POR NORBERTO HERNÁNDEZ BAUTISTA
Para los mexicanos, en particular para el gobierno federal dará lo mismo si es Trump o Kamala Harris presidente de los Estados Unidos (EU). Ellos tienen intereses no amigos. Más claro ni el agua, por un lado, hacen negocios con Arabia Saudita, sin importarles la democracia ni el respeto a los derechos humanos, pero si su petróleo. Es una monarquía absoluta y un país donde los actos de homosexualidad son castigados con la muerte. Arabia Saudita tiene petróleo y, por lo tanto, es y será un socio respetado de los EU. Es su gran aliado militar, al igual que de Israel en Medio Oriente.
En Venezuela ocurre algo parecido, pero al revés, es un país con mucho petróleo. El problema es que antes lo tenía y lo controlaba la oligarquía venezolana al servicio de los EU, ahora no. Lo controla el chavismo, encabezado por el presidente Nicolás Maduro. Es un país de interés estratégico para los EU, por lo que su argumento intervencionista es la defensa de la democracia y el respeto a los derechos humanos.
Desde siempre, el aliado permanente de los intereses norteamericanos es la oligarquía venezolana, acostumbrada a servir y ser su aliada a cambio de recibir su parte. Entre esas partes está incluido el control del gobierno nacional, los poderes públicos y el ejército. Sobre todo, enriquecerse a manos llenas con el manejo del erario público. El escenario se complica para la continuidad de Maduro cuando se encuentran grandes reservas de petróleo en la frontera venezolana con Guyana, limitada por el río Esequibo.
En el pasado proceso electoral presidencial, hubo un intervencionismo apabullante en contra de la continuidad de Maduro. La idea no era vencerlo electoralmente, más bien deslegitimar cualquier resultado que lo favoreciera. Todos los medios de comunicación internacionales vinculados a los intereses de los EU y sus aliados en América y Europa se aplicaron a difundir una campaña intensa de fraude cuando todavía no ocurrían las elecciones. Por su puesto que esto incluye a la derecha mexicana y los medios de comunicación afines.
La oligarquía local, como era de esperarse, se subió a los efectos mediáticos de esa estrategia para desestabilizar internamente al país y mantener una denuncia de fraude electoral, violaciones a los derechos humanos y su aparente defensa a la democracia. Más allá de las críticas que pudieran existir en contra del gobierno del presidente Maduro y su continuidad, lo destacable es el pujante interés de los EU por reasumir el control del petróleo de Venezuela, de sus minas de oro y los recursos naturales útiles para las empresas norteamericanas. No olvidemos que EU tuvo en guerra a Guatemala por treinta años y dieciséis a El Salvador en alianza con las oligarquías de ambos países.
Los EU tienen un ídolo de la pantalla en Sudamérica “el Peluca” Javier Milei. Y lo es de las oligarquías en Venezuela, España y en México. ¡Imagínense nomás! No es Lula, no es Petro, no es Evo, tampoco AMLO. Sacar de la pobreza a los pueblos no es del interés de los EU. México tendrá que enfrentar la política exterior norteamericana que sigue aplicando los métodos de la doctrina Monroe y las prácticas desestabilizadoras de Henri Kissinger. Esto refleja que el mundo ha cambiado, pero los EU no.
Dos temas serán los favoritos de EU para condicionar la política exterior de México: la migración y el tráfico de fentanilo. De ahí se pueden derivar acciones del máximo intervencionismo norteamericano al interior del país debido a que los cárteles de la droga mexicanos han corrompido a políticos, empresarios y autoridades mexicanas. Pretexto tienen.