Como todo, para brincar la frontera nacional, el gobernador Enrique Peña Nieto tuvo que pagar el precio; lo que significaba pasar la aduana de la estabilidad política en su propio estado y aceptar a un candidato del Valle de México. El designado fue el doctor en derecho, Eruviel Ávila Villegas, haciendo valer el peso electoral de Ecatepec de Morelos, donde fue dos veces presidente municipal y de todo el Valle de México donde había construido puentes de entendimiento político.
La posibilidad de rompimiento la leyó bien el gobernador Peña Nieto, la sostuvo Humberto Moreira Valdés, presidente nacional del PRI y la apoyaron por obvia necesidad los políticos del Valle de Toluca. Fue así como el presidente municipal con licencia de Ecatepec de Morelos tuvo acceso a la candidatura para evitar una fractura en las filas del partido y alejar cualquier riesgo de perder la elección local y las aspiraciones futuras del grupo político mexiquense de recuperar la presidencia de la República.
Se daba fin o se redefinía una de las reglas no escritas en la política local. Se sacrificaba a un integrante del poderoso grupo por el bien mayor: la presidencia de la República. Según se publicó en varios medios, el favorito era Alfredo del Mazo Maza, por su relación directa con la clase política reunida en el grupo Atlacomulco, pero también por su relación familiar con el gobernador. Para sorpresa de todos, no llegó. En torno al vertiginoso proceso interno del PRI, Rogelio Hernández Rodríguez, del Colegio de México, menciona que solo había dos: Eruviel y Nemer… que habían sido los más cercanos y no había un tercero… la pregunta más bien es por qué en los últimos meses salió Del Mazo, quizá para confundir.
Si bien existen distintas versiones sobre el proceso de elección del candidato, al final se impuso el pragmatismo al sentimiento, los números desbancaron a Alfredo del Mazo que apenas tenía control en el municipio de Huixquilucan donde era presidente municipal. Esto a pesar de que aparecía en las encuestas en primer lugar para ser el abanderado del PRI. La duda queda en si los encuestados confundían al papá Alfredo del Mazo González con el hijo Alfredo del Mazo Maza. En marzo de 2011, Eruviel Ávila recibió la constancia que lo acreditaba como precandidato único del PRI a la gubernatura del estado. Como lo marcan las formas y el estilo de la política oficialista local, el gobernador Peña rechazó haber influido en la designación de Ávila Villegas y aseguró que fueron los propios aspirantes a la postulación quienes llegaron a un acuerdo de unidad.
Desde siempre, la nominación de Eruviel estuvo rodeada de supuestos. El más reiterado es que si no salía nominado por el PRI se iba a ir como candidato del PAN, del PRD o bajo el esquema de una alianza PAN-PRD. La entonces secretaria general del PRD, Dolores Padierna, aceptó que el aspirante del PRI a la gubernatura al Estado de México iba a ser el candidato de la alianza PAN-PRD. Incluso, se rumoró que se había entrevistado con el presidente Felipe Calderón para salir nominado por el PAN.
En una elección tan relevante como la mexiquense, es innegable la participación de otros actores y factores que, aparentemente, motivaron un cambio en la decisión del gobernador Peña Nieto que, al parecer al 25 de marzo, ya se había inclinado por su pariente Alfredo del Mazo Maza. La decisión no fue sencilla y menos emotiva, lo que mostró la frialdad del gobernador para inclinarse por un candidato que garantizaba el triunfo electoral en la entidad. Actúo como un hombre de poder para mantener el control sobre la elección federal, donde no tenía el más mínimo problema para ser nominado candidato único a la presidencia de la República.
Según Alfonso Zárate, en el 2011, Peña prefirió a Eruviel ante el riesgo que se fracturara el PRI, fue pragmático. Ciertas o no estás versiones periodísticas y cualquiera que hayan sido los argumentos de la decisión, Eruviel Ávila se hizo de la candidatura. El 7 de abril de 2011, Ávila Villegas fue electo como candidato de unidad en la convención estatal celebrada en el municipio de Tlalnepantla de Baz. El evento duró apenas 40 minutos. El gobernador Peña había cedido a sus sentimientos y aceptado la propuesta de Eruviel Ávila.
