Largas fueron las filas para recibir su pantalla como premio por su voto. Eran horas de soleada espera de miles y miles de personas que iban a recoger el premio bien merecido. Ellos sabían que era un asunto de paciencia para recibir lo comprometido por los movilizadores, los operadores que fueron a verlos para decirles que votaran por el partido a cambio de una “pantalla”. Esta escena tuvo lugar en muchas partes y puntos del país, donde familias de escasos recursos se aglutinaron para hacer realidad el binomio: una pantalla, un voto.
Muchos otros, también miles, corrían para ver cómo podían llevarse una pantalla si ellos también habían votado como se los dijeron. La solución fue recoger en alguna tortillería o tienda propaganda del verde, llevar su credencial de elector y “la foto de su voto como quedamos” para ser dignos merecedores de una pantalla para la familia, para que la “jefa” y los chavos vean la tele en la modernidad del cambio analógico a digital.
Las formas no se cuidaron, el descaro fue abierto y sin pudor alguno; el rostro de la manipulación de la pobreza se mostró tal cual, al fin que no pasa nada; es mejor en caliente, total que puede pasar su tenemos el gobierno, el poder que se hizo para usarlo. Las instituciones responsables de hacer valer la ley, también hicieron ojos cerrados; es decir, cumplieron con su compromiso al patrón, al que los eligió en el cargo para callar, no mirar y simular que regulaban un juego que ya tenía los dados cargados.
Ni qué decir de los programas sociales, de las tarjetas entregadas por millones en las escuelas públicas, incluso privadas del nivel básico, para que días antes de la jornada electoral tuvieran dinerito, unos “centavos para la compra de útiles de los chamacos”. Sorprende tanta preocupación por la educación pública y más cuando hay elecciones. De las despensas mejor ni hablamos, tráileres y camiones distribuyendo y abasteciendo las bodegas, o mejor dicho, los centros de distribución, siempre protegidos por la policía. El dinero, el dispendio del erario público, llevó al triunfo a personajes con el menor prestigio social, a personajes conocidos por sus abusos e incapacidad para conducir los asunto de gobierno. Tachados por cínicos, corruptos y prepotentes triunfaron por la comercialización del voto, sobre todo de los sectores de mayor necesidad, a quienes, por paradójico que parezca, han hecho más daño.
Se acabaron el gasto público y en los próximos gobiernos difícilmente se tendrá dinero para mejorar o ampliar los servicios públicos. Las escuelas, los espacios abiertos, las áreas verdes, las vialidades, el alumbrado, la seguridad quedaron en el último lugar de las prioridades. Lo fundamental fue ganar el poder como fuera, a lo que costara y contra toda medida legal. Hágase lo que se debe aunque se deba. Al fin, el árbitro esta de este lado, es de los nuestros y si se pone al brinco no más me dices y lo ponemos en su lugar haciendo pública otra de sus llamaditas. Con eso tiene y con eso se sienta.
El titular del Instituto Nacional de Electoral (INE) ni se enteró del atentado a nuestra débil e incipiente democracia. Sus alcances reguladores apenas cubren el espacio político de sus cuatro paredes, no da para más; su conocimiento de la competencia política nacional se limitó a lo que mide su cómodo escritorio y su participación en el debate nacional se sujetó a lo que sus asesores escriben en cada discurso que lee. Son muchas sus cartas credenciales académicas, pero en su actuación no hay fondo ni hay contenido. Elegantemente vestido, bien peinado e histriónico, el presidente del INE es el candidato mejor posesionado para ganar el “Oscar” por mejor actuación en el papel del simulador en el filme de las elecciones intermedias del 2015.
Embriagado por la escena nacional, los medios de comunicación, la fama, el dinero y el poder, el titular del INE no supo, no sabe o no se quiso enterar del brutal atentado a la democracia nacional y lo que esto provoca a las instituciones de gobierno. Tampoco se ha enterado de la derrota moral de los ciudadanos que vieron cómo el partido ganador, su jefe, hacía de todo por ganar las elecciones para hacerse del control político.
