El pasado domingo, el presidente López Obrador, dijo que la Cuarta Transformación (4T) es inmune a todos los ‘infortunios externos’ que enfrenta el país, como la pandemia de coronavirus.
Minimizando la emergencia mundial –no obstante que la nueva cepa de coronavirus ha infectado a más de 169 mil 374 personas, a nivel mundial, y ha matado a cerca de 6 mil 500 personas, según datos de worldometers.info– el presidente dio giro al tema para nuevamente desviar la atención del público, señalando que sólo basta con combatir la corrupción para hacer frente al COVID-19 y, rematando, con el anuncio de regalar cachitos de la lotería para su rifa del avión presidencial a personas de escasos recursos.
Así se evidencia la gran irresponsabilidad y el delirio de grandeza mesiánica del primer mandatario de México. López asume y cree de manera vehemente o demente que su sola presencia virtuosa y purificadora basta para repeler todos los vicios, males, amenazas y enfermedades de la humanidad.
También, confirma la visión retrograda del presidente de asumir que México es una isla y que es ajeno a todos los acontecimientos, secuelas y efectos, ya sea económicos, sociales o sanitarios internacionales.
López está obsesionado en sí mismo y limitado a no ver más allá de su feudo llamado México. Sin duda, su personalidad megalómana, mitómana y narcisista, le hacen negar la realidad de los acontecimientos diarios y esforzarse por atraer la atención de sus súbditos y files seguidores hacia sí: él es el camino, la verdad y, ahora, la salvación de todos los mexicanos, además de ser fuente de salud y vida, ante la pandemia amenazante.
Lo que en verdad AMLO trata de negar y evitar es asumir con seriedad la responsabilidad de actuar de manera anticipada y preventiva a la propagación del virus en territorio nacional; ya que, para él no son desconocidas las consecuencias económicas y sociales que traerán consigo todo tipo de declaratoria de cuarentena y aislamiento social.
El aislamiento social a que obliga el entrar en una fase 4, para evitar la propagación del virus, dañaría seriamente la recaudación de impuestos, ante una paralización de la economía mexicana de por sí estancada, no por una fase 4, sino por la 4T y sus políticas económicas retrogradas y erráticas.
Así lo reconoce el Gobernador del Banco de México, Alejandro Díaz de León: “Se puede llegar no solo a una crisis sanitaria, sino hasta una catástrofe económica, si la pandemia del Covid-19 se arraiga más allá de noviembre de 2020. Por tanto, la economía mexicana está en medio de una turbulencia”.
Una nueva caída en los ingresos tributarios (IVA, ISR, IEPS) ¬–que el año pasado fueron menores en 108 mil millones de pesos, por lo que se recurrió a el uso de 125 mil millones de pesos del Fondo de Estabilización de Ingresos Presupuestarios (FEIP), ante la caída de la recaudación, para no recurrir a nueva deuda pública– no sólo mermaría el presupuesto 2020 del gobierno federal, sino que además, la pandemia y el aislamiento social obliga al gobierno a condonar impuestos y reconducir recursos para subsidiar las pérdidas de los sectores productivos, pequeños negocios y de aquellos que se desempeñan en el autoempleo.
López Obrador, lo sabe muy en el fondo, el escenario venidero no es nada halagüeño, porque México sumaría un segundo año consecutivo en recesión. En menos de una semana, cuatro bancos de inversión y consultorías financieras recortaron sus pronósticos de crecimiento para la economía mexicana, evidenciando que no hay forma de que el PIB escape de una recesión.
Ahora, con la amenaza del coronavirus, el pronóstico para México es una contracción de 2%, mucho más profunda a la registrada en el 2019 (de -0.14%), con riesgos a la baja si continúa la caída de los precios del petróleo o si la enfermedad en México motiva el cese de actividades. La nueva expectativa de crecimiento de la economía mexicana es de -0.5%.
Si las cosas se ven mal, en la realidad están peor. El gobierno de México es el único en el mundo que descalifica la pandemia y lo califica como “un manejo mafioso de las crisis de salud pública”; por ello, para el gobierno el riesgo no es tan alto y México de ninguna manera cerrará fronteras o tomará acciones catastrofistas en esta materia, porque no la considera pandemia.
Aun así, lo que explica la negativa real de porque López Obrador no se atreve a tomar las medidas adecuadas, ante el brote del virus en México, más allá de su narrativa mesiánica y salvadora, de que el covid-19 y toda calamidad externa le hacen a México “lo que el viento a Juárez”, es que en el fondo sabe que ya mucho daño ha hecho la 4T a la economía mexicana durante 2019 y, ahora, el daño se multiplicaría para 2020 si se declara una “fase 4” de la pandemia.