Los tacos de chicharrón prensado en chile verde y el jarro de café Legal con canela reanimaron al Juan Barrancas, los primeros auxilios que le presto Doña Pachis, le hicieron volver a creer en la humanidad por algún rato y que la vida no era tan oscura y hedionda, que todavía había gente bondadosa y generosa y sobre todo platicadora, que podría estar escuchando sus historias de antaño, de un país que hacía muchos ayeres había cruzado la línea del honor que distinguía a las personas, hasta los ladronzuelos tenían códigos y se metían solo con los ricachones pero ahora la muerte y el agandalles de políticos sin entraña, culebras rifaban por el Valle del Caos.
Las corretizas y el vacile vacilón era el entretenimiento de aquellos mozalbetes del mediados del siglo pasado, ahí estaban en el corralón, un solar donde sobraba espacio para los olvidados del México, ahí estaba la Gitanilla de los ojos grandes, bautizada como Francisca, “también me decían Pachita, ya le relataba al Barrancas, yo jugaba con puros hombres porque no había muñecas ni amigas, unos de Marabatio me gritaban machorra, pero no me importaba, yo la hacía de cátcher, y en aquella ocasión en el diamante del corralón donde vivíamos, el pitcher era el Beto y, que tira un pelotazo como la película “El beisbolista fenómeno” del Resortes Resortín de la Resortera, Adalberto Martínez, y rájale que me hace un chichonzote en el entrecejo que me hizo ver estrellitas en el suelo, que me paro y que el empiezo a dar de patadones, cuando que se lo llevan y llegaron con el mertiolate y la sal, que me untaron la hija de Doña Regina y los hijos de Doña Florentina, pero no faltaron los señalamientos de siempre “!Ay pero mira a ti que te gusta estar con ellos! Pero tenía mis cuatitas que me querían Doña Pepa, Arcelia, Mariquita, ayy como me acuerdo de doña Ramona, era alta, pero media borrachita, pero nadie “es monedita de oro”, dice el dicho porque una vez me peleé con la Floriberta, porque me dijo que era hija de la calle, porque no andaba metida en mi casa, que me parecía a la “pelanueces”, que se dedicaban a pelar el fruto y por eso les decían que eran “frutillas” y que la jalo de sus trenzas güeras le di de patadas y que me amenaza ¡ va a venir mi mamá y lo veras! Pero lo bueno que no fueron a acusarme y mi mamá Lucecita ni se enteró sino para que te cuento. De las personas que eran a todo dar y de admirarse, era Aurelia que era cieguita, pero planchaba rebien la ropa con las planchas de lumbre, era bien cantadora, “…ay mamá pues que aburrida esta y échale un quinto al piano y que siga el vacilón…”
El baúl de los recuerdos abría sus páginas, era una tarde gris, –recordaba Pachis, la gitanilla machorra–, Vicente mi hermano, estaba jugando frontón en una pared vieja de San Simón, había una rivalidad entre los del corralón donde vivíamos y los del callejón. Era el juego de los pobres, donde median fuerza con el Rizado Ruis, un muchacho que empezaba de luchador y se creían Juan Camaney porque con el dinero de sus papás había ido a la Coliseo. Y entonces jugaba Vicente, el Ratón con el hijo de Doña Gudelia, Carlos y llego el mentado Rizado Ruiz, que se teñía de güero con agua oxigenada y en eso que pasa Cristina mi hermana, que estaba guapetona y que la da un tortazo, bueno le toco el trasero, no vayas a pensar en comida eh Juanito Camagüey Barrancas y Vicente se dio cuenta y le reclamó, pero el desgraciado aprendiz de luchador que me lo baña en sangre, y que luego lo busco para reclamarle y no lo encontré hasta después de ocho días cuando llegaba de trabajar, en el Euskaro, allá por las tolvas de harina en la calle de Lerdo y San Simón por los famosos columpios. El bajaba el camión y cuando lo veo que me lleno de rabia y recordé a Vicente bien ensangrentado como el Nazareno y que encuentro un tabique y que sin que se diera cuenta que le sorrajo un tabicazo y se cayó como muertito y que me echo a correr y ahí se quedo tirado, ni supo con quien perdió —juar juar juar se reia de sus maldades Pachis–y que me jalo por la calle de Inglaterra como si fuera corcel y a los días que me lo vuelvo a encontrar cara y traía un parche en la nuca y cara de toro loco y que se me queda mirando mientras yo comencé a recordar cómo había azotado como res y se me quedaba mirando, pero esa es otra historia….