Andrés Manuel López Obrador ya consiguió su objetivo: fracturar al Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Como lo dijo en una mañanera de junio, después de la paliza que le dieron a Movimiento Regeneración Nacional (Morena) en las elecciones del domingo 6 en la Cámara de Diputados, perdió la mayoría calificada -sí, los que se tiran al piso dirán que nunca la tuvo, pero lo cierto es que la tenía con sus aliados y hoy no- donde el PRI era su objetivo.
-Si se quisiera tener mayoría calificada, se podría lograr un acuerdo con legisladores del PRI, o de cualquier otro partido, pero no se necesitan muchos votos para la reforma constitucional, dijo al lanzar el anzuelo… en el que mordieron los priístas, empezando por su líder nacional, Alejandro Moreno Cárdenas, Alito.
De inmediato, en el Senado, Claudia Ruiz Massieu Salinas, sobrina de Carlos Salinas de Gortari y priista del ala dura -fue secretaria general del tricolor- dijo que no, que no darán su voto a la reforma eléctrica, constitucional y en consecuencia necesitada de la mayoría calificada… que Morena perdió en San Lázaro y no tiene ni tendrá en Paseo de la Reforma.
Y la secundó Miguel Angel Osorio Chong, compañero de bancada e igualmente del ala dura.
Mientras, en diputados, Alito tuvo que matizar el discurso. Había dicho que el PRI analizaría y organizaría encuentros para discutir la reforma y que sus legisladores votarían en bloque.
Nada más errado.
Luego diría que no corre prisa y que no aceptarán presión (de Andrés Manuel).
También está en riesgo la coalición con PAN y PRD, que les llevó a quitar la mayoría calificada a Morena y a ganar nueve alcaldías en la CDMX y dejarle sin el control absoluto en el Congreso capitalino, además de en la Cámara del Estado de México y en municipios clave.
Ayer, Reforma publicó declaraciones de ex líderes del partido, que rechazan el voto a favor y advierten que el partido pagará muy caro si la aprueba.
Manlio Fabio Beltrones, Dulce María Sauri, Pedro Joaquín Coldwell y Enrique Ochoa se pronunciaron en contra.
El PRI está dividido, fracturado.
Y Andrés Manuel, gozoso.
Lo consiguió.
Las 26 muertes en la L-12
La muerte de 26 personas, incluido un niño, en el desplome de la L-12 del Metro quedará impune.
Como siempre, los sacrificados serán los mandos medios, desconocidos a los que se les puede acusar de todo.
¿Dónde está Marcelo Ebrard Casaubon, el jefe de gobierno que ordenó la construcción de la llamada Línea Dorada y que, aunque lo niegue, presionó para que se concluyera la obra antes de irse?
Cierto que en la lista de diez inminentes reos aparece Enrique Horcasitas, director general de Proyecto Metro, obligado a supervisar la obra y a mantener el contacto con ingenieros y arquitectos, pero eso y nada es lo mismo.
Ebrard Casaubon no será molestado ni para acudir a dar su versión en torno al incidente -así se refiere Claudia Sheinbaum a la tragedia- porque es el carnal de Andrés Manuel López Obrador y porque existe una jurisprudencia que lo exime de culpabilidad.
¿Cómo es posible que después de esa cuasi treintena de muertes Marcelo ande por ahí y hasta candidateándose para la Presidencia?
Por si fuera poco, los imputados tienen derecho a fianza.
Vámonos: Ricardo Monreal, coordinador de los senadores de Morena, reitera su exhorto a quienes no son legisladores a no contaminar la negociación para conseguir los votos para la reforma eléctrica.
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