El cuarto se iluminó con los cientos, acaso miles de luciérnagas que se filtraron por la ventana , el Juan Barrancas no daba crédito a este tipo de acontecimientos, aunque los perseguían de vez en cuando, como aquella ocasión en que se purificó de alma, corazón y mente algún tiempo atrás, cuando era gente de respeto y se peinaba de rayita en medio, iba a misa los domingos, bueno pero no entraba habría de aclarar, nomas se quedaba en el quicio del atrio, hasta donde acompañaba a su madre para que no llegara sola a la Iglesia de San Lucas Matoni, porque a su madre le gustaba ir a la de ocho de la noche, cuando el padre Rafael se agasajaba con el sermón, que Barrancas repelía al igual que la liturgia: de pie, que híncate que ahí viene el padre, esa sumisión y dramatismo no le llegaba, cuando la terapia ineludible de que “yo soy pecador, y por mi culpa mi gran culpa, -Cuando grite, argumentaba ¡liberen a Barrabas! ó como lo hizo la turba ¡crucificadle, crucificadle! Por esa y muchas otras razones el ahí esperaba a su madre, mientras se fumaba un cigarrillo se echaba uno que otro “taco de ojo” de las domingueras chicas que iban a comulgar ya luego se regresaba para cenar, fumarse el churro de mota nocturnal a la sorda, leer algunas líneas de algún libro y perderse en los brazos de socorrido Morfeo de los sueños. Las luciérnagas se posaron sobre su humanidad y sintió la luz, una luz verde esmeralda que lo dejo pasmado callado y empezó a recordar el ascenso a la montaña sagrada de Huautla de Jiménez. Después de varios meses de guardar castidad, dejar de chupar como gente grande y ¡evitar malos pensamientos, puff! Incendiarios, de prender fuego a edificios de partidos políticos, arrojar bombas Molotov a policías gandayas , pero se sereno para ir a la cita con el Teonanácatl, los hongos sagrados, al encuentro con la naturaleza, con el espíritu del universo, el infinito , la experiencia religiosa mística de encontrarse con los dioses de los antepasados a través de la ingestión de los honguitos que hicieron celebre a María Sabina como un símbolo de la sabiduría y el amor.
No había sido sencillo dejar de inflarse unas chelodias y dejar de fumarse unos churros, pero había valido la pena la experiencia, la aventura, llegaban los cuadros de los paisajes tupidos de follaje, cielos azules, el viento y las estrellas en colores de un intenso único.
La campana escolar sonó dando la vuelta a la calle 2 A de la colonia San Chepe de la Escalera al cielo, apenas el Tenoch había alcanzado a entrar derrapando, se había levantado tarde por la tromba que cayó en la noche, las aguas tomaron su cauce y, rebasaron la puerta del hogar, penetrando como Juan por su casa, aquel año si que San Peter miaba en serio, estaba furibundo. El Tenoch solía pensar como a su Jefe no se le había ocurrido comprar el terreno en la parte alta del cerro del Tenayo, ¿porqué se le ocurrió en la parte más baja de aquella región? con el drenaje siempre insuficiente que amagaba en tiempos de lluvia con desencadenar la fuerza de la naturaleza y entrar con todo su caudal, para luego sacarla a cubetazos a la velocidad que permitiera la desesperación de ver mojados los muebles de la casa. La tromba dejo anegada la calle, era una laguna, donde con piedras en forma de lajas, aplanadas, las aventaban los chavos sobre el manto del agua para que rozara la superficie y hacer “los patitos”. Pero lo más extraordinario de aquel tiempo de lluvias era cuando de la humedad de la tierra empezaban a salir decenas de ranas minúsculas, de regular tamaño o sapos que empezaban a croar toda la noche, las golondrinas que también rasantes a toda velocidad tocaban el agua bendita que Tlalóc, el Dios de la Lluvia, que benévolo derramaba su elemento sobre aquella zona de poder. En la noche empezaban también los vuelos nocturnos de las lechuzas levantando a roedores para aquietar su instinto de supervivencia, y los grillos en fuga buscando el calor para dar la serenata sshisissihhiiiissshis o un rudo parecido que luego no dejaba dormir, que era el caso del Tenoch—Qué tal si vuelve a llover y cuando estemos durmiendo se mete el agua– pensaba