Para Andrés Manuel López Obrador nada tiene de malo que su hijo José Ramón López Beltrán viva en Houston, Texas, en una casa de un barrio medio-alto de unos 500 mil dólares- diez millones de pesos- y maneje una camioneta Mercedes Benz de 68 mil dólares, un millon cuatrocientos mil pesos.
Pese a chocar con su discurso de austeridad republicana y de humildad, sencillez y cero ambición por las cosas materiales y la acumulación de bienes, sólo se limitó a reaccionar como ha hecho siempre cuando es exhibido: a atacar a los medios, a los periodistas y a descalificar.
Según la información dada a conocer por Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI) y Carlos Loret, López Beltrán vivió en un inmueble más grande que la actual y más lujosa, ubicada ahí mismo en Houston.
Pero los leales al movimiento que encabeza el tabasqueño aseguran que no hay nada de malo en vivir bien y que, además, es una casa de clase media que cualquiera puede tener a crédito en Estados Unidos.
Y tienen razón.
A medias.
Porque el creador de Movimiento Regeneración Nacional (Morena) ha criticado siempre a la clase media aspiracionista, a la que no tiene escrúpulos y que sólo piensa en el dinero.
Y su hijo, acaso con recursos lícitos, aportados por su esposa, la brasileña-estadunidense Carolyn Adams, empleada de una empresa petrolera que tiene contratos con Petróleos Mexicanos (Pemex), vive como un clasemediero con aspiraciones y gustos de rico.
Es decir, el joven cuarentón no ha aportado nada ni para comprar casa –está a nombre de su esposa- ni para comprar la camioneta, también a nombre de ella.
Esos ricos que su papá censura siempre:
-Ya tenemos zapatos ¿pues para qué más?
-Comer cosas exóticas, extravagantes, caras.
-México es uno de los países en donde más se consumen artículos de lujo.
Son algunas de las frases que ha repetido hasta el cansancio.
Aquí el tema no es, suponiendo sin conceder, como dicen los abogados, que los recursos para pagar todo en Texas hayan salido del monedero de Carolyn, y no de alguna negociación ventajosa con Pemex, con los patrones de ella o con alguna otra instancia gubernamental mexicana.
Es la incongruencia entre el discurso y la realidad.
Eso es lo grave, lo fuerte.
Ayer, en la mañanera, López Obrador se limitó a lanzar críticas, pero no abordó el tema de fondo.
Sólo dijo que su nuera, la esposa de su hijo de 40 años, tiene dinero y que él no puede meterse en ese matrimonio.
Cierto.
Pero bien podría controlar a su hijo y hacerle entender que ese estilo de vida no concuerda con el discurso aquí, en México.
Se quejó de que pretenda compararse este caso con el de La Casa Blanca, esa que el empresario Juan Armando Hinojosa, dueño de Grupo Higa, vendió en abonos a Angélica Rivera, entonces esposa de Enrique Peña Nieto en míseros 86 millones de pesos y que se encuentra en las Lomas de Chapultepec.
-Nada más decir, primero, que en este gobierno no tienen influencia mis hijos, no se le da contrato a ningún recomendado.
Dijo que José Ramón, ya es grande y tiene 40 años.
– En el asunto del matrimonio, pues ahí está complicado meterse. Ellos se casaron y al parecer la señora tiene dinero, pero no tiene nada que ver con el gobierno, ni un contrato, ni una recomendación, no somos iguales, dijo.
Y, entonces, podría hacerse la comparación concluyendo: México pasó de La Casa Blanca… a La Casa Negra.
Vámonos: Ricardo Aldana es el nuevo dirigente del sindicato petrolero. Ese que dirige –dirigía, según este gobierno- Carlos Romero Deschamps.
Una farsa más.
Aldana es el testaferro de Romero Deschamps, quien tiene su yate en Cancún, Quintana Roo, y más cositas.
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