CIUDAD DE MÉXICO, Méx.- Imagina una selva, imagínate en medio de ella a mediodía, observa el follaje multicolor, siente la humedad. Si te mueves, ten cuidado de dónde pisas, nunca sabes qué puede haber debajo del pasto. Imagina el sonido de todas las aves y el de todos los animales que están moviéndose en ese preciso instante… trasládate ahora a una calle de cualquier lugar y observa alrededor. Los ruidos son distintos, hay un murmullo de voces, el escándalo de los vehículos, el movimiento que no para de la gente que camina. Al comenzar cada día todos nos preparamos para entrar a una selva, todos tenemos nuestra selva particular, como Hugo Tuk, el protagonista del cuento El señor Escolopendra, de Norma Muñoz Ledo.
Hugo es un niño que por encargo de su papá fue a comprar semillas, abono y herramientas para la siembra, y como Tunkás, el pueblo donde vive queda a seis horas caminando, decidió que era mejor pasar la noche en casa de sus tíos y hacer el camino en la mañana. Pero en la noche no pudo dormir muy bien, el recuerdo de su abuela y todas las historias de duendes, brujas, uays, gigantes… Hugo siempre ponía mucha atención a lo que su abuela le contaba y esa noche recordó sus palabras “la selva maya siempre es de cuidado, pero el momento más peligroso es cuando el sol se pone y el cielo se pinta de azul claro. Es la hora en que el Xibalbá despierta, sus habitantes viajan por las raíces de las ceibas y vienen a nuestro mundo a causar males”.
A la mañana siguiente, su primo le dice que aproveche y nade un rato en el cenote, pero Hugo sabe bien, que nadie debe acercarse solo a un cenote. La selva es un sitio de cuidado, le recuerda su tío, y al verlo espantado le dice: “pero el miedo puede ser más terrible todavía”, además Hugo está preparado porque conoce las historias de la abuela. Aunque eso no le consuela, porque Hugo cree que los cuentos no sirven para nada.
A todos nos asusta salir a enfrentar nuestras propias selvas, como la escuela, el trabajo, las calles, pero lo hacemos, como Hugo Tuk, que toma el guaje donde lleva su potzol (esa bebida que quita la sed y el hambre), un pan dulce y empieza el regreso. Lo más común en un viaje es que ocurran eventos que no podríamos prever, y más cuando el camino a recorrer está poblado de seres naturales y sobrenaturales, llenos de leyendas.
Las historias que sobreviven a todos los tiempos trascienden porque siguen contándonos cosas de nosotros mismos, conocemos quién y cómo somos, pero también en quién podemos convertirnos. Los eventos que narran nos ayudan a explorar el mundo a veces antes de enfrentarlo y nos conectan con otros seres humanos que comparten las mismas preocupaciones.
Cuando Hugo Tuk, se encuentre con el señor Escolopendra, o Ek Chapat podrá comprobar que la realidad tiene más de imaginación de lo que sospechamos, que la curiosidad y la observación nos dan herramientas para la vida.
La autora escribe con el propósito de divertir bajo el principio de la recreación, pero su historia nos lleva a entender que el conocimiento de nuestra cultura puede ayudarnos a saber cómo responder al mundo, que si conoces tu entorno puedes librar los peligros. Que las enseñanzas y conocimientos que se originan en la tradición te salvan. Costumbres, leyendas, mitos siguen siendo la puerta por la cual comprendemos y quizá dominamos la existencia.
Al lado de Hugo Tuk reafirmamos que los cuentos sirven, y para mucho…
Norma Muñoz Ledo nació en la Ciudad de México. Estudió la licenciatura en pedagogía en la Universidad Panamericana y posteriormente la maestría en literatura infantil en la Universidad de Warwick, en el Reino Unido. Trabajó como guionista en Canal 11 para las series: Bizbirije, Camino a casa y Azul, mi gran amigo. Colaboró con el equipo creativo de Canal 11 y Nao Films en el desarrollo de las series: Cuentos de pelos y Fonda Susilla. El mismo canal adaptó su libro, El nuevo restaurante de Pierre Quintonil como especial navideño en 2004. Ha sido profesora en el diplomado de literatura infantil de la Universidad Iberoamericana. Becaria de la generación 1997-1998 del programa Jóvenes Creadores del Fonca, en Cuento. Recibió el Premio Antoniorobles en 1992, por Provolone y Gorgonzola.
Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Cuentos suyos han sido incluidos en diversas antologías, entre las que destacan: Los porqués de la Navidad, Selecciones del Reader´s Digest, 2005 y De los pies apestosos a las papas fritas… y otras curiosidades, Kirén Miret, Ediciones SM, 2012.