Los vasos chocaban en la mesas, el ruido del murmullo de la agitación de los corazones que se agitaban mas de lo frecuente, el humo del cigarrillo, y la música se colaba por todos los rincones de aquella cantina, no era cualquier cantina, aseguraba el barman que en la barra apenas si se daba abasto para atender a mexicanos, gabachos y, bebedores, con sus otros camaradas, en aquel recinto del desfogue y la relajación, del descanso y el encuentro de las amistades. En el siglo pasado relataba, había pasado por ahí el Centauro del Norte, el afamado Pancho Villa, quien para paso a tomarse unos tragos y aventó unos balazos, donde los orificios eran considerados ya una reliquia revolucionaria, de aquel gran salón Hussongs, ubicado en el centro de Ensenada, Baja California, donde el Moreno, estaba ahí instalado en la barra, gastando sus últimos ahorros, con un doble de Cuervo Especial, al que se había aficionado desde hacía unos meses, el cuerpo de de ese exquisito tequila lo neutralizaba de aquella ansiedad que traía atravesada como estaca contra-vampiros. La soledad le estaba pegando duro, no se habituaba al calor extremo de la geografía bajacaliforniana, pero igual era mejor, que ser perseguido por su pasado, al que quería olvidar por un largo tiempo.
Sin embargo, los recuerdos llegaban a su mente, el verano del año del quiebre, lo había mandado a aquellas tierras de gente riñonuda que se la jugaba día a día, la imagen en aquel recinto teatral llego a su agitada mente, donde el cartel de su antigua organización Kabulas Rocks, con Sangre Azteka y Los Tex Tex era inmejorable, con ese toquín se recuperaría y le podría ir saliendo de sus deudas, ya lo tenia hasta la madre que la manager de los Maldititos, le mandara mensajes, que nomas que lo encontraran le partirían su rockanrolera humanidad, y todo porque para sus males como organizador de tocadas, en aquella memorable de los malditicitados, con La Castañeda y Síndrome del Punk, el suministro de la energía eléctrica había chafeado hasta que consiguió una planta eléctrica, pero se fue todo el personal y la tocada naufrago, como el último concierto de la serie, donde estuvieron la Sangre Azteka con los muñecos textexcocanos, cuando cayo un diluvio en la ciudad de los palacios, en el teatro Chabela Corona, se cayo el cielo desde el mediodía de aquel fatídico lunes de ciclo la Clínica del Rock, solo para conocedores, y fue que no alcanzo para el pago de lo grupos, el alquiler del teatro, los tramoyistas exigían lo suyo, sopena de arrojarlo al río-tsunami en que se convirtió ese día el Ejele central Lázaro Cárdenas, el jefe era un oso casi Yeti de malas pulgas, que no se la perdonaría, luego los grupos y los malandrines de la seguridad, aquel fue un día negro, un día muy melancólico y lluvioso. El Moreno se sintió como perro mojado en el periférico, como nunca en su vida se tuvo que dar a la fuga, como decía el TRI de México “yo le echo muchas ganas/ pero todo me sale mal/ nada me sale bien… y salió por la puerta del Chabela casi llorando, se dirigió a su pueblo del alma, San Lucas Matoni no te olvidare, se despidió de sus padres hermanos y se fue a la central del Norte a tomar un camión al puerto de Pichilingue donde abordo el transbordador, le dicen el Ferri, ahí antes de abordar un guardia reviso su equipaje en el puente, antes de subir a la embarcación, ¿nada que declarar? cuestionó, el Moreno sudo frío, llevaba unos churros de cannabis, pero ya era demasiado tarde para ponerlos a buen resguardo y ni modo de regresarse, el guardía guiño el ojo , como si fueran viejos conocidos o adictos al rock &roll, del mimo dolor y paso el reten. El Moreno pidió otro doble, el tequimex había sido siempre su debilidad, y sintió el clima del mar, aquel estado de dulce sopor que da el nivel del ultramarino mar californiano y aspiro el cigarro que fumaba, luego regreso a la videocinta del viaje a la península, el barco se mecía fuertemente con las olas, ya se empezaba a marear, fue al retrete que más encontró y canto unas de José Alfredo aayyaaayyy, se repuso después de una hora y salió a la borda, el espectáculo de la bóveda celeste, las estrellas cintilando, y el horizonte infinito de la bravura del mar, lo sereno, y se quedo jetón hasta que un guardia lo movió de su inconsciencia y le informó que se había acabado el veinte, que tenía que bajar a tierra, pero esa es otra historia…