El Juan Barrancas comenzó el descenso del cerro del Tenayo donde para su mala suerte se quedó jetón cerca de un hormiguero y lo piquetearon el rostro, estaba irreconocible, para aliviar sus males iba caminando para la ciudad amurallada a ver que jais, cuando lo vieron unas señoras que se santiguaron y soltaron un grito como si les hubiera aparecido el Chamuco y que se escuchó en tofo el vecindario ¡ayayayay nanita el Chupacabras! ¡Dios nos proteja de todo mal, Padre nuestro que estas en los cielos santificado sea tu nombre, perdona nuestros pecadotes!… comenzaron rezar, cuando un escuintle listo para el desmadre con su resortera le empezó a aventar unos rocazos que despertaron más al Barrancas, quien echo a correr como alma que lleva el diablo, temiendo por su vida ya que el grito alertó a unos vatos que ya lo venían persiguiendo como si le hubieran puesto un cohete en el cubanito.
Pero cuando el asunto era correr, nadie como el Barrancas, quien sacó fuerzas de su pasado y perdió a los deshonrados doblando la esquina por donde estaba la recaudería de Epigmenio, tomo respiró y sin que lo vieran se jalo unos plátanos y unas cabezas de ajos que estaban mal puestas, se tragó las bananas como King Kong y luego pelo lo ajos y se los empezo a tragar, sabían horrible, pero le bajaron el ardor y la hinchazón de su perfil griego y se encaminó sin rumbo fijo cuando ya estaba a las puertas del camposanto.
Franqueo el umbral entre los vivos y los muertos y se sintió tranquilo, el silencio reinaba, solo interrumpido por el trinar de los pajarillos que daban la bienvenida a un nuevo día, el Barrancas se sintió en su elemento, la paz de los panteones lo tranquilizaban, lo ponían con los pies en la tierra, ahí entre las cruces, con las flores silvestres y las lapidas, los querubines, los cristos crucificados y las imágenes de Santa María Virgen y el Sagrado Corazón de Jesús, nadie era más ni menos ahí tres menos bajo tierra, todos eran iguales, aunque en vida se creyeran la divina garza envuelta en huevo, el más caifán del barrio o la última Coca-Cola del desierto.
Lo quisieran o no todos eran iguales, las riquezas que hubieran tenido en la vida en el panteón valían dos puras y otras con sal, tochos morochos, desde el más Chicarcas más cagaancho hasta el más humilde de los mortales, le rendían a la canija muerte, nadie se salvaba, más tarde o temprano, teníamos que caer cadáver cavilaba Juan cuando sintió una mano a su espalda que lo hizo saltar, ¿qué pasotes con esos zapatones mi Barrancas? ¿Qué milagro que vienes a visitarnos? ya sabes aquí es tu casa escucho de un voz que lo hizo voltear y retorcerse del miedo cuando se dio cuenta que no había nadie para que una carcajada refrendara el saludo matutino y el cabezotas solo atinara a responder. Gracias, ya sabía que a donde voy siempre tengo amistades, ¡buenos días hijos de mi aventura más locotrona, también saben que lo quiero!jajajaja sonrió nervioso.
No, no es nada, repensó, solo son figuraciones, es la resaca de la danza de lo peyotes, que me zumbe en la noche, no puede ser que ya oiga voces y tan de mañana, alzo la cabezota para ver si veía a alguien por la olvidadas tumbas, pero nada ni nadie, solo un airecillo frio que sintió en el piqueteado rostro, que ya le había dejado de molestar, sin pensarlo, como era su costumbre puso pies en automático y comenzó a caminar como alma en pena, hasta llegar a la pileta, donde antes de zambullirse un baño gitano se quedó quieto, paralizado, ¿ese guey, ese vato que se reflejaba en la clara agua matinal quien era?
No se reconocía, hacía tiempo que no veía ese rostro, abotagado, todo infurtido por tocho morocho, alcanfor, sotol, charanda, siguaraya, de la achicalada y hasta fumigada y párenle de contar, con los pelos revueltos, ¡ay cabrón! con razón me confundieron con el pinche chupacabras, ja jajajajaja se rio, para luego con el agua fría refrescarse la feis cuando ya casi sin pensarlo se iba a aventar un chapuzón a la alberca panteonal, cuando de nuevo escucho aquella voz, ¿qué paso Barrancas que no sabes que ahí no se puede nadar? No seas bestia jajajajajajajaa….
El Barrancas se quedó tieso, estupen-facto, ¡ay cabrito norteño! Para luego ponerse respondón: ¡Ahora qué, qué! ¿Quién me habla? háblenme de frente, como lo machitos, no se escondan que se traen, lo que suene que haya de sonar, no se anden por las ramas, aquí traigo para quererlos acérquense que tengo para dar y prestar,! ayayay espántenme panteones, háblenme montes y valles! decía seguía nervioso, hablando y hablando cruzando la frontera de la razón y la locura, para no mojarse del miedo y mejor que se acerca a un pirú para regarlo bien ecologista, mientras volteaba para ver de dónde venía esa voz que lo inquietaba y nublaba la mente.
¡Vale madres ya hasta escucho voces! ¿qué me pasa? uno que viene a este remanso de paz a visitar a sus difuntos y empiezan a molestar, alzando la vista al infinito y ahora sí, de su aguardentoso pecho soltó ¡ya estuvo Chuchito levántame la canasta! ya me voy a portar bien aunque sea solo un fin de semana jajajajaa, sí el mundo está de cabeza que no se pueda uno destrampar un rato., que tanto es tantito cuando se trompicó y fue a escupir al suelo, cayendo en una tumba, donde el epitafio atrapó su atención que pelo unos ojotes: “Aquí yace el Juan Barrancas que fue un hijo de la mala vida, la gozo pero en el pecado llevo la penitencia” Y de nuevo volvió a escuchar esa voz que ya lo empezaba a enfadar: “ Bienvenido a casa Juanito” pero esa es otra historia…