Hace algunos años pensar, o suponer, una alianza entre el Partido Acción Nacional (PAN) con el Partido de la Revolución Democrática (PRD) tenía que responder a dos preguntas: la primera era si la alianza era posible políticamente y la segunda era saber quién de los dos partidos cedería la candidatura. Si bien hubo quienes lo manifestaron como una posibilidad, esta alianza no sucedió a pesar de que ambos partidos vivían su mejor momento en el estado de México. Gobernaban municipios importantes, presupuestalmente los más ricos y con el mayor número de electores del padrón electoral. Los intereses, la falta de visión o los egos de las dirigencias y figuras políticas se impusieron, derrumbando toda posibilidad de acuerdo para ganar la entidad más importante del Pacto Federal.
En su aislado protagonismo, los dos partidos opositores acabaron con sus cuadros más formados para dirigir los destinos de la entidad. Si un pacto de esa envergadura se hubiera consolidado el destino político del país seguramente sería distinto. El PAN se cerró a querer ganar la gubernatura con militancia propia, engallado por haber ganado los municipios más importantes del estado, conocido como el corredor azul. Es más, sus candidatos estuvieron fuertemente ligados a intereses de figuras nacionales con aspiraciones a la presidencia de la República, como fue el caso de José Luis Durán Reveles con Diego Fernández de Ceballos y, posteriormente, con Santiago Creel Miranda, cuando contendió internamente contra el finado Rubén Mendoza Ayala. El otro aspirante panista fue Bravo Mena cuya campaña estaba vinculada a la propia sucesión presidencial del 2012.
En el caso del PRD ni que discutir, los aspirantes a gobernador fueron embajadores de la carrera hacia la presidencia de Andrés Manuel López Obrador. Más desafortunado que el panismo, el “pejismo” perdió y dividió a la rijosa izquierda mexiquense. A pesar de ser partidos fuertes localmente no tuvieron y no han tenido la capacidad para consolidar una alianza que, si bien es estatal, reúne condiciones de alcance nacional.
La nula existencia de una alianza opositora mexiquense también es resultado de una estratégica y brillante operación política de los gobernadores de la entidad y de la clase política aglutinada en el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Convencieron y vencieron a sus opositores rompiendo cualquier intento por agruparse en una candidatura común. En los últimos dos sexenios quien ha representado esos méritos políticos es el Licenciado Arturo Montiel Rojas, a quien la oposición y los conocedores del tema local reconocen como el heredero del liderazgo que alguna vez ocupó el Profesor Carlos Hank González. Su éxito ha sido dividir y mantener en esa condición a sus adversarios políticos. Cuando vio amenazada su mayoría en la cámara local, cabildeó con un número de legisladores opositores, a quienes con sus buenos oficios convenció, para crear una fracción de diputados independientes. De esa forma, superó inconvenientes al desempeño de su gobierno y la vigilancia al ejercicio del gasto público. Sobre todo, limpió el camino para preparar su sucesión al frente del gobierno del estado.
La oposición se engolosinó con las administraciones municipales; lejos de ser su ventaja, en el corto plazo fue su tumba. Los vicios y malos manejos atribuidos como patente priista, pronto pasaron a ser del dominio de la oposición, tanto de gobiernos del PAN como del PRD. Su llegada a la conducción de los destinos municipales más importantes del estado y del país no fue la puerta hacia la casa de gobierno ubicada en Toluca; más bien fue la mejor arma que tuvo el gobierno estatal para controlar políticamente a sus adversarios que solos se amordazaron por los excesos cometidos en las administraciones municipales. Obtuvieron el perdón a cambio de disciplina.
Con absoluta eficiencia, han marcado los tiempos a la oposición, muestra de ello es la supuesta alianza del PAN con el Partido del Trabajo (PT) en las pasadas elecciones de junio de 2015. Por absurdo que parezca, el PAN cedió al PT regidurías por el principio de representación proporcional, sacrificando a su propia militancia. Al parecer, la meta fue evitar que el PT tuviera una alianza con el partido de Andrés Manuel López, que competía por primera vez en elecciones locales bajo el nombre de Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA).
