CIUDAD DE MÉXICO, Méx.- Gabriel Vargas Bernal (Tulancingo, Hidalgo, 5 de febrero 1915 – Ciudad de México, 25 de mayo 2010), rebasó los límites de la gráfica y se convirtió en un cronista de la vida de los barrios de la Ciudad de México, con su historieta La familia Burrón, una de las referencias más importantes de la cultura popular.
El Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Tradiciones Populares en 2003, tenía como herramientas a la caricatura, la historieta, el lenguaje popular, el humor y la agudeza para retratar a la sociedad mexicana durante gran parte del siglo XX. Describió, analizó, y descifró pensamientos y actitudes de una sociedad que salía de una revolución y que entraba a una historia moderna e industrializada. Este miércoles 25 de mayo se cumplen seis años de su deceso.
A partir de los años treinta, generaciones de mexicanos disfrutaron de las aventuras y desventuras de una gran variedad de personajes inspirados en familias que nacieron y crecieron en la capital de la República Mexicana.
Desde muy joven, quien fue Premio Nacional de Periodismo de México en Caricatura en 1983, tuvo muy clara la vocación que definiría su vida, a pesar de que su madre Josefina Bernal se oponía a que fuera “pintamonos”. De niño dibujaba a escondidas, inspirándose en la vida de las calles del Centro Histórico de la Ciudad de México, a la que llegó en 1922 cuando tenía siete años, con su madre y 11 hermanos.
A los 13 años ingresó al diario Excélsior como dibujante, ilustrando algunos de los suplementos; en 1932, Gabriel Vargas se inició en el periodismo gráfico como ayudante de Ernesto García Cabral, uno de los más conocidos caricaturistas de la época. Como historietista colaboró en la revista Chamaco de Ignacio Herrerías.
En 1942 Vargas ganó un concurso para colaborar con la revista Pepín, de José García Valseca, ahí inició una de sus series más importantes: Los Súper-Locos, cuyo personaje principal era un tipo abusivo, tramposo y vividor, aunque simpático, llamado Don Jilemón Metralla y Bomba. Esta serie la realizó por seis años sin interrupción.
Pero su máxima historia sería La familia Burrón, la cual nació en 1948 y se publicó por más de 60 años, representando la vida urbana de México, finalizando su publicación con el número 1616, el 26 de agosto de 2009.
Ahí, Gabriel Vargas hizo un retrato fiel de la vida urbana de México a través de sus más de 50 personajes, siendo los principales doña Borola Tacuche y su esposo, el peluquero Regino Burrón. Recreó en sus personajes a los tipos mexicanos rurales o urbanos típicos: campesinos, caciques, funcionarios, merolicos, rateros, niños, etcétera.
Asimismo ofreció una serie de expresiones como: los ladrones son ‘amigos de lo ajeno’ y la comida, ‘la hora de mover bigote’, y otras como: ‘está de rechupete’, ‘está bien chipocludo’, ‘pégale en los oclayos’, ‘vete de volada a comprar las tortillas’, ‘mira nomás qué cuchitril’ y ‘estuvo a todo mecate’, entre muchas otras.
En esta serie de La familia Burrón, se destaca un fuerte compromiso hacia los dramas y contradicciones de la sociedad: la pobreza, la crisis económica, la desigualdad, el abuso, la injusticia y la violencia.
El considerado mejor cronista gráfico del siglo XX, fue autor de otras series de historietas que plasmaban la cultura popular de México, entre éstas El Caballero Rojo, Frank Piernas Muertas, La vida de Pancho Villa, Virola y Piolita.
Varguitas, como fue conocido en el medio editorial, además de el diario Excélsior, colaboró en Novedades, El Sol de México, así como en los suplementos de los diarios y revistas de Editorial Panamericana. Posteriormente, en 1978 fundó de manera independiente la editorial G y G.
Otros de los reconocimientos de Gabriel Vargas Bernal fue el otorgado en 2007 por parte del gobierno de la Ciudad de México, nombrándolo Ciudadano Distinguido. Ese mismo año, el Museo del Estanquillo Colecciones Carlos Monsiváis le brindó un homenaje con una magna exposición.
Decía en vida: “La risa es la válvula de escape natural hasta para las cosas que nos hacen sufrir; la risa es salud. Mi sueño ha sido hacer reír a toda la gente hasta a la que vive muy mal y sufre cosas terribles: hambre, soledad, desamparo, ignorancia. Pienso en ellos y cuando dibujo algo gracioso es porque deseo que tengan alguna dicha, por mínima que sea, en su vida. Mi filosofía es que aún en medio de la más terrible pobreza se puede encontrar un motivo de apego a la vida”.