezas crecientes.
¿China es comunista? ¿Rusia es socialista? la discusión puede abrir categorías de análisis diversas, pero, donde no hay duda, es que los dos países son economías de mercado. México también lo es. Por más gritos, insultos, ofensas y todo tipo de expresiones retrogradas provenientes de la derecha y la extrema derecha, nuestro país es una economía de mercado. La más sólida de américa Latina, con una moneda fuerte, con inflación controlada a un dígito, con obras de infraestructura como hace décadas no se hacían, con una real disminución de la pobreza y con la ruta del Istmo de Tehuantepec que lo insertará en el comercio mundial, más allá del Tratado de libre Comercio.
Esto no lo acepta la derecha mexicana por su estupidez, ceguera, el odio y su ambición de querer regresar al México del saqueo. Olvidan que nadie puede detener la historia.