POR NORBERTO HERNÁNDEZ BAUTISTA
Como nunca, el uso de herramientas tecnológicas, como la inteligencia artificial, se han convertido en un riesgo latente para las sociedades democráticas. En México, como en el resto de América Latina, su uso se ha intensificado para debilitar y desprestigiar a la oposición de izquierda, a partir que los movimientos progresistas han ganado elecciones y gobiernos históricamente sometidos por las oligarquías. Brasil y Argentina lo han padecido.
Los promotores y diseñadores de las campañas negras para mantener y controlar el poder, se esmeraron para detener el ascenso de Andrés Manuel López Obrador, desde que se postuló como candidato a gobernador en Tabasco. Tan pronto quiso ser presidente de México, no fue vencido por un partido político, la fuerza destructora de sus postulaciones fueron las acciones bien estructuradas a través de las campañas negras. No faltó dinero, intelectuales orgánicos, medios e instrumentos para atacarlo. Esto funcionó exitosamente, al menos en tres ocasiones: una por la gubernatura y en dos elecciones presidenciales.
Sentían terror de solo pensar que el tabasqueño ganara la presidencia y su temor creció cuando vieron su habilidad política al frente del gobierno del Distrito Federal. Con facilidad doblegó al presidente Fox, le impuso la agenda política con las mañaneras y lo venció durante el desafuero. En el 2006, Andrés Manuel no era un peligro para México, era un peligro para ellos, para la élite política y oligárquica del país que eran los dueños de la riqueza nacional, de los partidos y del Poder Ejecutivo federal y de las entidades federativas.
Nuevamente, la coalición “Fuerza y Corazón por México” integrada por el PRI-PAN-PRD, ante su incapacidad para sobreponerse a los resultados negativos de las encuestas, han echado mano del único recurso que les queda para tratar de detener a la precandidata presidencial de Morena: el uso intensivo de las campañas negras, donde han incluido el llamado Lawfare que es el uso del poder judicial para enfrentar —y si se puede derrocar— al titular del Poder Ejecutivo y lo que representa su movimiento de la 4T. Lo están haciendo desde cuentas creadas en otros países, por particulares, con dinero ilegal.
Desde hace unas semanas, el blanco de sus ataques ha sido Claudia Sheinbaum. La revista “Siempre” dedicó su portada vinculando la imagen de la precandidata morenista con el nazismo. En su frente pusieron una diadema, con suásticas nazi y la leyenda “no permitamos que gane”. Ante los acontecimientos resulta extraño el silencio del órgano encargado de administrar las elecciones. El INE no se ha pronunciado de manera enérgica ni con la contundencia como debe hacerlo. Sobre todo, porque esa campaña no es gratis.
Mentes perversas y criminales están detrás de esta campaña; son expertos en el manejo de redes sociales con fines de desinformar a la población; para causar daño a un adversario al que no pueden vencer electoralmente. El área de fiscalización del INE tiene mucho trabajo que hacer y una responsabilidad legal que cumplir. Es momento de detener cualquier intento de desestabilizar el proceso electoral de 2024. Mentir, engañar, difundir noticias falsas de la manera estructurada como lo están haciendo es grave, pero más que la autoridad electoral guarde silencio.
Si lo que pretenden es evitar que Morena tenga la mayoría en el Poder Legislativo se están equivocando en la forma y en el fondo. La sociedad tiene varias opciones para informarse, ya no depende solo de las televisoras, la prensa escrita y las revistas justificadoras del viejo régimen. El periodismo independiente y los canales de internet están dando la pelea. Además, los electores ya no se las compran ni les creen.