La presencia canina en las culturas mesoamericanas, incluida la maya, es una constante en diferentes contextos arqueológicos; tanto figura sagrada como en la vida cotidiana. El perro siempre aparece en enterramientos, códices, esculturas, arquitectura, pinturas: “el vínculo entre perros y humanos es ancestral y permanente; ganó nuestros corazones en la historia humana”.
Así lo sostiene la arqueóloga e investigadora del Centro INAH Quintana Roo, Carmen Rojas Sandoval, quien ha encontrado huesos caninos en contexto funerario, en cuevas inundadas en la Península de Yucatán, como es el caso del cenote Canun, en donde encontró un cráneo de perro.
Al participar en el programa “Sinergética”, conducido por Vronz Maharif, la especialista en arqueología subacuática explicó, de manera sencilla a un público amplio, que el perro era muy apreciado en las culturas prehispánicas, pero también desde épocas prehistóricas, pues tanto humanos como perros tienen técnicas de cacería similares.
Se le identifica como la deidad Xólotl del atardecer y la noche; dios de la estrella vespertina, de la oscuridad, del inframundo; en la dualidad de la cosmovisión maya, se le relaciona con Venus. De ahí el nombre xoloitzcuintle de la raza de perro originaria de México.
Así, el perro es afín a la muerte, pero también a la vida, ya que acompaña o conduce el alma de las personas en el camino al reino de la muerte; guardián de la vida después de la muerte, según han estudiado diversos autores, como Mercedes de la Garza, Raúl Valadez Azúa, entre otros, explica.
Tenemos entonces, afirma, la figura del perro en su acepción sagrada, como el dios perro, Xólotl, pero también en la vida productiva, social y familiar.
Rojas Sandoval recordó que el perro era muy apreciado en las culturas prehispánicas por su ayuda en la cacería y acompañamiento emocional en las familias.
En la actualidad, sigue teniendo funciones muy importantes en la vida de las personas como animales de compañía, apoyo emocional y perros de trabajo: rescatista de personas, policía, guía de personas ciegas, entre otras.
Destacó algunos hallazgos arqueológicos importantes en México, como el enterramiento de 24 perros en la zona arqueológica de Tlatilco, Estado de México; el perro momificado encontrado en la Cueva La Candelaria, en Cuatrociénegas, Coahuila; y las evidencias arqueológicas del consumo sagrado de carne de perro en Teotihuacan, por ejemplo.
“El perro está unido al humano en las civilizaciones mesoamericanas; ha sido un binomio perro-humano; ganó nuestros corazones en la historia de la humanidad”, concluyó.