Después de refinarse dos órdenes de muertes lentas de pastor con piña y unas Indio oscuras, en el Jardín de Diana, el Barrancas jalo camino hacia la penumbrosa calle Porfirio Díaz, donde la música colombiana puso a mover sus extremidades además que el olor a petate era de lo más apestoso y atractivo y cantando se fue a ver dónde era el borlote que se escuchaba: “Los caminos de la vida/No son como yo pensaba/Como los imaginaba No son como yo creía/Los caminos de la vida/Son muy difícil de andarlos/Difícil de caminarlos/Yo no encuentro la salida. .. Y la música se apagó cuando al llegar el Barrancoso en el quicio de la casa marcada por el número 23 un chispazo se prendió una llamarada que iluminó la oscuridad de la noche y un bulto que dibujaba un cuerpo envuelto con cinta canela.
El Juan Barrancas sintió recorrer un frío en su cuerpo, se pasmo ante lo que parecía un humanoide que habían enviado a calacas, el corazón se agito y su nublada mente se quizo poner en alerta, ahora que canijo desmadre, no podía parar uno tras otro, que maldición gitana, le estaba jugando rudo, ya se lo había dicho su mamacita “pórtate bien, sino el que busca encuentra, ya sosiégate, el chamán te va dar tus lecciones si sigues de cabeza dura”.
Pero la paz nunca llegaba, ahí se encontraba Enmedio de la noche, en un siniestro que iluminaba la calle y con un bulto sospechoso de un ajusticiado, algo bien raro por el rumbo, buscando una salida, una respuesta al cuadro espeluznante que te tenía enfrente miro hacia el cielo, y ahí la luna iluminaba la bóveda celeste, el conejo en medio del circulo brillante blanco resplandecía, se quedó enlelado hasta que empezó a sentir calorcito en las de andar y vio bajo sus chompers Chuck Norris verde pistache, un botellita que giraba cual pirinola se agacho y la pepeno, la leyenda de la estampa comercial decía Mezcalina El Caminante, 100 por ciento producto nacional, Hecho en México, y sin pensarla dos veces se empujó unos tragos y sintió un rayo resplandeciente tocaba su cabeza de alcornoque, se sacudió y un holograma verdeazulado radiante se fue filtrando a la humanidad del Barrancoso penetrando su piel sus sentidos, como en otras ocasiones.
En eso que apareció un Rambler deportivo, era como azul y conduciendo una chiquilla que dejo boquiabierto al Barrancas. Anda cierra la bocota y sube papanatas, ándale burro que no tengo tu tiempo, en automático el amigo de Platero se trepo y la cafre al volante hizo chillar las llantas para alejarse de los paisanos que observaban como se extendía el fuego.
Ya en la ranfla el audio soltaba por la bocinas el arte musical y candente de la Sonora Ponceña Fuego… La la la/ La la la la /La la la la /La la la… /En el 23, de la 110 /no se puede estar tranquilo, /le diré por qué… /A veces a las 12 del día /a la 1, o las 3… /a veces de madrugada /lo mismo al amanecer. /Se forma una rebambaramba /que se juntan 4, 5, 7, 8, 9 o 10 /y salen gritando /avísale al súper /que nos estamos quemando /y no se sabe del fuego en donde /Una mañana dormía /y corriendo me tiré /por un grito que decía /hay fuego en el 23. /Que se prendió la bombilla /y no se sabe cómo/ se quema Tepito, que apaguen el fuego que me quemo, que no quiero morir en canela que paguen el fuego esto es un infierno que me quemooo fuego por aquí fuego por allá….
La música prendió al Barrancas, quien se aquietó y con la salsita de la Sonora Ponceña iba ya moviendo las de raspar el suelo, ¿y adónde vamos a ir reina primero? No soy tu reina, soy tu protectora, pero me puedo convertir en tu peor pesadilla ehhh, así que respetando muchacho, le devolvió la guapilla que se parecía a la Kate del Castillo.
No pues bien, rayado, pensó el Barrancas, que guardo silencio, quien sabía que su suerte estaba cambiando, a bordo de una ranfla para los arrancones como la que siempre había soñado, luego al lado una “piel” que lo rescataba y paseaba por los neones y calles oscuras de la Ciudad Amurallada, que más le podía pedir a la vida, cuando pasaron por una vinata tstss ¿podemos parar? ¿cómo me dijiste te llamabas? le solicito el Jon. — Soy Germanoyi Josefa, respondió que lindo nombre y como me la receto el doctor pensó el inflamador de mezcalina, al tiempo que musa se aparcó en la ventanilla de las 24 horas. Tráeme unas Viña real de durazno y unos Marlboros mi chavo, le dio unos billetes y le espetó al Juan, cómprate algo y me traes el cambio mi chavo. Chales ahora hasta de mandadero, vales cobras, que tanto murmuras vato, nada nada, alguna otra cosita, a si no te tardes, voy y regreso no me tardo ni tres horas, respondió el Barrancas.
Haciendo fila en la acera como en las tortillas ahí rumiaba, el Jony Barrancoso, ya llevaba un cuarto de hora como en la Liconsa, habían llegado una pandilla y se surtía como si se fuera a acabar el chupe en el mundo, ya le tocaba su turno al Juanito cuando aparecieron unos zombies de zahuayo que apenas alcanzó a comprar el encargo y que se echa correr para donde estaba Germanoyi.
¡Vámonos Josefa que aquí ya llego la invasión de lo Walkindeads! Apenas alcance a comprar los tabiros. No seas puñal, a poco le tienes miedo a los carroñeros jajajajaa se burló la chiquilla, quien destapó la cajetilla de los vaqueros, prendió uno e inhaló bien sabroso la nicotina, que el Barrancoso, solicitó a la patrona, ¿vamos por unos de guerra para los nervios no? Es por aquí a la vuelta, por fas. Bueno, bueno, nomás para que tranquilices estas muy sope, en el Mictlán, te recomendaron, me dijeron que eras más guerrero, pero cómo eres más que destemplado chamaco. ¡Chales, que pacho! nomás porque me encontré un “encanelado! unos zombiesy traigo mi racha que ya no la aguantó abusan, pero no hay tos feroz. No me tardo ni tres horas, y se encaminó, cruzo con su sombra traviesa por el solar abandonado, que antes fuera campo de fútbol y ahora era utilizado para tirar cascajo y basura, ya iba a tocar al expendio de siguaraya cuando un perro de la noche le aventó la tarascada, sus reflejos hicieron le tirara una patada, y busco piedras para repeler el ataque, para su fortuna bahía unas botellas de Coronitas, y lo corrió, finalmente tocó a la “tiendita de golosinas”. Abrieron y ahí se apareció el Pelos, que al parecer era el nuevo portero del Ringo, su diler, el proveedor de herbolario del barrio, quien le decía así porque era fan de los Beatles.
El Pelos quien andaba malinformado a la familia y de boquiflojo que se iba a achicalar al Barrancas, no sabía con quien se había metido, el Juan se puso como diablo al verlo, mientras el hocicón se burlaba con esa sonrisa que castraba a media Ciudad amurallada, pero esa es otra historia…