Las dos tareas que tiene bajo su responsabilidad fallaron: capacitación y fiscalización. Ambas funciones las realizaban los órganos locales con una eficiencia del cien por ciento. Se metió el INE y fue un fracaso. ¿Cómo puede explicar el señor presidente del INE que los funcionarios de las mesas directivas de casilla no llegaron? ¿Cómo puede explicar que muchos de sus funcionarios capacitados para desempeñar las tareas al interior de las casillas llegaron, dejaron los paquetes de la papelería y se fueron?; ¿Cómo puede explicar que miles de casillas se abrieron después de las diez de la mañana, porque no había quien se hiciera cargo de la recepción de la votación.
De su indiferencia o bien simulada responsabilidad también se desprende una falla únicamente conocida y vista en las elecciones de 1988. A este señor se le calló el sistema de los resultados preliminares que según se dice costo más de cien millones de pesos. Dinero tirado a la basura por inoperante y que cubrió de dudas los resultados electorales; es decir, dañó la libertad del sufragio mismo, la libertad única que tienen los ciudadanos para elegir a sus gobernantes. Lo alcanzó el síndrome de Bartlet, pero en una época que no tiene explicación ni justificación alguna. Ante tantos medios técnicos y tecnológicos no tiene pretexto que abone a su falta de pericia y compromiso con el respeto a las elecciones que son, ante todo, un derecho político de los ciudadanos.
Sus casillas únicas para dos procesos electorales diferentes fueron un fracaso y el medio efectivo para manipular los resultados electorales. En su afán protagónico, el INE y su titular son los responsables del fraude electoral visto en el país, porque fueron el instrumento operador del llenado de urnas y la manipulación de los resultados electorales. Dirá que no, que se aporten pruebas, pero basta con recordar una frase anecdótica de Arnaldo Córdova, personaje de la izquierda mexicana que seguro él conoce, cuando cita una frase de Luis Cabrera de los años veinte: “Los acusé de rateros no de pendejos”.
Se puso la verde y precisamente la que usa la selección nacional. Fue una novedad saber que los resultados electorales, que en procesos pasados se pegaban fuera de las casillas a más tardar a las ocho de la noche, ahora fueron colocados después de las once de la noche y que eran las tres o cuatro de la mañana y los resultados preliminares apenas alcanzan un porcentaje menor al cincuenta por ciento. No es que se piense mal, es que los conocemos, los padecimos décadas y ahora han vuelto y recargados, pero nunca imaginamos que lo hicieran a través del propio órgano regular de las elecciones. Más cuando se cantó hasta el cansancio que era la novedad, la vanguardia y ha terminado en la inoperancia del México de julio 1988. Lo único diferente es que el atropello a la voluntad ciudadana no fue el seis de julio sino el 7 de junio.
La intimidación, la difusión de la violencia como estrategia para inhibir el voto, la participación de los electores no tuvo límite; la policía hizo lo que mejor sabe hacer: amenazar, provocar miedo e inseguridad. Los grupos de golpeadores fuera de las casillas estuvieron presentes antes y durante el proceso electoral y en el día de la jornada electoral. Eran tantos que es inútil negarlo. Los militantes tricolores gozaron de inmunidad política y estuvieron acarreando e invitando a votar por su partido y candidatos con cañonazos que iban de mil quinientos a trescientos pesos por voto. Tamalizas, ratón loco, carrusel son métodos de movilización anticuados y en desuso; lo de hoy, lo verdaderamente de hoy, es comprar las estructuras del INE y una que otra de los partidos de oposición, que bien que los hay mercenarios y descarados. Es decir, la movilización y manipulación de los resultados se dio desde el interior de las estructuras del órgano encargado de administrar las elecciones con imparcialidad, certeza y transparencia.
Si fallaron en la capacitación, en el programa de resultados preliminares (PREP) que podemos esperar de la fiscalización. Desde un inicio entraron en conflicto con la empresa española que había vendido el sistema para fiscalizar; la echaron abajo sin mediar razón de peso. Compromiso con la transparencia ¿cuál?. Es penoso lo que ha sucedido con el INE, y más lo es cuando en ese órgano rector de las elecciones en el país interactúan personas altamente capacitadas. Lo mejor, la crema y nata de los conocedores de las elecciones nacionales están reunidos en torno a la mesa del Consejo General del INE. Lamentablemente, lo que se vivió fuera de esa mesa describe la existencia de una modalidad de fraude de la que el INE es parte determinante.