Recuerdo una reunión con Marcelo Ebrard Casaubon en la secretaría de Salud de la ciudad de México.
Fue en las oficinas de la Nápoles.
Era domingo por la tarde.
No tengo la fecha exacta, pero debió ser abril de 2009.
Se convocó a los directores de medios de comunicación.
Los casos de influenza H1N1 o gripe porcina estaban en su punto más alto en México -y en el mundo- y ya se habían tomado medidas extremas.
Pero las noticias en la reunión fueron más alarmantes de lo esperado.
Ebrard Casaubon, jefe de gobierno capitalino, consternado, dijo, recuerdo, que la situación era realmente crítica, una emergencia.
Y pidió apoyo, que se manejara la información con objetividad y sin alarmar, porque la gente estaba aterrorizada, y que se difundieran las medidas de prevención.
Del 22 de abril al 7 de mayo México y, principalmente, el Distrito Federal, hoy CDMX, se murieron.
Felipe Calderón Hinojosa, presidente en turno, decidió parar al país. La decisión fue de menos a más, hasta que no hubo clases, los restaurantes y centros de reunión masiva debieron cerrar y las oficinas públicas hicieron una pausa.
Se impidió la llegada de cruceros.
Las pérdidas económicas fueron mayúsculas.
Calderón Hinojosa calculaba que sería de entre 0.3 y 0.5 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), pero las calificadoras como Moody’s, Fitch Ratings y Standard and Poor’s advirtieron que se bajaría un punto hasta 5.5 por ciento.
La enfermedad no cedía y el uso de cubrebocas se convirtió en algo común.
Ir al súper se convirtió en un desafío.
En las casas, las familias designaban a uno de sus integrantes para salir y enfrentar la aventura de la que podría ya no volver con bien.
Como escena de The Walking Dead.
Sin exagerar.
En los centros de trabajo todo el mundo traía tapabocas.
Gel antibacterial a la entrada del edificio.
Cero besos, cero abrazos, cero saludo de mano.
Del 22 de abril al 7 de mayo, la emergencia causó miedo, terror, pánico, sicosis, pérdidas multimillonarias y 30 muertos, oficialmente, y el gobierno tuvo que dar apoyos, como condonaciones fiscales por casi 19 mil millones de pesos para que los negocios compensaran sus pérdidas.
Hubo escasez de Oseltamivir, el único remedio que se conocía entonces, en las farmacias y en el sector salud, pero se solucionó.
El paciente cero fue un niño de Veracruz, contagiado por un cerdo.
Hoy, México ha sido alcanzado por el coronavirus o CONAVID-19.
Y lo hace en el momento en que el sector salud vive una crisis y una metamorfosis dolorosa y complicada, con escasez de medicamentos para el cáncer, para el VIH y para toda clase de padecimientos de primer nivel.
El Seguro Popular desapareció y pasó a ser el Insabi (Instituto de Salud para el Bienestar), lo que ha generado infinidad de reclamos, de enfrentamientos, de marchas, de malestar y de injusticias.
Andrés Manuel López Obrador ha dicho que el coronavirus no es para tanto. Ayer, de hecho, aseguró que no es fatal, que no es comparable con el AH1N1 y pidió a los medios, como suele hacerlo, no ser amarillistas.
-Quiero que se explique con precisión sobre la gravedad del coronavirus. Porque no es, según la información que se tiene, algo terrible, fatal. Ni siquiera es equivalente a la influenza.
Decirle a la gente: serenos, tranquilos, tenemos capacidad, estamos preparados para enfrentar esta situación de coronavirus.
Es evidente que la estrategia de Andrés Manuel es, en primer lugar, combatir la sicosis, evitarla, porque existe.
Ayer mismo ya comenzaban a escasear los cubrebocas en las farmacias y en los centros comerciales y las compras de pánico.
La conferencia nocturna que se dará diario, a partir de ayer, y que encabeza el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, fue en ese sentido: matizar la gravedad del caso.
Hay tres casos, todos venidos de fuera –como si eso fuese garantía de no contagio-, otro en Italia –allá estuvieron en Bérgamo, no es una emergencia nacional, por ahora, y no se cerrarán ni comercios ni centros de reunión masiva ni carreteras ni, mucho menos, se paralizará al país, porque, dice, de cualquier forma no sirve para contener el contagio.
Ojalá tengan razón, porque como está el país, con crecimiento negativo, con desempleo creciente, con Petróleos Mexicanos (Pemex) perdiendo el doble en 2019 de lo que perdió en 2018 y con baja de inversión pública y privada, un error de estrategia sería un golpe muy grave.
Entonces, existía el Oseltamivir como remedio para la H1N1. Hoy, no sólo en México, sino en todo el mundo, no hay remedio. No hay vacuna.
Vámonos:
John Ackerman dijo que es momento de que regrese la pluralidad al INE.
¿Y él la representa? Es operador de Morena.
Sí, el INE, las Cámaras, las candidaturas y las instituciones se han repartido como botín siempre y hoy volverá suceder -deben nombrarse cuatro nuevos consejeros-, pero la crítica no sólo es por eso, sino porque, recuérdenlo señores, dijeron ser distintos.
Y, hasta ahora, son iguales.
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