Las estructuras de los cárteles tienen una necesidad primordial: incrementar su poder económico. Su actividad es, fundamentalmente, un negocio altamente lucrativo. Se organizan para generar los recursos que permitan su preeminencia. En su actuar cotidiano, buscan controlar territorios, para manejar patrimonialmente las rutas de trasiego de la droga y otras actividades ilícitas. Una vez bajo su control, actúan libremente al amparo de autoridades subordinadas, asociadas o temerosas. Su arma favorita no es el fusil de asalto sino grandes cantidades de dinero para comprar funcionarios y disponer de cargos públicos para “su gente”. Su penetración es tan amplia que se sospecha -con mayor insistencia- de su participación en el financiamiento de campañas electorales o el pago de carreras políticas, lo que de confirmarse los acercaría al nivel de la mafia italiana, rusa o la que surgió en la región de los Balcanes, después de la desaparición de Yugoslavia. De ser así, estamos en la transición de tener autoridades disminuidas que actúan como socios de los cárteles a autoridades subordinadas al servicio de estos grupos.
De acuerdo con el investigador José Fernández Santillán, “los narcotraficantes en México también se han vuelto productores y compradores en la misma dinámica de la globalización, donde se hace de todo para ganar mercado, no se conforman con vender a los estadounidenses o con comprar la droga a los colombianos, sino que se mueven en todas las latitudes”[1].
La delincuencia organizada mexicana llegó al nivel superior que se quería evitar: traficar drogas a nivel mundial. De acuerdo a declaraciones oficiales de funcionarios de los Estados Unidos, los cárteles mexicanos tienen presencia en 230 ciudades. En términos más precisos, el Centro Nacional de Inteligencia sobre Drogas (NDIC), dependiente del Departamento de Justicia, describe que “el cártel de Sinaloa opera en por lo menos 75 ciudades de Estados Unidos, el del Golfo y Los Zetas en por lo menos 37 ciudades, el de Juárez se ha establecido en 33 ciudades, el de los Beltrán Leyva en 30 ciudades, la Familia Michoacana en por lo menos 27 ciudades, y el de Tijuana en 21 ciudades”[2].
En el área de Centroamérica también se padece la presencia de narcotraficantes mexicanos. En poco tiempo la lucha por el control del territorio se convirtió en el problema mayor que enfrentan Guatemala, Honduras y El Salvador. Países del llamado “triángulo Centroamericano” que, junto a Panamá y Costa Rica, pasaron de ser meras rutas de tránsito a áreas claves de producción y consumo de estupefacientes.
Según Bruce Bagley, “los narcotraficantes se están dando cuenta que México es un lugar muy peligroso, violento y arriesgado, lo que ha causado que busquen otras rutas a través de América Central y el Caribe”[3]. Los narcotraficantes mexicanos se están extendiendo, llegando a territorio Argentino para obtener materia prima para las metanfetaminas, y a otros países andinos, incluyendo Colombia, para poder comprar directamente de las fuentes productoras de cocaína.
Ante el empuje de estos grupos criminales, el Presidente de Guatemala, Álvaro Colom, ha insistido en la urgencia de trabajar conjuntamente para atender el problema de la presencia de los narcotraficantes mexicanos, en particular del grupo de “los Zetas”. Solos no tienen la mínima alternativa: cuentan con un sistema de justicia criminal débil que, junto a la corrupción incrustada en sus instituciones de gobierno, hacen imposible el combate a las actividades del tráfico de drogas y armas de los criminales mexicanos.
Según el Vicepresidente, Rafael Espada, Guatemala se ha convertido en un paraíso para los narcotraficantes. “La policía y las Fuerzas Armadas estaban todas contaminadas y pagadas por los narcotraficantes”. En consecuencia, enfrentan una realidad adversa y sin posibilidad de contrarrestarla con recursos propios: se calcula que circulan más de 500 mil armas ilegales, cantidad superior a la registrada en 36 años que duró su guerra civil. En el 2008, hubo más de 6,000 asesinatos en un país de 13 millones de personas. La mitad de estos crímenes son relacionados con el comercio de las drogas.
En El Salvador la presencia de criminales mexicanos ha desencadenado en peleas territoriales. En 2009 se elevó en 37% la tasa de asesinatos en el país. El ministro de defensa salvadoreño, David Munguía Payes, expone que “entre más presión hay en México, más cárteles se irán a Centroamérica en busca de lugares seguros”[4]. Sin demora, los traficantes mexicanos también han estableciendo bases en Honduras para facilitar el transporte de drogas hacia México, de acuerdo con las autoridades hondureñas.
