Querido amigo Rubén, sabes que podías perder una elección: una gubernatura, una presidencia municipal o una diputación, pero lo único a lo que no tenías derecho era a perder la vida. Nos has dejado a todos sorprendidos, si ese era tu propósito, quiero decirte que te saliste con la tuya. Pero muchos, como yo, no queremos que te vayas; es más, nos resistimos a decirte a dios, no queremos que sea cierto. Esperamos que sea una de tus estrategias para salir fuerte a competir, a caminar por las calles para dar una batalla más, aunque sea para mandar el mensaje que no todo en la política está podrido. Sabes que no nos gustan los panteones llenos de héroes, que queremos seguir escuchando tus ideas, aunque sea para diferir de ellas. En mi caso, quiero seguir criticando tus opiniones y oírte a ti diciendo que estoy equivocado.
Para serte franco nunca pensé escribir algo para despedirte, admito que me resulta difícil hacerlo, en principio porque no lo acepto, no lo esperaba, como muchas de las personas que te queremos y en segundo lugar, porque se arremolinan tantos recuerdos que no me permiten tener claridad sobre qué decir de un político como tú, de un amigo que abrió tantas puertas a personas que sentían vocación por la política. Te puedo decir muchos nombres, porque tengo el gusto de conocerlos a todos, pero la lista puede ser tan larga que este espacio sería insuficiente y corro el riesgo de dejar a alguien fuera y luego me reclamaría. Cuando fuiste mi jefe nunca me prohibiste hacer, intentar; sin embargo, no fui el único, muchos salieron de tu escuela de vida a ocupar cargos públicos, a ser regidores, diputados y hasta senadores. Otros tantos ocuparon cargos directivos en el servicio público, en dirigencias de partidos políticos y un número importante siguieron formándose académicamente.
Sin esa mano solidaria de tu parte, eso no hubiera sido posible. La mayoría de ellos, como yo, provenían de la cultura del esfuerzo. Ahora son personas formadas para salir adelante, asumiendo retos, porque lo aprendieron de ti. De verdad que son tantos y tantos jóvenes que me asombra. A todos ellos, mi estimado amigo, los has dejado con un vacío en el estómago. Tu partida no es grata, pero debes estar seguro que te quedas en el recuerdo honesto y sincero de cada uno de ellos. Te acompañamos en muchas batallas, las derrotas fueron difíciles, pero nada como a dejarte ir a la tierra de donde ya no podrás volver. Solo te encargamos nos hagas un espacio, porque ahora te toca ser la avanzada de la campaña.
En 1995, me platicaste que te ibas a salir del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y que formarías el Consejo Cívico de Tlalnepantla de Baz. Te dije que era un reto difícil, pero en ti nada lo era ni lo fue; siempre nadaste contra corriente. Fue en el restaurante “La Opera” sitio donde “Pancho Villa” soltó un balazo en el techo. Salimos del lugar y te volví a ver con dos fieles escuderos: “Tumalá” y el Azuri. Luego vendrían otros batalladores como Don Alfredo y su hijo, Teresa, Martha y tantos más que harían posible la victoria en las elecciones de noviembre de 1996. Ahí empezó todo; ese fue el origen de buenos gobiernos del Partido Acción Nacional (PAN). También fue la punta de lanza de tu proyecto hacia la gubernatura.
Pocos, realmente pocos políticos construyen y dejan un legado digno de tomar en cuenta; indiscutiblemente tú eres uno de ellos. El mérito es reconocido por querientes y malquerientes, traidores y leales, amigos y enemigos, por ciudadanos con y sin militancia partidista. Sabes que fuiste eso que se hace llamar un político de veinticuatro de horas, un todo terreno, un líder que despertaba críticas, que entusiasmaba a sus seguidores y que, sin duda, preocupaba a sus adversarios. Como todas las figuras públicas tuviste a tus detractores, algunos salidos de tu propia escuela. Sus opiniones fueron contundentes, hicieron daño, tal vez más allá del merecido. Ojalá esta vez reflexionen y te dejen descansar en paz. En el fondo, tuviste el valor de asumir el reto, de atreverte y eso es lo relevante. Alguno o alguna se quedó con aquella enseñanza y puede que llegue a donde tú te lo habías propuesto.
