“¡No me quiero morir!”.
Emiliano N fue herido de bala afuera de la casa de su abuela en Paraíso, Tabasco, por un grupo de hombres que viajaba en un auto y que quiso subirlo por la fuerza.
Tenía 12 años de edad y, aseguran testigos, quiso poner a salvo a su madre, a quien los hombres querían secuestrar.
Por eso le dispararon.
Por defender a su madre, Claudia Nely Hernández Estrada, quien no se encontraba en el lugar.
-¡Me falta el aire!, ¡Me falta el aire!, gritaba desesperado mientras algunas personas lo ayudaban, pero no más allá de colocarle algún trapo en las heridas, en el costado izquierdo, mientas llegaba una ambulancia.
El niño fue llevado al hospital regional de Petróleos Mexicanos (Pemex) en donde horas más tarde murió, por la gravedad de las heridas y, nuevamente testigos, por falta de material médico para la atención.
Emiliano es una víctima más de la violencia que existe en México y, sobre todo, de la impunidad que ronda el ¡99 por ciento!
Sí, ya sé, que los fieles dirán que no es culpa de Andrés Manuel López Obrador ni del gobernador de Tabasco Manuel Merino, interino por la licencia de Adán Augusto López, que se apuntó a la encuesta por la candidatura de Morena a la presidencia.
Pero, debo decirles, sí es su culpa.
Su responsabilidad.
Que ciertamente la violencia actual no fue generada en este gobierno, que los más de 100 mil asesinatos en un sexenio no son exclusivos de este, el fallido de López Obrador, sino que vienen desde el de Felipe Calderón Hinojosa, pasando por el de Enrique Peña Nieto.
Que la situación comenzó a descomponerse desde el gobierno de Vicente Fox Quesada, cuando desapareció el Cisen (Centro de Inteligencia y Seguridad Nacional), con el cuento de que era instrumento de la represión y violencia de los gobiernos del PRI.
Sí, todo eso es cierto.
Pero López Obrador y los gobiernos que de Morena, el partido que inventó y administra, emanen son responsables de los 187 mil ejecutados desde 2018 y 200 mil con los que seguramente cerrará este fracasado sexenio, simple y sencillamente porque ese tema lo llevó a la presidencia: la promesa de que son distintos y que con él, los delincuentes hasta se iban a inscribir a la escuela.
¿Lo recuerda?
Decía el hoy autoritario presidente que al siguiente día de su toma de posesión, los narcotraficantes, los secuestradores y los malandros en general iban a deponer las armas y se iban a sumar a la causa con respeto a la ley.
Nada más falso.
Acaso su promesa de bajar la gasolina a 10 pesos por litro sea igual de importante, pero la delincuencia es más grave, porque se trata de vidas que, en su mayoría, pierden inocentes.
Así como Emiliano.
O como los ejecutados de ayer en el estado y en la ciudad que usted quiera.
Eso es lo que se le reprocha. Su caradura para mentir, para negar que prometió acabar con la delincuencia y regresar al ejército a los cuarteles
Por su estupidez de “abrazos, no balazos”, que hoy Claudia Sheinbaum, candidata presidencial de Morena, ya acomodó a su conveniencia para decir que los abrazos son para los jóvenes.
Para de mentirosos.
MÁYNEZ, LA MUERTE DE 9 INOCENTES Y LA NEGLIGENCIA
Lo sucedido en San Pedro Garza García, Nuevo León, es una tragedia por donde se le vea que, como siempre, comenzó a ser politizada apenas habían transcurrido unos minutos.
Ingenuamente -pendejamente-, personajes como Felipe Calderón Hinojosa, Emilio Álvarez Icaza, Héctor de Mauleón y todos los descerebrados comenzaron a tuitear sin detenerse un momento, sin ser prudentes ante lo que se veía podría ser una tragedia, como lo fue y lo es.
Y los tuiteros a sueldo y por convicción de Claudia Sheinbaum y Andrés Manuel López, lucrando y politizando, sacando provecho a las estupideces de los ya citados.
Lo grave es la pérdida de al menos diez vidas de inocentes que acudieron al cierre de campaña de Lorenia Canavati, la candidata de Movimiento Ciudadano (MC), que gobierna el estado y Monterrey, y en el que se presentó Jorge Álvarez Máynez.
Tanto Canavati como Máynez corrieron para salvarse en canto comenzó a crujir el escenario, que terminó en el suelo junto a pantalla gigante y todo el equipo electrónico, así como participantes y asistentes.
Y aquí hay culpables, aunque pretendan deslindarse.
La Comisión Nacional del Agua (Conagua) emitió un comunicado en el que advertía de las rachas de viento “que podrían derribar árboles y anuncios espectaculares” con vientos de entre 50 y 70 kilómetros por hora.
Y eso sucedió.
¿Quién autorizó el cierre de campaña?
¿Fue el gobierno municipal o el estatal?
¿Revisaron el templete, el escenario y toda la estructura montada o sólo, por tratarse del partido que gobierna Nuevo León, se dio el palomazo de Protección Civil?
Políticamente es un duro golpe para Máynez que, hasta antes de la tragedia, presumía mintiendo que ya estaba en segundo lugar, por encima de Xóchitl Gálvez, candidata de Fuerza y Corazón por México, integrada por PRI, PAN y PRD.
Se le notaba desencajado, sin su falsa sonrisa que le ha caracterizado durante la campaña.
Habrá que esperar para conocer los peritajes y deslindar responsabilidades.
Es la peor tragedia sucedida en una campaña presidencial en la era moderna, desde el magnicidio de Luis Donaldo Colosio, ocurrido el 23 de marzo de 1994 en Lomas Taurinas, en Tijuana, Baja California.
Vámonos: Un auténtico robo el precio de los boletos para el América-Cruz Azul, en la final de la Liga MX.
De 1900 a 4 mil pesos, el costo en taquilla… si es que hay suerte.
¡Qué manera de lucrar!
alberto.montoya@diahabil.com.mx @albermontmex