La piadosa virgen refulgía en la oscuridad de la noche con su manto negro que cubría la santificada cabeza, la aureola centelleaba, recorriendo una luz casi eléctrica el contorno de la túnica, iluminando su pálido rostro, en la penumbra de la capilla, los cirios y veladoras de los milagros concedidos daban un ambiente religioso con la niebla que cubría el lugar santo, con otras imágenes, la del Cristo Crucificado, vapuleado, ensangrentado, que clamaba en silencio lo desclavaran ¡ya estuvo no sean hijos de la chingada! pareciera a punto de gritar, ¿quién podía soportar ese dolor? para salvar a una raza malagradecida que lo había entregado a los polizontes romanos, ¡qué poca! atravesó por la mente del Barrancas, ¿cómo podía haber tanta maldad? comentó como leyendo su pensamiento el Ramirron.
Voltearon magnéticamente la mirada la Madre María que doliente empezaba a lagrimear, sus mejillas, sin cesar la humedad corría cual amargo llanto, desesperanzador, estrujante, al tiempo que los dos compadres se miraron preguntando ¿qué tranza? La misma que llora y se danza…
Es un alucine o los efectos de los licorcitos de fruta, soltó el Ramis, luego se quitaron las chinguiñas para ver mejor, y si el tabaco tenía otro color, pero posteriormente un escalofrío recorrió su humanidad, con la piel chinita, hasta dejarlos pasmados, paralizados, sin habla, hasta que el Barrancas balbució va-va-va-mo-nnos y puso pies en polvorosa, seguido del Ramirrón, quien grito ¡no seas desgraciado no me dejes aquí Juan! Quien ya rebasaba los cien metros cual si lo persiguieran los matutes en el barrio cuando bien faroles los correteaban por estar chupando en la calle o en la fiesta patronal de San Lucas Matoni, el apóstol escribidor del evangelio…
Hasta que sacaron el bofe se pararon de su fuga de las visiones de los espíritus chocarreros, ¡no manches Ramis ya me voy a portar bien, ya no voy a fumar de esa madre! Pero yo también vi como lloraba y yo no fumo de esa siguaraya, repuso.
Estaba llorando la virgencita a lo mejor nos quería decir algo y no aguantamos la vara, reviró el chaparro, hay que regresar.– ¡Que regresar, ni que regresar estas bien operado del cerebro! Con esas cosas no se juega, estaba viva nomas le falto hablar. Ohm usted, no sienta frío mi alma, rio el chaparrito oaxaqueño, que reía a costillas del Barrancas, que tanto es tantito, a lo mejor y hasta te perdona tus pecadotes compadre, ¡Ahh que no! mejor sigo pecando pero yo no regreso, además no es miedo sino precaución, en estos pueblos uno nunca sabe, decía el Barrancazo, cuando de la oscuridad, de la vereda los ladridos de perros los sacaron de sus pensamientos y sabiamente decidieron– Mejor nos regresamos al pueblo a dormir, ya mañana será otro día, mientras salvaban el trasero para no ser la cena de los feroces canes…
La pendiente para llegar a la Quinta que albergaba a los visitantes en la Tierra del Ocelote, aquel poblado húmedo y de exuberante vegetación fue cubierta rápidamente, ahí ya estaban los invitados a celebrar la Radio Campesina Cultural Teocelo, sentaditos tomando un café oloroso y riquísimo que era la marca de la casa, de aquella región cafetalera, ya ahí un ángel lo esperaba y resplandecía, aquella chiquilla, pecosa y menudita, con la sonrisa y aquella cabellera negra que lo hizo olvidar de sus atribulaciones y agitó de nueva cuenta el corazón al Juan Barrancas, que se olvidó del susto.
Ya empezaba a generar donde invitar a aquel regalo que le habían enviado de los jardines celestiales, a hacer un cambio de luces, a pesar del acompañante que no se le separaba, cuando se desapareció el Ramirrón por unos minutos, para cuando ya se animó e iba abordar a aquella imagen embelesante, pero un grito irrumpió la sala estancia donde algunos ya descansaban y otros jugaban en un futbolito, de los que luego aparecían en las ferias. YYyyyaaaaajjjjjaaaaaayyyy ya llego Ramirrón Camaney agarren el cuaresmeño y jueguen con el yyyyaajjjaayyy, era el oaxaqueño que gustoso traía una botella de aguardiente casi vacía y empezó a molestar empujando al que se ponía enfrente, luego comenzó a lanzar a diestra y siniestra las sillas. Ya se le metió el chamuco diagnosticó el Barrancas, y sin importar estatura ni talla comenzó el compadre a picudiar, aguanten es que se le trepo, lo disculpaba el Barrancas, pero reía y se echaba a correr como pingo cuando se estrelló contra un vato mal encarado sombrerrudo que ya lo levantaba para lanzarlo al vacío cuando el Barrancas saco fuerzas de su pasado y se encamino hacia el ofendido para defender a su barrio, pero esa es otra historia….