En el cielo las aves de rapiña volaban en círculo, el Juan Barrancas tendido en el suelo pensaba que era una alucinación, pero la realidad era que estaba en una postración que nunca le había ocurrido a lo largo de su perra vida. El calor era sofocante y los rayos ultravioletas lo rostizaban a fuego solar, casi no respiraba inmóvil y adormilado en aquella zona montañosa y árida y lo peor es que no sabía ¿cómo había llegado a aquel lugar donde los insectos ya hacían un reconocimiento todo terreno sobre su humanidad. El corazón agitado y su cuerpo perlado de sudor ante el inclemente sol lo neutralizaban y esa visión zopilotesca, acosándolo sin poder moverse lo tenían patidifuso más de lo acostumbrado.
Era aquello ¿un mal sueño, una desgracia? porque el temor lo invadía hasta el silencio, en su ansiedad quiso gritar, pero no emitía sonido gutural alguno, un presentimiento lo sobrecogía, hasta ahí había llegado, era la antesala del infierno, siempre había pensado que iba a terminar mal, pero porque debía ser así, en aquella soledad, tirado derritiéndose por el astro rey, inerme, estaba bien que había sido una culebra venenosa en esta vida, que no cumplía con los sagrados mandamientos de la ley de Dios, que era evasor del Ministerio de Hacienda y, que le fastidiaba vivir en esta sociedad gandaya donde el materialismo, la hipocresía y la neurosis colectiva estaban más que galopantes, pero ¿porque tenía que finiquitar de esa horripilante manera? ni que fuera político encumbrado o malandro del cualquier cartel organizado, o un delator, para que se le calcinara la choya y se derritiera lentamente cual cera de la Vela perpetua.
El cuerpo lo sentía cada vez más caliente, a punto de incendiarse cual bonzo, cual antorcha humana, cuando por azares del destino grito ¡llamas a mí! como el más jovenzuelo de los Cuatro Fantásticos, ese comic pomadoso y apestoso de antología, que le permitió incorporarse de un sopetón, ¡ay que pedo! ¿Qué me está pasando? cuando el aterrizaje de dos zopilotes que veían escapar a su presa planearon a la velocidad de jet alcanzado por narco-francotiradores, para asegurar la carroña humana que se desvanecía. Sacando fuerzas de su pasado el Barrancas soltó de su aguardentoso pecho, ¡cálmense aves del infierno, no seré condimento de su caldo tlalpeño! Todavía hay Barrancas para rato, farfulló al tiempo que corría cual persecución de matute preventivo municipal en noche de redada y ya a buen resguardo alcanzó unas rocas y se las aventó a las que fueran las aves desobedientes del Paraíso.
En la sombra de un huizache se tomo el tiempo del mundo para ubicar que desmadre le estaba pasando, en su nebulosa mente, no daba crédito al paisaje que ya se tornaba de nuevo en su enemigo, una tolvanera marca diablo se avecinaba a gran velocidad sobre el punto donde se guarecía de aquella pesadilla y como nunca lo había hecho se encomendó al santo de su devoción, “¡San Nabor si en algo te ofendí perdón, si en algo te engañe perdón, perdóname la vida…” cuando una voz reconocida, la de su sombra traviesa, le interrumpió. No seas mamila Juanito, esa rola es de Javier Solís y también la cantaba Clemente Jacks, el Alberto Vázquez, ¿qué no remember? Y continúo con sorna “Se me destroza el corazón al solo oír tu desentonada voz que me voy a regresar al inframundo…. Barrancas, ora sí que ya se te fue la ebra otra vez, a poco no te acuerdas que te pasaste de chocho en la Fiesta de Cuatepec Barrio Alto…Los neurotransmisores barranqueños empezaron a funcionar ¡A chinga! La mera verdad no se con quien perdí mi varonilidad, le respondió a su negra conciencia que cobro mayor resonancia. Nunca te compusiste, reviro la voz extra-normal : No recuerdas que llegaste bien pacheco pachucón al bailongo de la Sagrada Sangre de Cristo, allá por el Cerro de la Serpiente, bien hasta el copete y churro nevado y como luego que te desdoblas bien bailador y gritaste cual Germán Valdés Tintan al barrio ¡ Rorras ya llego su pachucote ¡ Y que te pusiste a bailar con todas las jainas y fundas que se ponían enfrente, cual caifan del cine nacional. Ándale ya la estoy recorriendo el cassete, ya voy capeando que cotorreo Sombra de mi corazón y que luego unas rroras que me empiezan a hacer circulo ante la cátedra de pasos afromerecumbieros que me traigo este año y que llegan al éxtasis. ¡No manches tu calzón, que debraye Barrancas! ya no fumes de esa madre, pero, luego que te cayó la Gestapo y bailaste con lo vatos de aquel barrio negro que te expulsaron a esta zona del silencio por hocicón. Juan el bailador se rasco la cabezota y dijo ¡Chales pero qué culpa tengo de ser tan sabrosón para el Danzón dedicado a la paz por el mundo, no puede ser!
Pues sí puede ser y ya la tienes sentenciada que si regresas a diez kilómetros a la redonda por el Cerro de la Serpiente, los neochichimecas se van a quedar sin uno de sus máximos exponentes de la levitación copular ¡en el tibiri-tabara oye/ ya tú lo ves mi compay!
Bueno como dicen ay que saber perder, aceptó el siniestrado pachuquin al tiempo que alzó la voz: “Esto me evoca aquellos solares de la tribu de otros de mis ancestros, del príncipe Chaka Zulú, mi estimada Sombra traviesa, pero esa es otra historia…