La elección como tal del próximo gobernador mexiquense era prácticamente un trámite. Cuando Eruviel Ávila Villegas se convirtió oficialmente en el candidato del PRI a la gubernatura en automático se colocó como el puntero en los sondeos de opinión. Los resultados fueron inmejorables para el PRI. Al arranque de la campaña, en mayo de 2011, en una encuesta dada a conocer por el diario El Universal el candidato del PRI-PVEM-PANAL, contaba con el 54 por ciento de las preferencias; el candidato del PAN, Luis Felipe Bravo Mena, apenas con el 21 por ciento; y, el del PRD-PT- Convergencia, Alejandro Encinas, sumaba el 25 por ciento. Pintaba para una paliza y lo fue. El gobernador Peña cuidó todos los detalles de la elección; hizo una reforma electoral para evitar los impactos de una posible alianza de la oposición, pero lo que más favoreció la campaña de Eruviel Ávila Villegas fue la excelente aceptación hacia el gobernador que registraba un índice del 77 por ciento, contra el 43 por ciento de aprobación del presidente Calderón.
Dada la tremenda diferencia entre el ganador y los perdedores, solo una elección se puede comparar con el triunfo de Eruviel Ávila en el 2011. En la elección de 1993, Emilio Chuayffet Chemor obtuvo 1, 949,356 votos; Luis Felipe Bravo Mena del PAN alcanzó 557,009 votos; y, Alejandro Encinas Rodríguez del PRD logró 271,977 votos. Si bien Don Emilio es un político de amplia experiencia en el orden estatal y federal, en aquellas elecciones se sancionó la buena labor que en el ámbito social realizaba el presidente Carlos Salinas de Gortari. Fueron los años de éxito del salinismo y de su programa estrella PRONASOL. Esta elección, el PRI sacó ventaja de tres votos a uno al PAN y de siete a uno al PRD.
Para las elecciones del 2011, por azares del destino y la incapacidad de la oposición para generar cuadros políticos, Ávila Villegas se enfrentó nuevamente a Felipe Bravo Mena del PAN y a Alejandro Encinas Rodríguez del PRD y para desgracia de estos dos políticos, figuras destacadas al interior de sus partidos y en la clase política nacional, recibieron una tunda similar a la sufrida en las elecciones de 1993. Eruviel Ávila Villegas, coalición PRI-PVEM-PANAL “Unidos por Ti” obtuvo 3, 018,588 votos; Luis Felipe Bravo Mena, del PAN alcanzó 598,045; y, Alejandro Encinas Rodríguez, coalición PRD-PT-Convergencia “Unidos Podemos Más” sumó 1, 020,857 votos. Esto significa que el PRI sacó cinco votos a uno al PAN y una diferencia de casi tres a uno al PRD.
El triunfo electoral de Eruviel fue la confirmación del extraordinario posicionamiento de la personalidad e imagen de Peña Nieto en el ánimo del electorado. La oposición se refugió en sus elocuentes pretextos. Sin despeinarse, Peña había ganado a la oposición las elecciones intermedias de 2009: el PRI obtuvo 97 victorias de 125 ayuntamientos en disputa. Su más cercano perseguidor obtuvo 12 ayuntamientos. Los números son más que elocuentes. En la elección de diputados se llevó 40 de 45 distritos locales de mayoría, lo que dejó sin argumentos a la oposición que vio cómo fracasaron sus métodos tradicionales de hacer campañas.
Desde 2005, la demostración de fuerza del fenómeno Peña iba en aumento y en el proceso electoral del 2011, el candidato de la unidad priista, Eruviel Ávila, el rebelde del Valle de México, ganó con una diferencia de tres a uno contra su más cercano perseguidor. Mejor imposible. Presentada como un sumario, la estrategia del proyecto iniciado por Arturo Montiel Rojas obtuvo metas impensables para cualquier estudioso de la política y los procesos electorales. La mercadotecnia, el manejo de medios, su arreglo personal, su impecable peinado, hicieron de su protegido, Enrique Peña Nieto, una figura de la política llevada a la pantalla chica y las revistas del espectáculo.
No hay parámetro de estudio que pudiera intuir el éxito de una estrategia construida a partir de los medios de comunicación, en particular, las televisoras en la persona de un político joven, sin mucha experiencia, pero formado en la disciplina y en el saber escuchar y dejarse asesorar. Si bien el exitoso manejo de su figura contribuyó a los triunfos electorales del PRI en los procesos 2005, 2009, 2011 y 2012 sus bonos, su ángel, viene en franco descenso. Los mismos medios que alguna vez fueron sus mejores aliados están pasando a ocupar la esquina contraria, están en busca de un nuevo actor, de otra figura política que llene sus expectativas de triunfo y de poder.
La narrativa que persigue al presidente, y que impactará el proceso electoral de 2017, es la pesada carga de la corrupción y la ausencia de efectividad en el manejo de los asuntos públicos.