Renuncia tras renuncia, se anuncia que no van bien las cosas en el gobierno de 4ta. y evidencia la pugna entre los profesionales de carrera en el servicio público vs los recomendados improvisados y analfabetas de la función pública, del círculo dominante que rodea a López Obrador y, hasta, de los compadres y familiares del tabasqueño.
La renuncia de Carlos Urzúa, se suma a las de Josefa González, ex Secretaria de Medio Ambiente; Germán Martínez, ex Director del IMSS; Tonatiuh Guillén, ex titular del Instituto Nacional de Migración; Clara Torres ex responsable del Programa de Estancias Infantiles; Patricia Bugarín, ex Subsecretaria de Seguridad Ciudadana; Simón Levy, ex Subsecretario de Turismo; y las que se pronostican, como la renuncia posible de Olga Sánchez, actual Secretaria de Gobernación.
Como bien parafrasea Héctor de Mauleón a Gilberto Valenzuela Galindo: “solo hay dos razones por las que se renuncia al gabinete: porque el presidente le pierde la confianza al secretario, o porque el secretario le pierde la confianza al presidente”.
En todos los casos anteriores, las renuncias se dan por la segunda causa.
En un comparativo certero que hace de Mauleón, en su artículo del Universal, compara el desastre administrativo y desaseo fiscal ocurrido en el sexenio de Luís Echeverría, con lo que estamos atestiguando actualmente en el gobierno de López Obrador:
En los anales de la historia de la secretaría de hacienda …“existe el caso de un desacuerdo igual de grave al que acaba de tener el exsecretario Urzúa: el que Hugo B. Margáin sostuvo con el presidente Luís Echeverría.”
“Margáin solo le aguantó el paso a Echeverría hasta la mitad del sexenio. Los gastos inmoderados que ocasionó el proyecto populista del mandatario fueron encendiendo una y otra vez focos de alarma en Hacienda. Echeverría gastaba en obras faraónicas, repartía dinero a manos llenas, adoptaba políticas públicas sin reflexionar en las consecuencias que estas podrían traer en el futuro. Llevaba al gobierno a cometer errores administrativos muy serios”.
Sin aprender de la historia, a pesar de que la recita una y otra vez en sus conferencias de prensa y en sus mítines de campaña, disfrazados de actos de gobierno, López Obrador está repitiendo la misma receta setentera y caduca de su más cercano referente, en el inicio de sus andanzas políticas en el PRI: Luís Echeverría Álvarez.
A diferencia de Echeverría, el proyecto populista de López Obrador no compagina con la realidad social y económica del México actual, en el cual intenta imponer un proyecto populista sustentado en gastos inmoderados y obras faraónicas, producto de las ocurrencias y caprichos del presidente.
AMLO ha arrancado una política social sin un programa bien diseñado, sin reglas de operación y carente de indicadores de bienestar. El único objetivo de los programas sociales del gobierno es repartir dinero a manos llenas, por simples, mezquinos e irresponsables motivos electorales; sin reflexionar en las consecuencias de tirar a un barril sin fondo miles de millones de pesos, con el fin de generar una base social dependiente; en vez de invertir en programas que potencien las capacidades de las familias, para valerse por sí mismas.
El grave desaseo financiero que está ocasionando López Obrador, al reconducir todos los recursos públicos posibles a la materialización de sus obras caprichosas y al reclutamiento de su base electoral para 2021, a costa de recortes a los programas en salud, ciencia, tecnología, cultura, artes, deporte, promoción turística, educación, medio ambiente, prevención del delito, protección civil y seguridad, han orillado a Carlos Urzúa a abandonar el barco antes de que se hunda en el desastre económico por venir.
Y, al igual que Luís Echeverría, López Obrador y su sequito rastrero y servil de portavoces morenistas, han reaccionado acusando al ex Secretario de Hacienda de ser un funcionario incapaz de adecuarse a los “nuevos tiempos” y resistirse a la transformación de la función pública.
Si México se fue al abismo económico y perdió una década para recuperarse de las consecuentes crisis económicas, tras el sexenio de Echevarría, López Obrador nos conduce de manera acelerada por el mismo camino. Pero, a diferencia de Echeverría, al cual su Secretario de Hacienda le aguantó el ritmo en tan sólo tres años, con López Obrador su Secretario de Hacienda lo aguantó apenas a siete meses de su gobierno.