NAUCALPAN, Méx.- A esta altura, el frente frío es helado. Desde San Francisco Chimalpa, en Naucalpan, se ve la ciudad y la capa de contaminación que la cubre, pero también la línea precisa donde el cielo vuelve a ser azul; acá arriba, todavía hay paraíso, pero también hambre “porque aquí, la verdad, sí se batalla mucho para comer”, nos dice Jyocelín Rivera Hernández, de 18 años, mientras tiene sentado a su pequeño hijo en sus piernas.
Ella y otras 29 mujeres del barrio La Magnolia, de este pueblo en donde aún hay personas que hablan otomí, han emprendido un proyecto que, por lo pronto, les ha devuelto los sueños y podría cambiarles la vida. Se trata de un programa de empleo temporal que además del pago de jornales, les proporcionó recursos para comprar insumos e iniciar una microempresa de cultivo de hongo seta.
En la casa de doña Catalina Flores Zeferina, otra de las participantes, quien proporcionó el lugar para llevar a cabo el proyecto, este grupo de mujeres escarbó en dos cuartos en obra negra con suelo de tierra, para emparejarlo y poner piso; encalar, instalar plástico negro en las paredes para conservar la temperatura; construir anaqueles de madera, donde colocaron los 500 “pasteles”, que son las bolsas con la paja y las esporas del hongo.
Esta mañana, doña Cata y Jyocelín, con María Santiago, Dolores, María Félix e Isabel, cuyas edades van de los 18 a los 60 años, nos recibieron para platicar sobre el cultivo de setas. Sonríen, primero con timidez, pero al calor de la conversación, las bromas, sueltan una que otra carcajada que pronto se diluye con el aire que enfría sus caras y sus manos, y el espacio abierto, donde cabe un bosque y una ciudad.
Nos cuentan que los recursos económicos del programa los proporciona la administración federal, en tanto que el Gobierno de Naucalpan, que encabeza el Presidente Municipal, Edgar Olvera Higura, está a cargo de la capacitación técnica, a través de dos ingenieras agrónomas de la Dirección General de Medio Ambiente y el Sistema Municipal para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF).
En Chimalpa Viejo, en el barrio La Era, otro grupo de 30 personas, 24 mujeres y 6 hombres, llevan a cabo el mismo proyecto. Aquí, junto a dos cuartos a medio construir, edificaron una especie de invernadero, con polines, láminas y madera, para colocar los anaqueles.
Una vez que se impartió la instrucción técnica, interviene el Instituto Naucalpense de la Mujer, para realizar pláticas de autoestima con el fin de hacer conscientes a las participantes, de que tienen la capacidad de llevar a cabo proyectos productivos y generar riqueza para sus familias, además de proporcionar apoyo psicológico, si se requiere, y asesoría jurídica para las mujeres que tengan algún problema legal, como el cobro de la pensión alimenticia para sus hijos.
“Con el apoyo que nos dieron, mandamos a hacer una tina y una instalación de gas adecuada, con calentadores con la potencia necesaria para hervir seis pacas de paja, tienen que estar bien esterilizadas para que tenga un buen proceso el hongo”, nos comenta Verónica Joaquín Gregorio, una de las mujeres emprendedoras de esta comunidad.
Otra de las dependencias del Gobierno de Naucalpan que participa en este proyecto es la Dirección General de Desarrollo y Fomento Económico, para asesorarlas en la comercialización de los hongos, proceso que iniciará en unos días.
Verónica lo tiene claro. “Si nos ponemos atentas a todo lo que se nos enseña, podemos llegar a ser microempresarias. El apoyo fue para estimularnos, de ahí sacar recursos y ser unas mujeres aportadoras en el hogar; llegar, alguna vez, si queremos, a ser independientes. Puedo traer a mi hogar recursos sin salir a trabajar a la ciudad, para que mi esposo no esté completamente metido en el trabajo”.
El proyecto le ha devuelto la fe a estas mujeres e incrementado su autoestima. “Me ha cambiado mi vida, porque me ha hecho saber que soy una persona más útil de lo que yo pensaba, me ha hecho saber cosas que yo no conocía”, explica Vero.
Para Jyocelín Rivera, los recursos que se obtenga por la tonelada y media de hongos que esperan producir en La Magnolia, “me van a ayudar a terminar mi casa, a no quedarme sin comer, con este trabajo que nos dieron vamos a salir adelante”, expresa con la mirada llena de esperanza.