Al término de la rola chocaron los vasos los pinches chillones. ¡Por ellas aunque mal paguen! lanzaban al viento, cuando llego el mesero con la cuenta, ¡ah uta pues que rompimos! págueme por favor y le sirvo otra vez. Sin chistar el Kasi saco unos billetes toscos pago y pido otra botella, ya mejor vámonos mi Kasi, propuso el Barrancas, cuando cruzando el umbral del programa de Los adoloridos de la Sínfonola la mera-mera, mejor dicho del Bar La Perla, venía la Negra, la Pantera, bien salerosa , moviendo el bote con su sonrisa de te amare toda la vida, con sus feromonas mareapendejos, caderas de selva tropical y defensas que subyugaba al más brioso, pero que enfermaban de pasión jarocha a los hombres hasta desquiciarlos, hacerlos llorar como niños, pero no venía sola, los adoloridos de la temporada la vieron y les quedo el ojo cuadrado al ver a su acompañante.
No lo podían creer, de manita sudada llegaba con el Panzotas Jackson, el luchador rudo-rudo que estaba causando sensación ya que después de haber estado inflado como pez globo, quien sabe porque artilugios le había desparecido la curva de la felicidad y ahora charales atlas traía bien loquitas a la fanáticas de los encordados y más en las luchas libres que se realizaban en la arena Fito López Mateos, el Panzas traía bien amarquetada a la Negra que se sentía una diosa con su cavernícola.
El Kasi que también tenía su humanidad cual Oso Charmin, se quedó estupefacto, sus ojos acuosos por dolor se transformaron en furia y su lengua en odio, rencor ¡hija de María Cachimba! Ya lo sospechaba ahora entiendo porque siempre quería que la llevara a las funciones de campeonato, traicionera como todas pero ahora va saber quién es el Kasi ya lo veras mi Barrancas, quien ante la inminente masacre que le esperaba a su amigo, le recomendó ¡mejor vamos a chupar a otro lado, ya fue mi carnal! El amor apesta, mujeres hay muchas y si ya no te quieren que le vas a hacer, los zapatos ni a fuerzas, me dijeron alguna ocasión.
Pero el Kasi no escuchaba razones su corazón destrozado quería venganza, apuro el tequilower que estaba inflando, se sirvió otro más para el duelo contra el ídolo del barrio y campeón peso welter, quien chocaba los vasos con la Pantera y luego se dieron un besote de lengüa de larga duración, que hizo sacar chispas al adolorido y bateado perdedor quien se encaminó a la mesa de los enamorados.
A dos pasos para llegar a la mesa de los pichones, se le nublo la mente al Oso Panda, trastabillo y que empieza cantar rancheras, sus favoritas de José Alfredo Jiménez, ¡aaaayaaayyygggggggrrrr! Para que sin querer queriendo, impregnar a los amorosos el verdoso procesado de agave azul mezclado con lentejas, chamorro y cacahuates que había botaneado el Kasi para interrumpir el faje de la romántica pareja.
¡Hijo de tu ta-ta-tta-ta-ta! Te vas a morir. Espetó el que había desenmascarado al Búfalo de Chalma y al Chamuco de la Sierra de Guadalupe y dejado sin cabellera al Coyote Cojo. Lo habían despertado de su ensoñación y el Panzotas era rudo-rudo y mientras la Panter hacía gestos de asco, ¡hasyhaasyhasy! ¿Pues qué tragaste infeliz? te manchas Kasi esto no te lo voy a perdonar. ¡Me vale traidora rompecorazones! Expulso el K.
Pero el Kasi se tambaleaba, le había dado el aire, el vaguido y bailaba de un lado para otro ¡éntrale Panzotas aquí traigo con que quererte hijo de mi cuarta aventura! para que el Panzotas gritara como loco y lanzara unas patadas voladoras contra el cantante de rancheras, pero que lo sacaron de balance cuando el Barrancas en un acto temerario para defender a su amigo, en el vuelo le diera con la botella de Hornitos Sauza reposado en la chirimoya, mandando al volador quien se dio un changazo que retumbo en el centro de salud del Caribe “La Perla” lo que provoco la risa nerviosa de los concurrentes, que exclamaron ¡Se fregaron al Panzotas, no manchen! para que luego soltaran la carcajada y un aplauso de público reconocedor.
¡Ya valieron Barrancas! alertó el mesero quien ya traía la cuenta de los desperfectos, mientras la Pantera se iba a los arañazos al Kasi, que volvió a eructar los sobrantes de la mejor botana del rumbo y la aquietó mágicamente con el selecto tufo del agave.
Ya presurosos y asustados pagaban al mesero la cuentota, cuando el Kasi y el Barrancas de la puerta vieron entrar al Último Guerrero y al Roxtro, compadres del Panzotas y una sirena de patrulla mugricipal reventaba el tímpano de los parroquianos, pero esa es otra historia…