En México, la historia de los cárteles está ligada a la historia de Miguel Angel Félix Gallardo, “el Padrino”; en su momento jefe de Rafael Caro Quintero y de Ernesto Fonseca Carrillo, alias “Don Neto”. En 1989, en Acapulco convocó a todos los jefes del narco de aquélla época. Y según se ha repetido en diversas publicaciones, entrevistas y por analistas del tema, fue el momento en que nacieron los cárteles mexicanos.
De este modo, el territorio nacional tuvo nuevos dueños y se establecieron rutas de trasiego de drogas por las que había que pagar un precio, el que quisieran ellos. En abril de 1989, Implicado en el asesinato del agente de la DEA, Enrique Camarena Salazar, alias “kiki Camarena”, Félix Gallardo fue detenido y llevado junto con Caro Quintero y Ernesto Fonseca a una presión de alta seguridad. Los agentes de la DEA no pararon hasta descubrir a los responsables del asesinato de su compañero. Sin su creador, sin su líder, los cárteles empezaron su guerra por el control del territorio, una lucha que lleva décadas, tantos años como los que lleva “el Padrino” detenido.
Previo a ser encarcelado, el zar de la cocaína mexicano, “el Padrino” fue policía judicial y, al colgar el uniforme, se dedicó a conocer las rutas, los caminos para llevar la droga a los consumidores norteamericanos. Mientras Félix Gallardo ascendía, los cárteles colombianos de Medellín y Cali se enfrentaban por las rutas y el tráfico de coca. Colombia vivió años de terror, dolor y muerte por la lucha de estos grupos de traficantes poderosos económicamente y ni que decir de su capacidad de fuego.
La lejanía de la frontera norte, la dificultad de corromper a los policías estadounidenses y la incautación de sus cargamentos de droga en la Florida y el Caribe motivaron a Pablo Emilio Escobar Gaviria a pactar con Miguel Ángel Félix Gallardo para transportar droga colombiana a “los gringos”. La negociación fue evidente: Escobar empezó pagando en pesos, luego en dólares, posteriormente en mercancía en porcentajes que iban del 35 por ciento al 50 por ciento si el cargamento era complicado. Los más de tres mil metros de frontera común con los Estados Unidos fueron el bien más preciado y el mejor aliado de “el Padrino”. Así fue como los mexicanos se convirtieron en los poderosos distribuidores de un mercado de consumo privilegiado.
Con la complicidad oficial y la tolerancia política, los traficantes hicieron de la droga un negocio con una rentabilidad única, ningún producto puede competir a las ganancias de su venta en los mercados locales y el mercado internacional. Roberto Saviano sostiene que el valor de los pozos del petróleo blanco es más alto que los pozos del petróleo. Cada kilogramo de cocaína pura puede dividirse hasta en cuatro veces, con un costo de 60 a 70 euros por gramo. Hay otros datos que indican que “el precio por gramo varía desde los 61 dólares en Portugal y llega hasta los 166 en Luxemburgo; en Francia llega a 80, en Alemania 87, en Suiza 96 y en Irlanda alcanza los 97 dólares”. Sin operaciones complicadas, se puede apreciar que las ganancias son enormes, descabelladas.
En 2011, en Colombia un kilogramo de cocaína costaba 2 mil 198 dólares; colocado en México su precio llega 12 mil 500 dólares, precio de mayoreo; este valor se incrementa sustantivamente si llega a Estados Unidos y mucho más si es colocado en Europa. De esta forma, las organizaciones criminales mexicanas cuentan con una fuerte disponibilidad de recursos en dólares, euros o pesos, fondos suficientes para sobornar a los responsables de perseguirlos y de corromper a los titulares del poder político.
El mayor consumidor de drogas en el mundo es EE.UU., tan sólo en 2009, se estimó que 4.8 millones de personas consumieron algún tipo de cocaína. Si tomamos como referencia los datos del Reporte Mundial de Drogas 2009, de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) el mercado de la cocaína consumida en este país estaría generando alrededor de 50 mil millones de dólares. De ese gran total de cocaína, cerca del 90% pasa por el corredor Centroamérica-México.
Por el potencial de consumo en el mundo, se tiene un cálculo de 322 mil millones de dólares generados por venta de drogas ilícitas, de acuerdo con datos publicados en 2003. De este gran total, EE.UU. participa con 125 mil millones de dólares. Si se toma como válida esta cantidad por ventas al menudeo, se estima que los cárteles mexicanos reciben de ese total entre 23 mil millones y 27 mil millones de dólares anualmente; esto es, entre 18 y 22%.
