El escenario político del país se mueve sobre un campo minado. La crisis institucional ha resultado más fuerte que la amenaza misma de la delincuencia organizada. Los vacíos de autoridad son cada vez más frecuentes, poniendo en evidencia, al menos a tres actores relevantes: a la clase política que ha demostrado su incapacidad de reacción, al desgastado sistema de partidos que día a día se gana el rechazo de la población y a una burocracia gubernamental que nada en un mar de corrupción. El descrédito de estos factores de poder es más que merecido, pero lo más lamentable es que todos los señalamientos, incluso insultos, no los incomodan. ¿A quién acudir?; parece que las opciones se reducen, que no existen; que hace tiempo que la autoridad bajó la cortina a los ciudadanos, a quienes se debe y juró defender.
El debate político no existe, han enterrado las ideas en una arena que se alimenta de ellas o, al menos, que debería nutrirse de ellas. Las posiciones ideológicas en los partidos han sido sustituidas por chismes y conflictos internos entres sus grupos o miembros que se afanan en conseguir más posiciones, o curules para sus allegados, que en construir decisiones que abonen en la solución de los problemas nacionales.
Los abusos a la sociedad civil ya no vienen exclusivamente del grupo de los malosos, ahora los funcionarios son parte de ese clan que la agrede, la violenta y la somete. Pedir justicia parece ser una ofensa, una calumnia o un atrevimiento. Se gastan más recursos para tratar de desvirtuar la inconformidad social que en combatir el origen de sus reclamos. Se pone en marcha toda la red de mañas para tratar de desacreditar las manifestaciones públicas y presentar una imagen institucional eficiente y abierta a las demandas de los inconformes. Es un juego perverso que atiza leña al fuego.
Mi amigo Paco Bejarano me hizo un comentario donde reflexionaba que México no es Francia y tiene razón; dolorosamente así es. Allá murieron doce personas en un ataque terrorista y el presidente francés acudió en minutos al lugar de los lamentables acontecimientos. El pueblo galo se sintió agraviado porque atentaron contra su libertad, que es uno de sus valores fundamentales y en pocos días, según los reportajes, cuatro millones de ciudadanos salieron a protestar en contra de la violencia y en favor de la paz y la tolerancia. En la marcha fueron acompañados por 49 líderes políticos, entre ellos un representante mexicano que seguro se acordó del refrán: “candil de la calle y oscuridad de su casa”.
El gobierno francés no dudó un momento en estar al frente de un grave acontecimiento que afectó a sus representados; en breve detuvieron a los primeros coludidos con el atentado y dieron de baja a dos de los atacantes directos en los hechos de violencia que costaron la vida a doce de sus ciudadanos. A pesar de la rápida respuesta del gobierno, aceptó que hubo errores en su aparato de inteligencia. De inmediato han procedido a corregir y tratar de prevenir otro ataque en su territorio, por parte de grupos radicales.
En nuestro México, en nuestra casa común cuya tierra, clima, historia y cultura es envidiable han muerto decenas de personas en los últimos 25 días y no pasa nada. En Guerrero y Michoacán ejecutan, levantan y aparecen cuerpos desmembrados a cada momento y no se sabe cuántos asesinatos más se ocultan o cuántas personas más están en calidad de desaparecidas. Y no pasa nada. Todo se va en discusiones sin sentido, toda una diarrea de palabras sin nada de contenido. Allá murieron doce seres humanos y el país se puso en movimiento al lado de su gobierno, de sus víctimas. Fue un agravio nacional que mereció una respuesta contundente desde la sociedad y su autoridad. En México han muerto miles, no hay parte del país cuyo suelo no se haya pintado del rojo que provoca la violencia que se envuelve en el manto oscuro de la corrupción y la clase política se refugia en el silencio y el anonimato que ella misma construye. Son cómplices de la no respuesta y fieles constructores del muro de las evasivas.