No todo fue perdido, no todo fue derrota, porque a tu proyecto se sumaron líderes que luego ganaron elecciones en sus municipios o distritos. Otros más perdieron el miedo de competir y asumieron el compromiso de llegar a la victoria. Estos mismos amigos formaron una estructura política que luego llevó a la victoria a Felipe Calderón hacia la presidencia de la República. Fue difícil despertar la conciencia cívica, fue complejo enfrentar el aparato del control político, por eso es meritorio el inicio de tu lucha política. Pasados seis años de arduo trabajo, en los eventos del PAN había alegría, confianza en sí mismos, sobre todo, se había perdido el temor a salir públicamente a manifestarse.
Hace tres años y cuatro meses me llamaste muy temprano. Llevaba a mi hijo a la prepa y quedamos de vernos en Lomas Verdes a eso de las siete u ocho de la mañana. Al llegar me soltaste la pregunta: —Sabes qué día es hoy. Te dije que sí, primero de diciembre de 2012. Y que si otro cantar hubiera sido, ese día tú estarías protestando como presidente de México—. Luego de un breve silencio, estuviste de acuerdo. Conversamos sobre lo que se hizo mal, sobre las traiciones y lo que se debió y se debe hacer. Eso nadie mejor que tú lo sabías. Deseaste éxito para el presidente entrante, porque en el fondo la esperanza era que le fuera bien a México. Siempre supe que esa elección fue una pesada carga para ti. Cada uno de los que te acompañamos en el intento sabemos parte y solo tú sabías la versión completa.
Entre todas las cosas buenas y malas, integraste a un grupo político que en el medio se conoce como el Grupo Tlalnepantla. Ese se queda, porque no te lo puedes llevar por ahora. Algunos de ellos tiene la formación y los méritos suficientes para trazarse nuevas metas, nuevos retos, con la ventaja de tener la experiencia del camino andado. En este grupo sembraste para el futuro y ese tarde, pero llega. Lo que si no veo es quién puede cantar granada o peregrina; a ti, al menos, no te daba pena.
Me acuerdo que nos juntamos en la casa de Guillermo y ahí platicamos sobre tus aspiraciones de volver a ser presidente municipal. Te comenté que lo veía difícil, pero que éramos amigos y eso era causa suficiente para dar la pelea, no tus encuestas que siempre enseñabas. Pasado el proceso me encontré a una persona que habías ayudado cuando fuiste presidente municipal y en tono de reclamo me recibió con un ¡Cómo que apoyaste a Rubén!. Mejor que nadie sabías que, más allá de tus cualidades de líder político, lo que nos hacía cercanos siempre fueron los lazos de amistad hacia tu persona. En la adversidad fuiste un verdadero promotor de esperanza, de aspirar a ganar, de llegar a la meta para volver a cambiar realidades adversas.
Como presidente municipal el salvo de tu trabajo es altamente positivo. Nunca te escondiste cuando dejaste de ocupar el cargo. Lo mismo estabas en un restaurante modesto que en otro lugar y las personas te saludaban con respeto. Eras bonachón cuando querías, en otras dabas muestras de tener una cultura sólida, aunque siempre terminabas por ser tú mismo. Algunas de tus decisiones no fueron las más acertadas, sobre todo, las dos últimas elecciones donde participaste. A pesar de ello, en Tlalnepantla de Baz se te recuerda bien, transformaste la ciudad con obras que no se han vuelto a ver en años. De eso estabas más que orgulloso. Es una pena que la continuidad del desarrollo en la ciudad se haya perdido; que se dejó de hacer cuando la ciudad estaba lista para arribar a niveles internacionales de calidad de vida. No era fácil trabajar contigo; un capataz se quedaba corto en la vigilancia de las instrucciones dadas.
Nadie esperaba que llegaras a un lugar a supervisar una obra a las tres de la mañana, que estuvieras checando la seguridad pública en la madrugada o el servicio de limpia. Menos que al día siguiente llamaras a los vecinos del municipio para preguntar si se había cumplido con su petición. Cierto es que dejaste deuda de largo plazo y eso fue una crítica constante a tu administración, pero las obras ahí están, ahí siguen. Lo que resulta extraño es que el municipio siga con deuda, pero ya no se hagan obras y que no exista claridad hacia dónde se gastó el dinero. No hay manera de comparar una gobierno con otro.
Vete en paz Rubén. Fuiste genio y figura. Que Dios te cuide querido amigo; que te guíe por el nuevo camino que has emprendido.