Las elecciones han dejado el cauce de la normalidad democrática y se han metido en diferentes corrientes que tienen un principio, pero no se vislumbra a dónde pueden llegar. Suponer que cada partido registra candidatos para ganar una elección es caer en el simplismo o en la lógica de procesos donde cada instituto político cumplía internamente sus procedimientos para sacar la lista de aspirantes, hacer campaña y esperar la jornada electoral. Existía una disciplina o subordinación a reglas políticas no escritas que evitaban los conflictos o los procesaban antes de derivar en diferencias mayores. Algunos llamaban a estas prácticas disciplina política.
En el caso de algunos municipios del estado de México el nivel de conflicto puede considerarse mayor a la simple competencia electoral; es decir, a las campañas por pedir el voto de los ciudadanos. Lo que parece incrementar el nivel de complejidad es la inexistencia de alternativas para superar las diferencias internas y, a su vez, ampliar las posibilidades de ganar en la competencia electoral. Los problemas internos van junto al inicio de campaña, lo que resta comodidad a los candidatos en su labor proselitista.
El caso de Naucalpan de Juárez, Atizapán de Zaragoza, Huixquilucan y Tlalnepantla de Baz son claros ejemplos de la modalidad de conflicto interno que impera en los partidos y los procesos electorales. Es evidente que las campañas han dejado de ser normales y las variantes de inestabilidad partidaria parecen ser más duras e intensas que la competencia entre partidos y candidatos. Hasta hace unos días, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) no tenía candidata a la presidencia municipal porque uno de sus militantes alegó, ante el Tribunal Electoral, una supuesta falta a sus derechos políticos. Debió ser de ese modo porque la autoridad jurisdiccional paró la campaña del partido y ordenó la reposición del proceso de elección interna, cualquiera que este haya sido. Al final, se cumplió con lo exigido y la campaña arrancó con cinco días de atraso. Esto es sorprendente que suceda en el PRI cuando de sobra se reconoce que son campeones en procesar sus diferencias internas.
La mayor ventaja que tiene este partido es la aparente debilidad de sus opositores, entre ellos al eterno candidato Rubén Mendoza que se ha empeñado en ser el López Obrador de Tlalnepantla de Baz. Sin embargo, enfrenta un serio desgaste por ser el partido en funciones de gobierno. Todo indica que sus candidatos sufren el reclamo ciudadano por lo que dejaron de hacer o no hicieron bien. Más complicado resulta cuando el propio presidente municipal saliente es candidato a diputado federal por el Distrito 19. Todavía no se conoce el impacto del fenómeno Peña ya como presidente de la República que esta vez reúne un efecto en contrario de lo contundente que fue en los dos procesos electorales locales en favor del PRI. Lo incierto de esta confrontación deriva en una variante que indica que la moneda está en el aire. Si es por movilización partidaria el PRI lo hace mejor que sus adversarios y con más recursos políticos y económicos; si es por el coletazo del rechazo social que se traduzca en un voto de castigo, el PAN puede salir favorecido. A la candidata del Partido de la Revolución Democrática (PRD) ya la besó el diablo. Si bien es una mujer con capacidad y capital político reconocidos su vinculación con Mendoza Ayala le resta credibilidad.
En Naucalpan de Juárez, durante el proceso de elección interna, se dice que José Luis Durán, uno de los aspirantes a la candidatura del Partido Acción Nacional (PAN) afilió a militantes del PRI o simpatizantes de este partido para llevarlos a votar en su favor el día de la jornada de selección interna. Al no verse favorecido, impugnó el resultado aduciendo que militantes de otro partido habían votado en un proceso panista. Esto supone que echó mano de una estrategia común al crear su propia oposición. De mañoso pasó al plano de víctima y recurrió a la autoridad electoral aportando las pruebas del supuesto fraude que todo hace suponer fue creado por él mismo. Por cierto, dos de sus hermanos de tradición y cuna panista ahora son candidatos del Partido Movimiento Ciudadano. Ambos ya ocuparon cargos de elección por ese partido, pero quieren repetir la posición por otro lado porque el PAN, al no dejarlos pasar, ya no es democrático.