En Costa Rica se tiene documentada la presencia del “cártel de Sinaloa” que realiza actividades de almacenaje de droga proveniente de Colombia para luego embarcarla hacia otros países. Desde 1949, Costa Rica no tiene un Ejército Nacional, lo que dificulta la lucha contra los traficantes. La Policía de Control de Drogas (PCD) cuanta con 183 oficiales que son responsables de combatir la industria de las drogas que mueve, vía terrestre y marítima, 1,000 toneladas de cocaína al año, con un valor calculado en 500 millones de dólares. A todas luces, “la Suiza de Centroamérica” es ahora un país altamente vulnerable a la fuerza operativa de los traficantes.
La ubicación geográfica de Panamá, lo colocan como un corredor excelente para el transporte de drogas proveniente de Sudamérica. Es un lugar privilegiado para el almacenamiento y lavado de dinero. El profesor panameño Eduardo L. Lamphrey describió claramente la situación: “Cuanta más cocaína pase por nuestro país más dólares de narcos estarán disponibles para lavar a través de la compra de propiedades, negocios y testamentos; más personas serán ejecutadas, mutiladas y acribilladas a balas; y habrá más vecindarios marginalizados donde la única ley está dictada por las organizaciones mafiosas”.
En el 2008, las autoridades panameñas confiscaron 53 toneladas de narcóticos, pero reconocieron que no fueron capaces de evitar que el narcotráfico se convirtiera en la principal causa del crimen y de los asesinatos en el país debido a las acciones de los cárteles colombianos y mexicanos. José Abel Almengor, ex fiscal anti drogas de Panamá, dijo que las actividades del narcotráfico en Panamá han aumentado en años recientes debido a que los cárteles de México y Colombia están siendo sofocados en sus propios países. Esto, “produce una migración de traficantes al resto de los países en Centro y Sudamérica, y Panamá no puede escapar esa realidad”[5].
Además de la invasión criminal a Centro y Sudamérica, los narcotráficos mexicanos han logrado un incremento en el tráfico de drogas hacia Europa, vía el Norte de África y Medio Oriente, aprovechando la crisis política de esas regiones del mundo. Sin tener la certeza, preocupa la relación que pudieran tener con organizaciones criminales y terroristas extranjeras. Tal como lo refieren Michael Braun, ex administrador de la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés) y el catedrático del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) Edgardo Buscaglia.
Desde el año 2009, autoridades norteamericanas revelaron la presencia de las organizaciones mexicanas –principalmente los cárteles de Sinaloa y de Juárez- en Europa, África, Asia y Oceanía. Es importante destacar la incipiente participación de cárteles mexicanos con la mafia de la Ndrangheta, la entidad más moderna y poderosa dedicada al tráfico de cocaína, situada en la región de Calabria, Italia. “Una de las organizaciones criminales multinacionales, capaz no solo de condicionar la política, sino de cambiar los modelos de consumo y las mismas costumbres”[6]. Cynthia Rodríguez dio seguimiento en una investigación a un caso de tráfico de drogas entre el cártel del Golfo y una organización vinculada a la Ndrangheta, lo que puso en evidencia la búsqueda de nuevos mercados y rutas por parte de los traficantes mexicanos.
La demanda de cocaína en Europa, la ex Unión Soviética y otros países del hemisferio occidental representa una oportunidad para los narcotraficantes mexicanos que buscan hacerse de esos mercados emergentes. “Hay evidencia creciente de que cárteles mexicanos también están involucrados en el embarco de cocaína a Europa, vía Oeste y Norte de África, y estarían también trabajando duro en crear ambientes permisivos en el Oeste y Norte de África para operar”[7]. Según Buscaglia, las rutas nuevas tendrán un costo alto para los mexicanos, pero lo pagarán porque traficar drogas sigue siendo negocio para ellos.
*Ex Presidente del Instituto Electoral del Estado de México
[1] Analista del Instituto Tecnológico de Monterrey.
[2] Ver. http://www.corresponsalesenlinea.com/distrito-federal/narcos-invaden-sur-de-los-estados-unidos-ndic.html El reporte fue fechado el 27 de marzo y distribuido entre las sedes diplomáticas y puertos de entrada fronterizos el 4 de abril del 2011.
[3] Especialista norteamericano en el tema de narcotráfico y editor del libro: Tráfico de Drogas en América.
[4] Ver. El desafío de las drogas requiere una respuesta colectiva, dicen líderes centroamericanos. Por. Rubén Luis Ayala. En: Agorarevista.com
[5] Ver. Los países en las rutas de tránsito se convierten en productores y consumidores. Revista ágora Volumen 3. Número 2. Año 2010. REDACCIÓN ÁGORA
[6] Ver. Cynthia Rodríguez. Contacto en Italia. El pacto entre los Zetas y la `Ndrangheta. Editorial DEBATE. México, Noviembre de 2009. Página 45.