Batalla por el 18 de marzo
El próximo 18 de marzo de 2014, el país celebra el 76 aniversario de la expropiación petrolera; sin duda, la fecha más nacionalista de la historia de México. En años pasados, cada escuela, oficina de gobierno, explanada municipal, zócalo de los estados y todas las tribunas del país eran tomadas por sendos discursos que alababan al General Lázaro Cárdenas del Río, casi al extremo de su beatificación en el catálogo de los héroes nacionales. Los excesos de la demagogia y la oratoria oficialista era de lo poco que podía empañar el solemne festejo de la expropiación petrolera en honor del “Tata” Lázaro Cárdenas.
Cómo no recordar esa fecha que forma parte de nuestra educación primaria y de nuestra etapa de niños, cuando cumplíamos sin chistar las órdenes que se nos daban para participar en los festejos. En veces saliendo en un bailable, en otras recitando una poesía, pero en todas, haciendo honores a la bandera, repitiendo el “Bandera de México, legado de nuestros héroes” y cantando el glorioso Himno Nacional. Había que ir de riguroso uniforme blanco, zapatos negros boleados y el cabello corto en los hombres y el pelo relamido con cola de caballo en las mujeres. Muchos de nosotros conocimos a maestros empeñados en trasmitir los valores de nuestra cultura cívica y a historiadores serios que buscaban atar el sentimiento nacionalista en sus escasos lectores.
También estaban atentos los programas de televisión que se coordinaban para trasmitir el discurso oficial del heredero de la casa presidencial que, banda en pecho, se preparaba con ahínco para reconocer la gesta heroica del michoacano nacido en Jiquilpan, que se incorporó a la revolución en 1913, que apoyó la Convención de Aguascalientes, para luego unirse a Carranza y a los jefes militares sonorenses, que lo harían gobernador y secretario de Estado, para, finalmente ser presidente de México y en 1938 decretar la nacionalización del petróleo.
Todo eso movía el 18 de marzo de cada año. Ahora las cosas han cambiado un poco. En las escuelas se insiste en celebrar la expropiación petrolera, porque forma parte de un calendario cívico, pero lejos se está de aquél fervor patrio que despertaba el aniversario de la expropiación atribuida en exclusiva al presidente de México en los años 1934-1940, quien por cierto detestaba a los políticos profesionales de su época, entre ellos al cacique potosino Gonzalo N. Santos.
Si bien se preparaban cientos de ceremonias, poco era y es lo que se sabía del General Cárdenas y de la nacionalización petrolera. Lo único que se buscaba era dejar en la mente de los educandos, que Cárdenas les quitó el petróleo a los extranjeros ambiciosos y que desde 1938, el petróleo es de los mexicanos, a pesar de saber poco de lo que se era dueño. Sin embargo, el próximo 18 de marzo tiene algo de peculiar: las motivaciones para celebrar la expropiación petrolera han cambiado y lo que combatió o nacionalizó Cárdenas ya se reformó; desde hace unos meses el Poder Legislativo modificó la Constitución General de la República para permitir la participación del capital privado en la explotación del petróleo.
Esta reforma constitucional, aprobada mecánicamente por la mayoría de los diputados y senadores de la República se desarrolla en un contexto de excitación política. Por un lado, los reformadores dicen que le va a ir mejor a México, mientras la oposición dice que es traición a la Patria y, por tanto, al cardenismo nacionalista. Los primeros insisten en señalar que la inversión extranjera permitirá generar más empleos; que el gas y la gasolina van a costar menos y que la empresa Petróleos Mexicanos (PEMEX) será más eficiente. Para los segundos es el atraco más grande contra la riqueza nacional y constituye la entrega del oro negro a intereses particulares extranjeros; es decir, la reforma va en contra del destino manifiesto de los mexicanos establecido por Cárdenas.