Según Roberto Saviano: No hay mercado en el mundo que rinda más que el de la cocaína. No hay inversión financiera en el mundo que rente como invertir en cocaína. Ni siquiera las subidas de acciones récord pueden compararse con los «intereses» que da la coca. En 2012, año en que salieron el iPhone 5 y el iPad Mini, Apple se convirtió en la empresa más capitalizada que se ha visto nunca en una lista de cotizaciones. Sus acciones experimentaron una subida en bolsa del sesenta y siete por ciento en sólo un año. Un alza notable para las cifras de las finanzas. Si hubieras invertido 1000 euros en acciones de Apple a principios de 2012, ahora tendrías 1,670. No está mal. Pero si hubieras invertido 1000 euros en coca a principios de 2012, ahora tendrías 182,000: ¡cien veces más que invirtiendo en el título bursátil récord del año!.
El salto internacional de los narcotraficantes mexicanos ha sido extraordinario, sensacional, supieron aprovechar el momento de la caída de los cárteles colombianos de Medellín y de Cali. A principios de los años noventa, los cárteles colombianos fueron presionados por su gobierno, con el apoyo de los Estados Unidos, por lo que tomaron la alternativa de hacer tratos con los contrabandistas mexicanos en la introducción de cocaína al mercado estadounidense.
A medida que los socios colombianos fueron perdiendo poder, los nuevos narcos mexicanos comenzaron a establecer lazos de cooperación directa con los laboratorios de Perú y Bolivia donde se procesaba la coca. Gracias a esta evolución, la mayoría de la droga que se consume en Estados Unidos procede de México.
Phil Williams lo describe bien: Los traficantes colombianos optaron por apoyarse en intermediarios mexicanos, ante las dificultades de seguir enviando droga a través del Caribe en los años ochenta. Los pagos en especie ayudaron a las organizaciones mexicanas a hacerse de un pedazo cada vez mayor del mercado norteamericano. La industria del tráfico en Colombia adquirió una estructura más horizontal y dispersa luego del desmantelamiento de grandes organizaciones en Medellín y Cali.
En consecuencia, aunque Colombia se mantuvo como el principal productor y abastecedor de cocaína, se dio una reestructuración fundamental de la industria de este narcótico, en la que las organizaciones mexicanas se mudaron de la periferia al centro.
Ante la llegada del boom de los traficantes mexicanos, las condiciones de los acuerdos cambiaron, entre ellas las que se habían establecido entre el colombiano Gonzalo Rodríguez Gacha, alias “el Mexicano” y las autoridades estatales de Quintana Roo, en mayo de 1981, que permitían el abastecimiento de aeronaves y barcos en la isla de Cozumel para luego seguir hacia los Cayos de la Florida.
Al cambiar las relaciones del acuerdo entre mexicanos y colombianos, los narcotraficantes Roberto Suárez Gómez, alias el Rey de la Cocaína” de Bolivia, y Pablo Emilio Escobar Gaviria, aceptaron, en enero de 1983, la invitación del embajador cubano en Colombia, Fernando Ravelo, para visitar Cuba. En el viaje que los llevó a la isla, fueron enterados del marcado interés que tenía Fidel y su entorno en usar el narcotráfico como un arma contra el imperialismo yanqui, y apoyar con los fondos provenientes del tráfico a los grupos guerrilleros colombianos, en especial a los del M19, quienes serían los encargados de velar por la seguridad de los laboratorios del cártel.
Después de un par de horas de regateos, llegaron a un acuerdo. Pagarían un millón de dólares diarios para tener la cobertura del gobierno cubano y el libre acceso a sus aguas territoriales y espacio aéreo, lo que les permitiría usar sus puertos y aeropuertos a su antojo para reabastecer sus barcos y aviones.
Pero todo eso también se derrumbó en junio de 1989, al ser descubierta la conexión que los mismos narcotraficantes, Suárez y Escobar, tenían con Antonio Noriega, la Agencia Central de Inteligencia Norteamericana (CIA) y el gobierno costarricense para conseguir recursos para apoyar a los contras nicaragüenses con armamento y apoyo logístico para derrocar al presidente Daniel Ortega.
Así de complejo es el contexto en el que se mueven los cárteles mexicanos. El gobierno debería saberlo y evitar discusiones coyunturales de un problema que escapa a su realidad, que es más fuerte que él, que se mueve libremente mejor que él y que tiene complicidades más allá de las legales y jurídicas que limitan al gobierno a actuar a la velocidad y efectividad que se requiere