Los balazos rompieron el silencio de la noche en el barrio de la Ciudad Amurallada, que despertaron a los dormilones del Rambler deportivo azul, a unos cuantos metros unas sombras bolseaban al desgraciado que se les atravesó aquella madrugada, la noche la iluminaban las lámparas de luz ámbar de la Plaza Wichita, ¡y eso es para que aprenda a respetar! fue lo alcanzaron escuchar y se agazaparon.
¿Qué paso Barranquitas, que pex esos vatos enfriaron a uno? Pregunto al oído la Josefa a Juan Barrancas al tiempo que lo abrazaba con fuerza que ya le quitaba la respiración. –Sssshheee nada, nada aguanta, deja que se vayan y nos arrancamos. Un vientecillo empezó a soplar y la muerte empezo a rondar el espacio, la zozobra, la incertidumbre invadió la nave rodante intergaláctica aparcada por la gran pirámide levantada a Quetzalcóatl, la emplumada serpiente, los minutos se hiceron una eternidad en lo que se alejaban las sombras bien campechanas como si nada.
Ya ponte en marcha arráncate, demandó el Barrancas a la Josefa que estaba al volante, cuando las sirenas y las torretas, se acercaban al lugar de los plomazos y donde estaban los sapos borrachos cantando a la luna después de una tormenta que culebreaba que daba miedo y los pasajeros de la vida loca seguían la aventura de la noche.
Date vuelta a la izquierda y vete despacito, apaga las luces vámonos relax, no hay falla, el que nada debe nada teme. Bordeando callejuelas en pura primera llegaron al puente de Santiaguito, cuando ya iban a cruzar, escucharon un mugido que metieron el freno de mano, ahí en la madrugada pasaron unas clarabellas seguidas de unos cebús, y detrás el vaquero que iba zigzagueado haciendo zetas perfectas de la guarapeta que se había puesto, apenas regresaba de pastar al ganado. No manches se le hizo tarde a Don Gilberto, se lo va chingar Doña Meche, jajaja, soltó la carcajada el Barrancas, mientras la Josefa hacia cara de what´s. Con ese viejo iba a comprar la leche en su establo que estaba en San José de la escalera, empezo a charlar con la cafre al volante, mientras pasaba el hato que se desapareció en la oscuridad del río. ¿De donde salieron esas vacas Juan? Parecen animas en pena y ese vaquero, ¡miraste sus ojos, hasta me dieron escalofríos, en que barrio andamos grandísimo bocazas!
El susto ya me medio hambre, dijo la cuatita que no le costaba trabajo emular al David Silva de la película de la época de oro del cine mexicano “Esquina bajan”. ¡Ayayay cual hambre si manejas para ganar la carrera al tren! ¿cuál frío mi Josefa? Aquí está su abrigo para que no padezca de insomnio.– Pero yo dije hambre no frío, no seas zopenco. Tstss, siempre pierdo contigo, vamos al mercado de la Mugreso Nacional, síguete derecho que ya también me dio la jaira, las emociones fuertes me abren el apetito le dijo a la piloto espacial, mientras acercaba su trompa para que ¡plopp! el cachete y la cabeza del Barrancas se zangolotearon que casi la desprende.
Pasaron la iglesia de Santiago Atepetlac, que era iluminada por una azulada y ambarina luz y arriba del atrio revoloteaban unos querubines, que lo dejaron con el ojo cuadrado, para que luego al pasar por el panteón que estaba casi junto y la espesa niebla cubría la calle, se sintieron amenazados por las luces flameantes que circundaran sobre un haz de fuego, por lo que le metieron fierro al acelerador, ¡dale a la izquierda rápido!
Ya a unas calles para su sorpresa estaba el Toquin, la música alegre y guapachosa sonaba casi rompiendo el tímpano, se bajaron del Rambler, el Barrancas para asegurar la nave abrió el cofre y desenchufó la bobina, el ritmo contagiaba los corazones, el tibiritabara hacia mover las de caminar, la rumba movía a decenas de parejas que se daban gusto moviendo el tiramaíz y el esqueleto, y vuelta para acá y otra para allá mientras en un círculo que hacían otros que se empinaban las botellas como insolados del desierto y el humo como chimenea con olor a petate se difuminaba mientras la orquesta y un cantante bien prendido cantaba: “La calle es una selva de cemento/ Y de fieras salvajes cómo no/ Ya no hay quien salga loco de contento/ Donde quiera te espera te espera lo peor/ Donde quiera es espera lo peor/Juanito Alimaña con mucha maña /Llega al mostrador/ Saca su cuchillo sin preocupación/ Dice que le entreguen la registradora/ Saca las billetes saca un pistolón, pum, pum/Sale como el viento/ En su disparada/ Y aunque ya lo vieron /Nadie ha visto nada Juanito Alimaña va’la fechoría/ La gente le teme/ Porque es de cuidado/Pa’ meterle mano/ Hay que ser un bravo/ Si lo meten preso/ Sale al otro día /Porque un primo suyo/ Está en la policía…. casi para terminar la rola el cantante que era idéntico al portorriqueño Héctor Lavoe se dirigió hacia donde Barrancas y la Josefa que ensayaban unos pasitos callejeros, pero esa es otra historia…