El pintor mexicano José Clemente Orozco, quien sigue despertando el interés de creadores, críticos y amantes del arte pictórico, es el personaje de la semana de quien se comparten algunos datos biográficos.
Oriundo de Zapotlán El Grande, ahora Ciudad Guzmán, Jalisco, José Clemente Orozco nació el 23 de noviembre de 1883. A los 7 años se trasladó junto con su familia a la Ciudad de México, donde comenzó a tomar clases nocturnas de dibujo en la Academia de Bellas Artes de San Carlos, cita el sitio web “colegionacional.org.mx”.
En 1916 presentó su primera exposición individual en la librería “Biblos”, la cual fue poco comprendida por la novedad de su arte, y un año después pintó algunas de su obras más reconocidas: “Soldaderas”, “Combate” y “El retrato de su madre”.
Al surgir el Renacimiento de la pintura mural en 1922, con patrocinio estatal, Orozco se reservó las paredes del patio grande de la Escuela Nacional Preparatoria del Antiguo Colegio Jesuita de San Ildefonso.
En 1925 pintó su obra “Omnisciencia”, un mural en la Casa de los Azulejos, y en 1926 realizó la interpretación del periodo posrevolucionario en la Escuela Industrial de Orizaba.
De 1927 a 1934 radicó en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, donde pintó una serie de cuadros que mostraban el carácter deshumanizado y mecanicista de la gran metrópoli, y otro con temas mexicanos sobre la Revolución.
En 1930 realizó varios murales en torno a la fraternidad, esclavitud, trabajo, artes y ciencias, a partir de las teorías de la simetría dinámica. De regreso a México realizó un gran tablero para el Palacio de Bellas Artes, denominado por Justino Fernández como “La katharsis”.
Posteriormente, entre 1936 y 1939, trabajó en Guadalajara, donde pintó los muros del foro del paraninfo de la Universidad, además la escalera del Palacio de Gobierno y la capilla del Hospicio Cabañas.
En 1940 estuvo a cargo de la decoración de la Biblioteca “Gabino Ortiz” de Jiquilpan, Michoacán, y ese mismo año viajó a Nueva York para pintar, por encargo del Museo de Arte Moderno, un tablero dividido en seis partes movibles.
Su talento quedó impregnado también en la iglesia del Hospital de Jesús, en la Ciudad de México; desde 1944 hasta 1946 hizo pintura de caballete, retratos y decoraciones para ballet.
En 1947, el arquitecto Mario Pani le ofreció la primera oportunidad para realizar una obra al exterior en el recién terminado edificio de la Escuela Nacional de Maestros.
Igualmente en el interior de este recinto, justo en su vestíbulo, pintó al fresco unos tableros que denominó “El pueblo se acerca a las puertas de la escuela”.
Un año después, en 1948, hizo el tablero “Juárez”, para la sala de la Reforma del Museo Nacional de Historia, en el Castillo de Chapultepec, y entre 1948 y 1949 pintó la media cúpula de la Cámara de Diputados de la ciudad de Jalisco y el frontón del recinto.
José Clemente Orozco tomó posesión como Miembro Fundador de El Colegio Nacional el 15 de mayo de 1943; institución en la que presentó seis exposiciones a partir de esa fecha.
En 1946 fue reconocido con el Premio Nacional de Artes, y según la crítica especializada en los últimos años su estilo se fue simplificando, buscando sobre todo un carácter más dramático y violento, que le aproximara más al expresionismo.
José Clemente Orozco falleció el 7 de septiembre de 1949 en la Ciudad de México, y fue sepultado en la Rotonda de los Hombres Ilustres, honor que, por primera vez en México, se dio a un pintor.
‘El hombre en llamas’ de José Clemente Orozco
Realizado por el muralista y litógrafo mexicano de Zapotlán, actual Ciudad Guzmán, Jalisco, José Clemente Orozco, entre los años 1938 y 1939, y considerado como una obra cumbre del arte mexicano, según la crítica y los historiadores del arte, “El hombre en llamas” es la obra de arte de la semana elegida para dar gusto visual a todos los amantes del arte.
La obra fue elaborada por el artista utilizando la técnica de pintura al fresco y tiene medidas de 11 metros de largo y se encuentra a unos 27 metros del suelo.
“El hombre en llamas”, también conocido como hombre de fuego, representa al mundo prehispánico, sus rituales primitivos y en ocasiones sangrientos ante el sacrificio de otros humanos que conformaban una sociedad que aparentaba vivir bajo lineamientos inflexibles que la alejaban de la compasión y los más humildes sentimientos humanos.
La obra también es una crítica social que Orozco realiza a las injusticias, el desorden, la corrupción y la traición de una sociedad contemporánea que sigue recayendo en la barbarie.
En palabras de Justino Fernández “El canto del hombre en llamas, que en verdad es doloroso lamento, nos hace estremecer, porque sugiere que al acabarse el fuego, todo será tinieblas”.
“El hombre en llamas” de José Clemente Orozco se encuentra en la cúpula del Hospicio Cabañas, en Guadalajara, Jalisco, donde sigue ganando una admiración que se basa en la conexión entre ese arte que sigue siendo un llamado vital con el espectador reflejado y sacudido por la obra.