Andrés Manuel López Obrador ha abierto un nuevo frente.
Y muy peligroso.
La UNAM no es cualquier cosa.
Y no se entiende que lo haga, si ésta ha sido históricamente semillero de izquierdistas y de grillos, políticos que se inician en los grupos estudiantiles y terminan en los partidos políticos.
Ahí está él mismo.
Atacar a la institución que nutre de mexicanos de bien, de médicos, ingenieros, actuarios, arquitectos, odontólogos, biólogos, sicólogos, abogados, economistas, sociólogos, periodistas y más al país, es uno de los peores errores que ha cometido en tres años de gobierno.
Andrés Manuel se formó en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Como millones de mexicanos, a la postre exitosos profesionistas y profesionales.
El jueves la calificó de individualista y la acusó de defender causas neoliberales.
El viernes -ayer- insistió y dijo que se derechizó.
Así como lo lee.
La UNAM ha sido históricamente un crisol.
Ahí convergen lo mismo las corrientes o ideologías de izquierda que de derecha.
O la que usted quiera.
Es un nido de grillos, de políticos que comulgan con una u otra.
Con uno u otro sistema económico.
Y no sólo los estudiantes.
Los profesores, los que imparten cátedra, como entes activos se manifiestan, muestran sus tendencias.
Sus filias y sus fobias.
Y sus autoridades.
Y es lo más natural en un lugar a donde se va, además de a aprender, a desarrollar la capacidad de análisis, de crítica, de opinión.
Sí, ya sé que López Obrador apunta más hacia los rectores, hacia quienes conducen la UNAM.
Pero de qué se queja, si jamás ha habido un rector que no sea cercano al presidente en turno. Y que no sea político.
Acaso ese sea su objetivo: colocar en Rectoría a uno de los suyos para controlarle.
Tal como lo ha hecho en todos y cada uno de los organismos e instituciones públicos.
¿Se perdió la emoción social?
Eso dice el presidente.
Asegura que quisiera más egresados de la UNAM en el gobierno, pero están en la iniciativa privada. En los despachos.
¿Y?
¡Ah!, olvidaba que para él son aspiracionistas y trepadores.
Trabajar para evolucionar personal, profesional y económicamente es un pecado para López Obrador y para su 4T.
¿Y qué hizo él -Andrés Manuel- sino trabajar para evolucionar personal, profesional y económicamente?
Aunque diga que no ambiciona, que en su cartera trae 200 pesos.
Nada más llegó a ser presidente de México.
Plausible su tenacidad, su insistencia, su lucha.
Pero si fuésemos como él, tendríamos que calificarlo igual: de pertenecer a esa clase media que ha trabajado por superarse.
Cuando necesitaba su voto, la clase media era fraterna, valiosa -aunque fuese individualizada, porque así la formaron los neoliberales- y fundamental para la presunta democracia.
Ahora que ha menguado su apoyo –y así lo demostró el resultado de la elección del 6 de junio, cuando perdió las dos terceras partes de la CDMX- ya es un sector egoísta y desechable.
Ex rectores como Juan Ramón de la Fuente, enviado por López Obrador a Nueva York, como representante de México ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), se manifestaron ayer a favor de la UNAM.
José Sarukhán Kermes censuró las críticas presidenciales y se pronunció por respetar a la máxima casa de estudios.
José Narro Robles, priísta de carrera, negó ayer haber hecho proselitismo cuando ocupaba la Rectoría. Tampoco se puede negar que Narro ha sido uno de los peores rectores y más descarados.
Hizo el ridículo cuando pretendió ser candidato presidencial.
Y las reacciones en contra de López Obdrador continuaron.
Académicos, politólogos, analistas.
Y millones de egresados.
Con la UNAM, no.
Así, Andrés Manuel.
Vámonos:
Inflación en 6.12 por ciento. Y apunta hacia 7.
Gasolina y gas. Lo que no iba a subir.
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