Más aun, Maximiliano Alexander, aspirante a ocupar una candidatura a diputado federal por Naucalpan identificado con la corriente duranista, también perdió en la contienda interna ante un aspirante identificado con los olveristas, Luis Marrón, diputado local con licencia. La diferencia fue mínima y por ello argumentó que hubo prácticas ajenas a un proceso limpio y se sintió agraviado por la comisión de un supuesto fraude electoral. Lo sorprendente es que Maximiliano Alexander acuse de abuso a sus adversarios cuando él ha sido diputado local, diputado federal, candidato a presidente municipal por Ecatepec, funcionario público federal y funcionario púbico municipal y ahora pretendía ser candidato por un municipio en el que no tiene arraigo.
Y un dato más, su esposa ha sido dos veces diputada: una local plurinominal y otra federal también plurinominal. Ambos están más identificados por las militancias panistas de Coacalco de Berriozábal y Ecatepec de Morelos que por la de Naucalpan de Juárez. La pareja reúne doce años de presencia en el Poder Legislativo y al menos seis con cargo de funcionario. Si bien, Salió huyendo del cacicazgo panista de Ecatepec que encabezan los hermanos Venancio, perdió frente al cacicazgo de Naucalpan. Eso puede ser un mérito.
Precisamente, Edgarth Olvera, el candidato registrado —y ya en campaña— es acusado de ser el cacique del PAN municipal y de practicar la afiliación masiva para imponer la cargada en su favor en franca alianza o complicidad con la actual dirigencia estatal panista. De este modo, las diferencias internas son retos todavía por superar y no se sabe del impacto negativo del fuego amigo que se alimenta del resentimiento entre los grupos. A pesar de todo, Edgarth Olvera parece reunir las mayores simpatías de la militancia panista municipal, pero el desgaste interno se ha convertido en una variable de la cual se desconoce el nivel de afectación. Antes de conocer a su adversario del PRI y del PRD ya conocía la oposición del bloque de los Durán y sus afines.
El caso de Atizapán de Zaragoza es más drástico y, como dirían los jóvenes, no está difícil, lo que le sigue. Una parte importante de la militancia del municipio y el presidente municipal panista con licencia, Pedro Rodríguez, se preguntan cuál o cuáles fueron las razones para que en Naucalpan de Juárez no hubiera coalición parcial con el Partido del Trabajo (PT) y en Atizapán sí. Más aun cuando en el municipio la presencia petista no es significativa. Todo indica que fue la fabricación de una imposición disfrazada de designación por un acuerdo legal entre partidos en favor de la candidata identificada con el grupo que controla la dirigencia estatal del PAN. Lo peor es que Ana Balderas no necesitaba de esa supuesta ayuda toda vez que cuenta con una trayectoria de militante que es reconocida por todos los panistas del municipio. Lástima porque están destruyendo la carrera política de una mujer joven y talentosa.
La pregunta se la han hecho al presidente del Comité Directivo Estatal (CDE) del PAN, Oscar Sánchez, y no ha sido clara la respuesta y mucho menos contundente. Todo indica que la razón de peso fue fregarse al presidente Pedro Rodríguez por desalineado. Lo peor es que un escenario así, no ayuda a la que se supone es la candidata que tiene como su máximo adversario al presidente panista y sus seguidores que son muchos. Por cierto, el trabajo del presidente panista ha sido bien evaluado o, al menos, esa es la percepción que se comenta.
En el municipio de Huixquilucan se presenta un caso sorprendente. El candidato del PAN, Enrique Vargas, le arrancó la candidatura al grupo del dirigente del CDE del partido y al presidente mismo que empezó y ha hecho carrera política en este municipio. Se fajó los pantalones, los enfrentó y les ganó. El mérito del candidato fue ganar una nominación a contracorriente a un dirigente que ha sido acusado de simpatizar con los nazis, que ya fue diputado local plurinominal, candidato a senador, coordinador de la fracción panista en la cámara local, delegado federal, presidente del partido en Huixquilucan, síndico municipal, y que ahora designó a su hermana, Claudia Sánchez, al cargo de diputada federal plurinominal. Más otros cuates que antes que calidad y capacidad son de la banda. Por cierto, la aspirante que contendió contra Vargas es del grupo del dirigente estatal y eso le dado la posibilidad de ser regidora y diputada local plurinominal. Es un caso inédito, porque esta dirigencia se ha convertido en promotora de conflictos internos y no sus adversarios políticos de otros partidos.
Así las cosas. Los partidos corren más de una contienda y puede que ganen la que menos importa.