Controlar a la oposición lo han hecho con maestría, al grado que en las dos últimas elecciones para gobernador han barrido con sus competidores; salvo en las elecciones de 1999 cuando el candidato del PAN, José Luis Durán Reveles, estuvo cerca de lograr una victoria histórica, precisamente frente a su adversario del PRI, Arturo Montiel Rojas. Si Durán hubiera ganado la gubernatura, su próxima parada era la presidencia de la República, con mayor razón cuando contaba con el apoyo de Diego Fernández de Cevallos. El mismo escenario pudo ser posible con Rubén Mendoza Ayala, quien también contendió en las elecciones de gobernador, nada menos que frente a Enrique Peña Nieto, candidato del entonces gobernador Montiel Rojas.
La alternancia lograda en las elecciones de julio del 2000, dio el empuje que necesitaba la clase política mexiquense, tal como lo soñó alguna vez el Profesor Carlos Hank. Aprovecharon el desmantelamiento del priismo nacional y construyeron una candidatura deslumbrante en la figura de un gobernador proveniente de sus filas: Enrique Peña Nieto. Desde ahí tuvieron la visión de impulsar al joven gobernador hacia los Pinos en alianza con poderes nacionales, principalmente con los medios de comunicación y las televisoras.
Con sorprendente habilidad se impusieron a la figura presidencial a la que etiquetaron como errática y culparon de la violencia generalizad en el país. En sentido inverso, metieron a todas las casas del territorio nacional la imagen del gobernador mexiquense a quien presentaron como un rostro nuevo, guapo y con una proyección mediática nunca vista en un político mexicano. Es así como la gubernatura de la entidad ha cobrado mayor peso en el escenario nacional. Es decisiva para el PRI local y el PRI nacional. Una equivocación y puede ser su Waterloo.
En consecuencia, ese es el peso de las elecciones de junio de 2017 en el estado de México. Se juega una gubernatura, pero se apuesta por el futuro político del país. En el PRI lo saben y tienen cuadros de sobra para nombrar un candidato. El chiste estará en sacarlo de unidad y que cumpla con el propósito de su benefactor que en este caso no se sabe si será el gobernador, el Lic. Montiel o el presidente de la República. El gobernador actual ha puesto su empeño para ser considerado para la sucesión presidencial y tiene para negociar, precisamente, la candidatura a gobernador. Si bien hay varios nombres conocidos en la clase política del estado, no deja de sorprender el activismo tolerado del Secretario de Salud de la entidad, César Nomar Gómez Monge. Todo indica que puede ser para negociar, ¿o para perder?.
En el caso de la oposición, nuevamente se han prendido las velas que anuncian una posible alianza para contender por la gubernatura. Simpatizantes y cuadros políticos del PAN y el PRD, dicen que ahora sí van por la grande. Lamentablemente, surgen tres preguntas más: de ir aliados en una candidatura, ¿les alcanzará?, ¿aceptarán un candidato externo? y, finalmente, ¿la alianza incluye a MORENA?. Por lo visto en el Distrito Federal (DF) y en otras entidades donde hay elecciones locales el PRD es un cascaron, es un partido con más conflictos que militantes. La fuerza operativa y de la izquierda batalladora parece estar en las filas del “pejismo” y MORENA.
A pesar de la relevancia que tiene el resultado de la elección a gobernador en el estado de México, suena utópico pensar en una alianza PAN-PRD-MORENA. De lograrse, el PRI estaría en la antesala de ceder la gubernatura a un frente amplio opositor, mismo que también ganaría la presidencia de la República sin mayores problemas, ante el desgaste del gobierno federal.
Si en el PAN, el PRD y en MORENA hubiera operadores políticos como los tiene el PRI, seguramente se materializaría una alianza de esas dimensiones. Como no es el caso, al menos no se percibe que así ocurra en el corto plazo, puede darse el supuesto de una alianza PAN-PRD, pero no tendrían el peso decisivo para vencer al PRI. El otro inconveniente de una posible alianza PAN-PRD es la elección del candidato. Ninguno de los dos tiene cuadros entre sus filas con el peso para una elección estatal. Algunos expedientes no pasan la prueba de fuego. Por lo tanto, dependen de un candidato externo.
En consecuencia, sin MORENA la alianza sería un simple combinado multicolor. El éxito para la oposición depende de incluir a los “pejistas”, si eso no ocurre, MORENA será el gran aliado del PRI. Más efectivo que un candidato independiente, porque cuenta con bases militantes en partes importantes del estado de México, precisamente donde dicen ser fuertes el PAN y el PRD. En el DF, el PRD perdió frente a MORENA, en Veracruz MORENA ha forzado un empate entre los Yunes. En el estado de México puede darle la gubernatura al PRI.