La devastación provocada por el huracán de la inoperancia política es cada vez mayor, pero de nuestros líderes políticos ni sus luces; según sea el origen partidario del gobierno en funciones se defienden y se justifican los unos a los otros. Toman a “chunga” la gravedad de los problemas nacionales. Buenos para la demagogia y pésimos para dar resultados. Unos andan movidos buscando saltar a otra silla, empeñados en visitar a sus sufridas bases militantes o acercándose al bueno, al que elige, para salir con la bendición de otro cargo público. Aprovechando la necesidad de la población, los que aspiran llevan despensas, cobijitas o alguna otra ofensiva dádiva para abrir la puerta, sacarse una foto y decir que van con todo por un nuevo cargo de representación política.
De los muertos, los desaparecidos, las mujeres asesinadas, los secuestros, los levantados, del cobro del derecho de piso, del rapto de niñas de secundaria con fines de explotación sexual, de la inseguridad en las colonias y en el transporte público, de la pésima calidad de los servicios públicos, entre ellos la educación, simplemente nada. Un discurso justificante es para todo lo que le alcanza al sufrido pueblo. Tiene razón mi amigo Paco: no nos parecemos a Francia. Tampoco, nuestra clase política se parece al austero presidente de Uruguay, José Mujica, que en una entrevista con la periodista Carmen Aristegui simplemente comentó: “En la política tenemos que separar. A los que les gusta mucho la plata hay que correrlos de la política, son un peligro… en la política lo que se apetece es el cariño y el reconocimiento de la gente, no la plata; a los que le gusta mucho la plata que se dediquen a la industria, el comercio, a multiplicar la riqueza. La política es la lucha por la felicidad del todo”.
Ni cómo imaginar a un político mexicano asumir la conducta y principios del ex presidente uruguayo. En nuestra tierra lo que pesa es otro refrán que se acepta casi como dogma de fe: “político pobre es un pobre político”. Por eso se roban lo que pueden y un poco más. ¿Qué un político mexicano ande en un “vocho”? ni que estuviera loco; ¿Que viva en la medianía y la austeridad? Qué te pasa, si están en la plenitud del “pinche poder”. La consecuencia nacional es que impera el cinismo, el escenario ideal de personajes sin escrúpulos que hacen de la corrupción su mejor carta de presentación.
Así es como llegamos a las elecciones intermedias del 2015. Partidos en pleno descrédito y políticos rechazados por quienes están obligados a servir. Basta con hojear cualquier periódico para tomar nota de acciones realmente penosas como la del diputado a la Asamblea Legislativo del Distrito Federal que regaña a una mujer, que parece ser su esposa, por no haber bien lo que le tocaba en una licitación de la que esperaba recibir miles de pesos como mochada; a un Jefe Delegacional que chocó la camioneta prestada por un generoso proveedor; a otras autoridades municipales y estatales ligadas o al servicio de la delincuencia organizada y también a una institución financiera que extorsiona a sus ahorradores, con plena aceptación de las instancias obligadas de regular y vigilar su actuación; ni que decir de licitaciones cínicamente manejadas para favorecer a un determinado grupo de interés.
En una definición básica, las elecciones son para ratificar o quitar del poder público a un gobernante y a su organización política; para dar la oportunidad a otra alternativa; es decir, la preferencia electoral es la balanza que hace posible la alternancia en el poder público. Sin embargo, ¿Realmente el elector mexicano tiene alguna alternativa en las próximas elecciones federales y en las locales de algunos estados?. Todo parece indicar que los partidos seguirán sus métodos tradicionales de elección de candidatos. Sin embargo, lo que no pueden cambiar es la relevancia de la sociedad civil en la decisión final de elegir a sus representantes; será ella la que acuda a las urnas con la información que tiene de los contendientes y sancionará lo mostrado por el que está en funciones de gobierno, ratificando su apoyo o retirándolo.
Al Partido Revolucionario Institucional (PRI) le urge ganar la mayoría en la Cámara de Diputados Federal; al Partido Acción Nacional (PAN) recuperar terreno para estar en condiciones de buscar nuevamente la presidencia de la República y al Partido de la Revolución Democrática (PRD) pagar los costos mínimos de su división interna. La moneda no está en el aire, está en las manos de la sociedad civil, de los ciudadanos en su calidad de electores libres; en ellos recae la responsabilidad de modificar el estado de cosas que lo tienen en la indefensión y el abandono. 2015 es el año de una sociedad actuante y no necesariamente en favor de los partidos políticos.