¿Será que hubo química entre López Obrador y Peña Nieto, durante sus encuentros en la transición de poderes?, ¿será porque Peña definió, a media campaña, que AMLO era su “Gallo”, tras ver que la campaña de Meade se iba a pique en las encuestas?, ¿Será por la invaluable ayuda de Enrique Peña, al contener el crecimiento de Anaya, con un intensivo golpeteo mediático y una investigación montada por la PGR, en su contra?, o ¿Será por un pacto de impunidad, anticipado por el ofrecimiento de amnistía, en la campaña de López Obrador?.
Sea lo que sea, queda claro que las únicas noticias de EPN, en los medios de comunicación, son notas del corazón. Es evidente, es más fácil que se hable de Peña Nieto porque “ya dejó a la Gaviota” (Angélica Rivera) o porque la ex pareja presidencial ya no vive junta desde diciembre, o que Peña fue sorprendido en España, en compañía de una súper modelo mexicana.
Quedan en el olvido, en la agenda mediática de la Transformación de Cuarta, los casos de corrupción, derroche y negocios de cuates, que tanto marcaron a la anterior administración e indignaron a la sociedad, al grado del hartazgo; la cual, respondió con un voto de castigo o de venganza ciega, a favor de López Obrador.
Y el ejemplo lo marca el mismo López Obrador, quien no pierde la oportunidad de darle un raspón a Carlos Salinas y Ernesto Zedillo, o una zancadilla a Vicente Fox y Felipe Calderón, aún que luego recule y pida disculpas por las denostaciones lanzadas, en sus eternas conferencias mañaneras. Mientras tanto, Enrique Peña pasa por desapercibido, encubierto por una simulada y conveniente amnesia mañanera, del Presidente.
Tal parece existir un borrón y cuenta nueva a los últimos seis años de gobierno, donde los escándalos de corrupción, saqueo e impunidad, fueron perdonados por los favores recibidos, durante la campaña electoral. Podría ser que Enrique Peña logró sortear el purgatorio legal y mediático, debido a la absolución de todos los pecados de su gestión, por obra y gracia de la piedad infinita y solapadora de López Obrador.
Sólo queda para la memoria histórica de los ciudadanos, la condena de los vicios, mañas y transas del peñismo. Esa memoria, que tanto refrescaba López Obrador en su eterna campaña, para mover la víscera ciudadana de manera conveniente y, así, alcanzar la Presidencia; perpetuando el peor de los males en México: La impunidad.