Recordar es vivir y bien que los sabia el Johnny Barrancas, regresando los episodios de su perra y oscura vida, que por el momento tenía un poco de reposo, que ni el se la creía, después de correr a la velocidad de los excesos, escuchaba las noticias de la radio, que ya lo tenían hasta la madre con sus mamaruchadas, que “estamos luchando por ti” y las arañas, esos diálogos de la seguridad puros monólogos para meter miedo a la gente y tenerla bien controladita sin rebuznar, rumbo a la tiranía, se preguntaba si aquellos que debatían sobre la legalización de la mariguana alguna vez se habrían dado las tres, sí abrían fumado un cigarrillo,¿ qué sabían de la vida si ni siquiera un “carcelero”?
Lo mas seguro es que eran bien alcohólicos y no hablaban de lo devastador que puede ser el alcohol, que quiebra y rompe las fibras más intimas de los seres humanos débiles, que los convierte en desechos humanos, pero es legal y un gran negocio, pero cada quien su vida. En su propio monólogo, para estar a tono con los sabiondos que dizque nos estaban salvando de las garras de los malosos, el tenía su propia opinión, vivamos la oscuridad más necrófila, 28 mil muertos de manera sanguinaria lo garantizaban, y querían más violencia y sangre. El tenía su soliloquio, recordaba cuando andaba viajando por el país, aquella ocasión que tuvo que ir a Acapulquito, escuchando el Umagumba de Pink Floyd, o Epitaphi de King krimson, la carretera era una larga línea con aquellos paisajes tropicales viajaba cual rastafari venerando y fumando como Bob Marley, sin hacer mal a nadie, o cuando estuvo en la ex hacienda del Lencero, en Xalapa, Veracruz, chico, que había sido la casa de campo de Antonio López de Santana, que lujos: colchas de Bélgica, cristales, candilejas del viejo continente, tapetes persas, lago con cisnes, y hasta nicas de oro y plata eso si que era la gran vida. Hospedado en el Hotel México de aquella hermosa ciudad, se había dado un churro para llegar a tono a la academia de policía que tenía como sede la casa de campiña del ex dictador y traidor a la patria, el general a cargo se le quedo mirando su facha y sus ojos rojos, pero iba a instalar una biblioteca a sus subalternos, que era su trabajo de sobrevivencia del Barrancas y se la perdono. Era un tiempo que denominaba la era del vacío, en el que la soledad lo perseguía, y el se solazaba como un caballo corriendo la pradera buscando una yegua que cuando aparecía era más veloz y se quedaba como el caballo de la sabana, triste y cansado. O cuando llego aquel pueblo olvidado de Dios, en la sierra poblana, con caminos los clásicos de terracería, la pobreza impertérrita, el sol a plomo, puros huizaches y maleza por vegetación y se bajo de la camioneta de redilas, un espectro descamisado, desdentado y furioso lo recibió amagándolo con un filetero marca estate quieto, ¿de donde vienes y que haces aquí fuereño jijo del don Porfirio Díaz? Casi se mea. -No pues yo nomás vengo a …La providencia lo rescato en la persona de un paisano que se llevo al matafuereños, se apersono con don Perpetuo y cumplió la jornada después, tuvo que albergarse en la cárcel del pueblo, porque no había ni casa de huéspedes y no era bienvenido, la mula no era arisca pero setenta años de cacicazgos hacían más desconfiado al más recio.
Lo peor vendría al otro día, cuando ya de vuelta a casa en otro camión cargado de mercancía tenia que regresar montado al igual que más de una decena de viajeros para la cabecera, el automotor no aguanto la pesada carga y del lado donde iba el melancólico Barrancas se deprendió la llanta trasera, quedando al borde del abismo y sin mediar palabra alguna, los pobladores encaminaron hacia abajo por la brecha, y las veredas, en medio de la noche cintilante que desparramaba las estrellas, como nunca las había visto el Barrancas que se quedo estupefacto, alzando la mano para tocarlas, fumándose el último parque, cuando el aullido de un coyote y el siseo de los seres nocturnos lo pusieron más en alerta, cuando se dio cuenta sus improvisados guías se adelantaban rápidamente, cual huarache veloz, cual sombras en la noche, y apretó el paso cargando su maleta y su miedo a quedarse perdido en aquella inmensidad desconocida, las horas pasaron y empezó a clarear la mañana perfilándose el pueblo a lo lejos, el Barrancas, sofocado pensó que la había librado pero no sabia lo que le esperaba, pero esa es otra historia.