Norberto Hernández
Calmados, calmados, no es una expresión mía ni es pobreza de lenguaje. Es un recurso frecuente del castellano practicado por doña Xóchitl cada que las ideas no le fluyen, se le apaga el teleprompter o se le olvida el guion. Para variar, fue en un evento con militantes y dirigentes del PRI donde salió a relucir su despampanante euforia lingüística: “necesito de la fuerza y la experiencia de Alito, porque vaya que es un cabrón”. No me quiero imaginar su expresión cuando se enteró que Markititito dio a conocer el acuerdo con el PRI en Coahuila. Sí, de ahí no lo bajó.
Ya en otra ocasión había dicho lo contrario del mismo personaje: “hay malos priistas con los que yo no trabajaría como Bartlett o como Alito, o como ahora el exgobernador de Hidalgo, Fayad”. Ni modo, como dice una cosa, dice otra. Para cerrar su semana de campaña durante su gira por Estados Unidos, luego de una reunión en el Consejo de las Américas salió encapuchada, para no escuchar los gritos en su contra de un grupo de mexicanos radicados en New York.
Por el sitio donde estaban los manifestantes, sacaron a otra mujer con el rostro cubierto con una chamarra blanca. Fiel a su estilo, subió una fotografía como diciendo: ¡éjele, no era yo! Una mujer alcanzó a percatarse del truco, alertando a los demás: ¡allá va la rata, allá va la rata! Todo esto es de risa, de chunga, pero no es digno de una candidata que aspira a ser presidenta de México. Decir que tiene un equipo de campaña suena a exceso.
Ya entrado en el tema de las cosas chuscas de las campañas —justamente eso es lo que sucede en la campaña de doña Xóchitl, puras cosas chuscas; cero ideas, mucho menos propuestas— ocurrió en Chimalhuacán con mi amigo chava. El candidato era el tío Pedro, en los recorridos veía una plantita y se paraba a cortar una hoja o una ramita, la olía y seguía la ruta. Los acompañantes lo miraban con extrañeza. Al llegar al evento, tomaba el micrófono y lanzaba su grito de guerra: ¡cómo está la indiada! Desde luego no ganó, pero es recordado por su chispa para hablar.
Otra anécdota me la contó Tito, en una visita que hicimos al municipio de Zacazonapan. Sucede que el gobernador, Alfredo del Mazo González (1981-1986), fue a una gira, quedó complacido del éxito del evento que felicitó al presidente municipal, desde luego del PRI, y le dijo: Señor presidente municipal pídame lo que quiera y vemos cómo lo apoyamos. Ha hecho usted un buen acto político, le expreso mi agradecimiento. Gracias señor gobernador, pues no sé qué decirle, pero si estamos en esas ¡me gustaría reelegirme! Qué barbaridad, eso es imposible señor presidente municipal, busque otra opción. Sí, si, está bien señor gobernador; pero si yo no puedo, ¡pues que la presidenta sea mi esposa! Desde luego que la reunión terminó con una molestia del gobernador, mandó al carajo al presidente municipal. Y así finalizó la exitosa gira.
Dentro de este álbum de ocurrencias quedará grabada la campaña de doña Xóchitl. No es para celebrarlo porque muestra la escasa capacidad política de los adversarios a la 4T. Es la expresión tangible de una errática, enfurecida y rabiosa oposición a Morena. El fondo del problema es que sus afines hacen hasta lo imposible por negar su realidad y difundir que es la opción para salvar al país. No existe un dato que sostenga su optimismo.