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Kid Moreira
El Peje
Por Alberto Montoya
¡Quién lo iba a decir! Hemos vivido engañados cuatro años: resulta que la guerra contra el narcotráfico jamás ha sido guerra, porque así lo confirmó el presidente Felipe Calderón el miércoles pasado, pese a los 34 mi 672 muertos, más los acumulados desde el 1 de enero.
En el marco de los llamados Diálogos por la seguridad, el miércoles 12, el presidente refutó a Miguel Treviño Hoyos, director del Consejo Cívico e Institucional de Nuevo León, quien le criticó por haber asumido el término guerra y no dar resultados.
“Señor presidente, si ya eligió usted el concepto de guerra para definir lo que estamos viviendo, no puedo imaginar tarea más importante para el comandante supremo que asegurar la unidad de propósitos y la coordinación de todas las instancias públicas que participan en ella.
“Por las condiciones internacionales, el fenómeno que vivimos, el poder del Estado no puede radicar en el acopio de armas y recursos bélicos. Nunca como hoy, el poder del Estado tiene que radicar en la evidente superioridad moral de sus medios y fines, y en la posibilidad de organizarse en los tres niveles de gobierno para que cada uno no jale por su lado.”
Calderón, en tono molesto, reviró: “Yo no he usado y sí le puedo invitar a que, incluso, revise todas mis expresiones públicas y privadas. Usted dice: ‘Usted ya eligió el concepto de guerra’. No. Yo no lo elegí. Yo he usado permanentemente el término lucha contra el crimen organizado y lucha por la seguridad pública y lo seguiré usando y haciendo. Pero independientemente del tema denominacional – ¿existe esa palabra?, según la Real Academia de la Lengua, no- que se quiera dar, coincido con usted, la legitimidad del gobierno radica en la medida en que actúe conforme a la ley”. ¿Lo ve usted? México está en una guerra que no es guerra y que es lucha anticrimen o como usted quiera llamarle. Es como la devaluación del peso que ya no es devaluación, sino “deliz”.
Es verdad que ya algunos miembros o ex miembros del gabinete de Calderón habían cambiado el discurso y habían dejado de llamarle guerra a cambio de lucha contra el crimen organizado, pero el presidente jamás lo había negado así tan vehementemente.
Pero eso no es todo. El presidente Calderón muestra poca memoria, porque desde que asumió el mando el 1 de diciembre de 2006 aseguró que se “ganaría la guerra” a la delincuencia y al crimen organizado y ordenó el operativo militar en Michoacán, su tierra natal.
¿A la baja?
Y por si fuera poco, el señor Alejandro Poiré, vocero de Seguridad del gobierno federal, dio cifras escalofriantes y dignas de, precisamente, una guerra, aunque, ¡albricias!, van a la baja.
Veamos: en cuatro años de gobierno han muerto 34 mil 612 personas en la lucha contra el crimen organizado, y 2010 fue el año más violento hasta ahora con ¡15 mil 273!
Pero, ¡ah!, Poiré reforzó el discurso que asegura la tendencia va a la baja. Echemos un vistazo a lo que dijo:
“A partir de esta base de datos, entre los principales hallazgos, destaca que a partir de 2010, en el año de 2010, como ya se ha dicho, se registró la mayor cantidad de homicidios, que en el tercer trimestre de este año, el ritmo se estabilizó y al final hubo un decrecimiento que, sin convertirse aún en una tendencia permanente, es por sí solo notable. “En el año de 2010 se registraron un total de 15 mil 273 homicidios, presuntamente vinculados con la delincuencia organizada”, remató en la misma presentación.
Habrá que decirle al señor Poiré que la tendencia, ciertamente –parafraseando a un clásico- mostró una baja en el cierre de 2010, pero el arranque de 2011 no es muy halagüeño que digamos.
Quince decapitados en Acapulco el sábado 8 en un fin de semana que arrojó 32 ejecutados en Guerrero, la mayoría en el puerto, no es cualquier cosa. Y por si fuera poco, los treinta del jueves y los que se sumaron a lo largo de la semana. Y para rematar, los tres alcaldes ejecutados en apenas trece días de enero.
¿Acaso eso es una tendencia a la baja? ¿Acaso significa que vamos ganando?
El Kid Moreira
El gobernador de Coahuila con licencia, Humberto Moreira, se la ha pasado tirando golpes al que se mueva, cual boxeador ávido de triunfo y de reflectores en espera de la estelar, por lo que ya comienzan a llamarle por ahí el Kid Moreira.
Sus asesores deberían recomendarle que dosifique el discurso, porque, de lo contrario, allá por marzo, cuando ya sea el mero mero de los priístas oficialmente, ¿qué va a decir o a quién le va a pegar si ya quemó todos sus cartuchos o ya se vació –para continuar en los términos boxísticos- en una semana?
¡Y vaya que se la pasó tirando jabs y ganchos a sus oponentes! Se enfrentó con Lujambio y con Lozano, a los que llamó gabinete nini y hasta montoneros. Lozano, secretario del Trabajo y ex priísta, no contestó, pero Lujambio se subió al ring y también soltó uno que otro derechazo.
Moreira está en lo suyo, calentando la plaza –como dicen los malosos-, causando polémica y haciéndose el gracioso –como eso de “ya me los bailé”-, y hasta ahora le ha salido, pero, insisto, ¿le alcanzará?
Y aquello de “el nuevo PRI” también está por verse.
Basta observar los eventos de Moreira desde que se lanzó por la dirigencia nacional tricolor para concluir si el gobernador con licencia de Coahuila representa al que ha llamado la caballada priísta el nuevo PRI.
Su discurso del sábado pasado, cuando recibió la constancia como dirigente nacional electo del tricolor, fue de saludos y agradecimiento a todos. Haga usted de cuenta que estábamos escuchando un discurso de la década del ochenta: los mismos términos, los mismos adjetivos, las mismas adulaciones.
El Peje no podía quedarse fuera
Colmilludo como es, Andrés Manuel López Obrador se subió también al cuadrilátero –no olvidemos que estamos haciendo el símil con el box-, y lanzó un buen izquierdazo –literalmente- al asegurar en su Gira por la Lealtad en el Estado de México, que Moreira carece de moral porque pretende dejar a su hermano, Rubén, como gobernador de Coahuila, así como el mandatario de Nayarit, Ney González, que busca heredar el cargo a su cuñado, y, por supuesto, a Felipe Calderón, por impulsar a su hermana en Michoacán.
Al tabasqueño se le olvidó cómo ha impulsado igualmente a sus familiares, tal es el caso de su hermano José Ramiro para que fuera alcalde de Macuspana, su pueblo natal, y también cómo éste resultó hasta acusado de malversar 50 millones de pesos y endeudar al ayuntamiento con Banobras.