Instalado en “La Gloria” el expendio de pulques finos y curados más afamado de la región, para bajar el susto que los uniformados azules lo perseguían cual estudiante del 68 y del IPN, el Tenoch, el afamado Guitarrista Fantasma se encontró al Chente quien ya se zumbaba una jícara del néctar de los dioses para “cerebro fuerte” y corría un churro oloroso de mariguana que paso a las manos del Tenoch que inhalo hasta que aguantó la respiración y luego comenzó la inspiración y el ruido de las cuerdas fantasmales: “Vivir en México es lo peor/ nuestro gobierno está muy mal/ y nadie puede protestar porque lo llevan a encerrar/ ya nadie quiere salir ni decir la verdad/ ya nadie quiere tener líos con la autoridad/ muchos azules en la ciudad a toda hora queriendo agandallar… y al termino del rolón que se rifo el Guitarrista Fantasma, se hizo el silencio todos se quedaron bien quietecitos, el barullo de la capilla de culto a Mayahuetl y a la Reyna Xóchitl desapareció dejando con el corazón paralizado al Tenoch, cuando lo que veía no lo podía creer, ahí inflando como gente adulta en las mesas de La Gloria había buti camaradas, que hasta reviso el cigarrillo que le habían pasado para ver si el tabaco tenía otro color, con una jícara el Rockdrigo González, el malogrado y recordado Profeta del Nopal, muerto en los sismos de uhhhh 1985 y que diera gloria a la poesía del Rock nacional, departía con el Mike el Seco, gritante del grupo de rock “la Tía las Muchachas” del meritito Bronx de los Reyes Iztacala, el autor de “No tengo tiempo de cambiar mi vida, la máquina me ha vuelto una sombra borrosa y aunque soy la misma sombra que ha negado tus ojos sé que tengo tiempo para atracar en otro puerto…” el cantautor del “ fue en la estación del metro Balderas, adonde yo perdí a mi amor… estaba complacido, le decía a Mikeelseco por la estatua levantada en homenaje a su muerte.
El Tenoch quien lo conocía de tiempos lejanos, se acercó ¡ese Redrogo! qué onda loco, le regreso el huapangerorockero de Tamaulipas, mi Guitarrista fantasma que transistores, le respondió ya no bisteces yo pensaba que ya morongas para que soltara la risotada, el Tenoch le reboto a la de sin susto– te acuerdas la última vez en la pérgola del teatro Ángela Perralta por Polanco, cuando vino el Papa John Cronch, uttsssss como no, esos jamaiquinos que nos fúmamos estaban de rastafari mi Bob Marley y Jimy Cliff juntos, no manches ¿qué hongo mi Rockdrigo? pues donde más, aquí en la Gloria, ¿pero mira quien está por allá? te sigues manchando, se restregó los oclayos el Tenoch, por la otra esquina rodeado de damiselas que brindaban felices, estaba el finado Lalo Tex Tex quien se zumbaba un cafecito y rolaba “el operador me empieza a maltratar ya no digo nada, lo que quiero es llegar, encuentro a mi mujer con ganas de pelear, me salgo a las calle y no sé qué buscar, tal vez necesite un toque mágico, algo que en vida quizás me hará cambiar… Pero el que le dio más gusto ver por ahí fue a Sol, solecito, solesote, guitarrista del asfalto, de quien no se puso despedir cuando levanto su vuelo astral, como siempre con la sonrisa pachecona del Gato Cheshire, el inolvidable personaje de Alicia en el país de las maravillas, ¿qué hongo mi Sol? que pasotes con esos zapatones mi Tenoch, respondió, oye estos guitarrazos celestiales ya grabe esta rolita en la Chamucos Records, y el sentimiento acústico de su lira no se dejó esperar “caminando por el barrio busco un corazón/ para calmar esta comezón que me trae herido/ pero te encontré chiquilla loca tu si me haces sentir uuuuyyyeee… vale mi Sol, suena poderosa, le reviro el Tenoch, quien choco jícara contra jícara, ¿qué onda con el Seis muertos me lo saludas mi Tenoch? para seguir caminado por el etéreo espacio del expendio del néctar de los dioses y chocar la mano a los asistentes como el Jarocho, ese gran músico de los Trinacos Power, que desde pequeño había sido la inspiración del Tenoch, cuando en el barrio allá por San Lucas Matony, el Tenoch se iba a camellar por el camino de la rivera del rio san Javier y se encontraba al viejo al amanecer que venía con su inseparable banjo, y después de mocharse con un tren de mariejean se desprendían las notas musicales más excelsas desde tangos, rancheras, boleros, era un maestrazo el Jarocho, genio y figura hasta la sepultura, recordó el sepelio de su tío Mauro, mal nombrado el Chicharrin, miembro honorífico del fulminante “Escuadrón de la muerte” se enfrió de tanta canela con piquete después de la aves marías y los padres nuestros a la mafdrigada el jarochin se rifo con aquella de “Adiós muchachos compañeros de la vida, farra querida nunca te olvida… y luego aquella del Mudo Carlitos Gardel “Ladrillo está en la cárcel su madre lo espera la palomilla lo extraña… que hizo rodar las de San Pedro a su Jefe, por los tiempos idos y porque como en la vida unos al hoyo y otros al gozo, la muerte tiene permiso no espera cuando tienen que llegar, y llega en su momento ni antes ni después, el Tenoch se ponía a cavilar, lo sobresaltaba porque ser encontraba tanto insepulto, hasta el Cheo con su grabadorcita de antaño escuchando y bailando las rolas del germánico grupo de heavy metal, Iron Maiden “rompiendo la ley rompiendo la ley,…” pero iba de sorpresa en sorpresa, ahí estaba Ganhesa, la deidad india removedor de obstáculos que un tiempo a la fecha lo reverenciaba, con aquel fornido cuerpo de hombre, pero cabeza de Elefante, ahí en trance entonando el mantra “om gam ganapateye namaha, saranan ghanesa, om gam ganapateye namaha, saranan ghanesa, om gam ganapateye namaha, saranan ghanesa, om gam ganapateye namaha, saranan ghanesa..,” que le hizo pensar si lo que esta veía era real o visiones delirantes porque también ahí en la barra apareció fumando un cigarrillo con olor a petate, ni más ni menos que el “Flaco de oro” Agustín Larín Lara, con el macizo del barrio de la época del cine nacional, el Adalberto Martínez “Resortes, resortín de la resortera” que ya se ejecutaba un mambo con unas “jainas de calendario” que salía de la rocola del expendio, cuando que llegó don Baldomero, el regente del lugar con un molcajete de salsa martajada, unos kilos de gordas de maíz, hechas a mano en el comal con una cazuela de fríjoles y nopales para el bajón, todo iba bien, el ambiente era la pura sabrosura, cuando a pleno sol empezó a tronar el cielo, el ventarrón comenzó a chiflar y unas tímidas nubes llegaron con una lluvia tupida que formó en el cerro del Chiquigüite un arcoíris radiante como el que no se había visto por aquellos barrios, pero esa es otra historia….