La televisión también está jugando su parte y lo hace de distintas maneras. Dos de ellas son evidentes y no niegan su preferencia privatizadora. Si bien la injerencia de las televisoras ha sido duramente criticada, esto no le resta efectividad y han detonado generadores de opinión en favor de la legitimación de las acciones reformistas. En una aproximación, se percibe que a este grupo pertenece Héctor Aguilar Camín y una mayoría de invitados al Programa “Es la Hora de Opinar”. Su contraparte es Carmen Aristegui que por el momento es considerada la periodista más influyente en la prensa nacional. Es asombroso que la clase política tenga marcaje personal en el programa “Primera Emisión” de MVS Radio, para solicitar su derecho de réplica y no en la cantidad de plumas oficiosas que han demostrado ser poco convincentes ante un auditorio más informado, como es el que escucha a la periodista.
En el ámbito de los partidos es notoria la preferencia de cada cual. El Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido Acción Nacional (PAN) apoyan las reformas que permiten la participación de particulares en la explotación del petróleo; por su parte, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) abiertamente está en contra. A nivel de cúpula de los partidos que están en favor de la reforma de PEMEX, las alianzas han funcionado de maravilla, pero a nivel de las bases militantes, el resultado puede ser otro. Esto es más claro en el PAN donde una parte de sus militantes le gritan “vendido a su dirigente nacional”, mismo que ahora busca reelegirse como presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PAN.
Es evidente que este 18 de marzo será un momento único para ver las reacciones de cada bloque. El mayoritario parece ser la televisión, la prensa oficialista y los promotores políticos de la reforma. Sin embargo, la aparente mayoría no es sinónimo de control ni de que la minoría esté derrotada. Más al contrario, la mayoría está generando su propio movimiento nacional en contra; es decir, está integrando un frente nacional adverso a lo que la izquierda llama la privatización del petróleo, pero también de la crisis económica y en contra del regreso de las formas autoritarias de ejercer el poder público. Con razón o sin ella, la oposición está visualizando una oportunidad para avanzar en su lucha política nacional y esta vez las bases sociales de su estrategia se las está generando el propio gobierno.
La realidad nacional parece no tener lógica. Existen una mayoría institucional que no lo es y una minoría opositora que tampoco está disminuida. La mayoría, que en una democracia sería suficiente para que un país marche, está temerosa de la fuerza que pueda cobrar la disidencia nacional, misma que a estas alturas parece no estar exclusivamente en las filas de la militancia del PRD. Las acciones beligerantes se están formando en varios sectores de la población, en las universidades públicas e instituciones de educación superior, en la disidencia magisterial, en los barrios y en las víctimas de la reforma hacendaria. Más aún, una cantidad importante de gobiernos municipales y estatales, identificados con el Gobierno Federal que no están haciendo bien su tarea y eso está atomizando la inconformidad comunitaria a nivel de calle, manzana o colonia.
Estamos frente a un aniversario de la expropiación petrolera con tintes políticos inéditos, nunca antes vistos ni calculados. Para los reformadores es una oportunidad para tomar el pulso del pueblo que, a decir verdad, sigue sin saber en qué le benefició o en qué le va a beneficiar una reforma que se dice es de “gran calado”. Puede que se decida celebrar poquito y esperar a que pase este día que será usado por la mayoría para “regresar de puente vacacional”; o que la televisión cumpla su función de deslegitimar o minimizar las muestras de inconformidad de la oposición. En el fondo, los estrategas saben del riesgo latente que es sostener la legitimación del gobierno por medio de los medios de comunicación y no por las propias bondades de la política.
Por su parte, la oposición tiene calculado que este es el momento que estaba esperando y que su gran promotor es su adversario en funciones de gobierno. Para empezar, el 18 de marzo próximo será el marco para que el PRD escuche a su líder moral, el Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, el hijo del “Tata”, y tome la decisión de tener un candidato de unidad para dirigir el destino de ese partido. Si esto es así, más allá de las movilizaciones, el festejo de la expropiación petrolera puede ser el marco de la refundación del PRD y el inicio de un movimiento nacional organizado desde y para el partido político que encabeza a la izquierda mexicana.
Esto pasa en la lucha política, pero en las escuelas públicas del nivel básico qué se va a festejar: la nacionalización de Cárdenas de 1938 o la reforma que permite la participación del capital privado en la explotación del petróleo de 2013. Esta vez, parece que la respuesta no está en el viento.