México, doscientos años de Independencia y cien de Revolución, el mundo entero nos observa y esperan la rendición de cuentas ante el precioso regalo que nos fue concedido, la libertad. ¿Qué cuentas entregaremos?, ¿en qué hemos mejorado desde que decidimos tomar el camino de la independencia?, ¿dónde estamos colocados en el mapa de la evolución de la humanidad? Si nos autoevaluamos en materia de arte, cultura, calidad de vida, seguridad, nuevas empresas, tecnología, corrientes del pensamiento o consolidación de lo que nos fue legado, ¿cómo debemos sentirnos?
El reciente “problemita” por el que atraviesa Mexicana de Aviación pudiera convertirse en un hito en la historia de nuestro país, ya que es una ventana a través de la que muchos habitantes del mundo entero ven, vieron y, esperemos, continúen viendo, al menos una parte de la población en México. No es asunto menor, no se trata simplemente de un ajuste económico en el que podemos decir “se acabó, pero aquí tenemos Aeropatito o Aerolux o Aeroloquesea”. La desaparición de la compañía significaría una fractura más al frágil sentido de identidad y de amor patrio que necesitamos tan desesperadamente en estos tiempos.
La estructura tradicional del cuento nos dice que la princesa debe ser rescatada, sin embargo, en ningún momento se nos habla de la suegra metiche o de que la princesa engordará o envejecerá, poco a poco nos va llevando hasta el punto en el que los desenlaces, a muy largo plazo, quedan en la nube de la imaginación, en el mejor de los casos. El de Mexicana, con oportunismos, pasado y presente, queriendo matar demasiados pájaros de un tiro, está convirtiendo a la princesa en una mujer no del todo atractiva para que un príncipe se aviente el tiro de enfrentarse al dragón, a las fosas de lava, trampas mortales o hechiceros malévolos.
¿Quién se equivocó?, diría yo que el guionista que nos ha llevado a lo largo de esta historia, pero también la falta de visión de diversos funcionarios, el sindicato de la empresa y los empleados de la misma.
Más allá de un sindicato aguerrido, una Ley Federal del Trabajo obsoleta, un grupo que la mal administró, llevándola al deterioro que hoy vive, y cientos de enemigos, tanto de la aerolínea (entre menos burros más olotes) como del país, quien se ve beneficiado al momento que México deja de ser menos atractivo para el turismo internacional es principalmente Estados Unidos, que atraviesa una recesión tan grande y prolongada que no le caería mal que los vacacionistas tuvieran un motivo más para gastarse sus dólares en casa y no aquí .
Lo complejo de nuestra querida princesa es que los príncipes que se han acercado, y los que no, lo que ven en ella es una empresa quebrada, con grandes requerimientos de capital, pocos activos propios y los arrendamientos en un nivel ya demasiado crítico como para renegociar; un gobierno sin una visión clara de la salida o que ni siquiera la desea.
Y, por si fuera poco, una poco clara estrategia jurídica promoviendo primero un concurso mercantil, cuya agilidad y diseño fueron hechos para resolver o desaparecer, sin importar las consecuencias, y, de acuerdo con la ley, a los talentosos visitadores y al mismo Instituto Federal de Especialistas en Concursos Mercantiles (Ifecom), el único camino viable sería la quiebra.
De acuerdo con el artículo tercero de la Ley de Concursos Mercantiles, la finalidad es la venta de la empresa, del comerciante, de sus unidades productivas o de los bienes que la integran para el pago a los acreedores reconocidos. En el artículo 150 de la misma, se establece que: “El conciliador podrá solicitar al juez la terminación anticipada de la etapa de conciliación cuando considere la falta de disposición del comerciante o de sus acreedores para suscribir un convenio en términos de esta ley o la imposibilidad de hacerlo”.
En una de las tres causales de quiebra, con base en el artículo 167 de dicha legislación, se estipula que el comerciante, en concurso mercantil, será declarado en quiebra cuando transcurra el término para la conciliación y sus prórrogas, si se hubieren concedido, sin que se someta al juez, para su aprobación, un convenio en términos de lo previsto en esta norma. Lo anterior significa que a menos de que los acreedores (sindicato, bancos, arrendadoras de aviones, etcétera) estuvieran dispuestos a suscribir un convenio (cosa que claramente ninguna de las partes ha querido), entonces, Mexicana de Aviación será declarada en quiebra.