tirado mojado en el catre que le correspondía en el seno familiar. ¡Ya duérmete! ya no va llover primero Dios, mañana tienes que ir a la escuela, le recomendaba su madre. El sueño se alargó y las carreras arrancaron, se levantó, sin desayunar cruzó las vías antes de que se parara el ferrocarril mañanero del Sur, atravesó la zona de los gandayas de la calle Tarascos, del pinche Chilo que era un ladilla, ¿quién sabe si habrá salido del reclusorio o está vivo? Pero siempre quería cobrar peaje, y corriendo la libro, pero no contaba que el puente de madera del Río de los Remedios se tambaleaba por lo crecido de la tormenta y cruzarlo fue una odisea, algunas tablas se desprendieron y solo, los valientes se atrevían a darse un chapuzón mañanero o dar una vueltezota a Santiaguito Atepetlac. El Tenoch no lo pensó ni media hora y alcanzo el otro lado para toparse con las vacas y el toro del establo de doña Meche que andaban alborotados y no querían regresar al encierro, cual guerrero comanche, con determinación corrió para evitar la embestida y ya solo escapo de los hermanos Mondragón, otros lacras pendencieros que le aventaron unas rocas, aquello sí que era amor al estudio, salvar todos aquellos obstáculos para entrar a la Primaria “Regente Uruchurtu”, donde ya para ir a la formación, ahí estaba la “Abuelita de Batman”, así decían a la directora que le empezó al igual que a otros retardados a recetarles “la aburridora” –Haber si se paran más temprano, la disciplina y la puntualidad …y que el Guasón y la Batichica elucubraba el Tenoch que al entrar al salón lo recibieron como a los grandes. Un gran aplauso para los puntuales—, solicitó el maestro Gabinovich, quien comenzó la clase con una buena noticia: Muchacho les tengo una sorpresa, vamos a ir a las Aguas termales de Tegoronjo, pero tienen que ganárselo… el agua, el agua, el elemento vital era su sino pensaba Tenoch cuando se dio cuenta que escurría el agua lodosa debajo de su mesabanco…
El Juan estaba en su elemento, Antonio, su anfitrión al igual que para Ramiro y Rogelio los guiaba hacía la barranca, después de subir la montaña toda la tarde-noche en el Guajolojet y dormir, ahora bajaban a las profundidad del valle, al desbarrancadero donde como desde tiempos milenarios en la orilla del arroyuelo, del humus de aquella santa y bendita tierra nacían los diminutos honguitos Teonanácatl, que franqueaban previa ingestión la puerta al contacto con los dioses, con el universo, el sol tardeaba ya y el aire era bondadoso aunque frío, mecía el follaje y los árboles.
Magnánimo en lo recóndito del vallecito ahí estaba la casona de adobe de dos aguas donde los recibió doña Remedios, quien habría de guiar el ritual hablando mixteco zapoteco, y algo de castilla, los invito a santiguarse en la imagen de la Virgen de Guadalupe, así le pareció, prendió copal y comenzó sus rezo invocación a la Tierra, así lo suponían los buscadores del umbral, para con voz dulce comenzar a cantar alabanzas y en hoja de maíz entregar el “manjar de los dioses”, que sabia como a tierra pero no era desagradable, y después de comerlos se escuchaba la lluvia en el techo de lámina, que fue silenciado con los canticos religioso sagrados de la benefactora, que después de unos minutos ya eran entonados en aquella lengua milenaria, desconocida, para luego sentir expandir la humanidad como un haz de luz, atravesando los cuerpos de los amigos por la habitación, pero sobre todo, viviendo un estado gozoso , lleno de alegría como pocas veces experimentado en la mortal y perra vida del Juan Barrancas que andaba levitando con sus afortunados amigos de aquella extraordinaria y lumínica experiencia, sin que los relámpagos de la tormenta de la noche los inquietara en aquel viaje trascendental de colores y sensaciones …
El Juan regreso de aquel umbral, con el resonar de la ambulancia que con la desquiciante torreta se había estacionado en frente de su casa y el ululara del ruido lo ensordecía y la luz de la brillante lo deslumbraba en la noche, cuando escucho unos ayés de dolor desgarrantes inentendibles que lo pusieron en alerta, pero esa es otra historia…