Para cerrar con broche de oro, otro grupo jurídico, el Sindicato, en búsqueda de sumar, emplaza a huelga a la aerolínea, pensando, quizá, que con ello protege los activos o los derechos adquiridos de sus trabajadores que, por si no lo sabía el príncipe, habrá de heredar en el contrato colectivo, si se acerca a la princesa. Existen voces que se alegran de la desaparición de uno más de los sindicatos fuertes que no han permitido lograr una reforma laboral, tan necesaria para nuestro país. El nerviosismo provocado por el deterioro de la situación hace que lo único que quieran las arrendadoras sea recoger sus aviones.
Entonces, el Ifecom, la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje (JFCA), un sindicato muy aguerrido y unos pocos funcionarios públicos –ninguno quiere agarrar al tigre por la cola– son los productores, directores y guionistas de la película. Y con esta historia, mal contada, esperan que llegue un príncipe RICO y TONTO, de preferencia JOVEN, al rescate de la princesa, quien, por cierto, no era de la realeza, no era joven y que le hace falta una liposucción, un servicio general, arregladita de uñas (principalmente las de los pies), ropa nueva y que para rematar viene con unas deuditas, ya que es un poco borracha y jugadora. ¿Qué tan mal estarán las cosas que ni siquiera los empleados se la quieren quedar gratis?
Pero esto no se puede quedar así, como ya lo escribí, no es un asunto únicamente de empleados que se quedarán sin chamba, se trata de todos los mexicanos y de las cuentas que habremos de rendir; es el mensaje que mandamos al mundo de nuestra capacidad de reinventarnos, de la eficiencia de nuestras leyes, de nuestra habilidad de vender nuestros productos y servicios, nuestra mercadotecnia.
Mexicana de Aviación, además de ser el vehículo a través del cual millones de extranjeros han visitado por décadas a nuestro país, es el reflejo de lo que pasa en México, comenzando por la falta de amor y ética de los grandes grupos mercantiles; seguido por la deficiencia en nuestro sistema jurídico, que muestra que lo último que busca es la preservación y fortalecimiento de las empresas, frente a la recuperación de créditos, principalmente bancarios; y, por último, el caos y miedo que la situación transmite a la comunidad inversionista mundial.
¿Qué sucedería si, en un ánimo propositivo, entusiasta, responsable y generoso, se creara un vehículo jurídico receptor de lo que hoy existe como Mexicana de Aviación? Que fuera un grupo liderado por los empleados de la aerolínea, primero que nada para transmitir confianza y madurez; que convocara a los diversos funcionarios del gobierno que se requieren para resolver éste problema y sumara empresarios talentosos.
Un grupo que comenzara por mandar el mensaje de que lo que tenemos de frente es una princesa que comió una manzana envenenada (como sucede en los cuentos) y que permanecerá dormida, mas no muerta, en lo que aparece el príncipe azul; que mostrara la capacidad de mantenerla con vida, generando al menos unos cuantos pesos de utilidad operativa, en lo que los mercados internacionales se estabilizan, preservando la posibilidad de que en algún momento alguien llegue y la compre.
Para nosotros, Mexicana es una empresa emblemática en muchos aspectos; salvarla pudiera ser una batalla épica y puntual, con un desenlace claro y medible en lo inmediato, además de que mandaría un mensaje, a los mexicanos y al exterior, de que la esperanza sí existe.
Grandes sacrificios habría que hacer, como cambiar “conquistas laborales”, liquidaciones y otros sueños guajiros, por las acciones de una compañía que hoy está como está. El gobierno tendría que rescatar, a través de una inyección de capital, con muy poca posibilidad de recuperación financiera, al menos el capital de trabajo inmediato que se requiere. Muchos trabajadores tendrían que buscar otra fuente de sustento, en el afán de “algún día” recuperar su empleo o el valor de los títulos que, en su momento, intercambió por sus derechos laborales. Y, sobre todo, los mexicanos tendremos que volver a confiar en la aerolínea que nos ha llevado a lo ancho y largo de nuestro país.
Aun cuando el cuento no sea el más bonito, es un símbolo de nuestra nación, de los mexicanos, de lo que sí somos y de cómo no queremos ser vistos. Borremos de nuestras mentes la especulación de que todo lo que pasa en México es una conspiración, que detrás de todo hay intereses mezquinos y egoístas o una ineptitud gigante en la manera de enfrentar las crisis y actuemos. Y entonces, en este bicentenario, el mundo entero verá que fuimos capaces de resolver, con nuestros propios recursos, un problema que, en una parte del cuento, pareció no tener solución.