Revictimizar y no asumir su responsabilidad en las masacres, ejecuciones y toda clase de violencia es la constante de Andrés Manuel López Obrador.
No le importa la seguridad, no le importa acabar con la integridad de los ciudadanos, de los jóvenes y viejos por igual.
Las drogas, el consumo y el tráfico de éstas son, nuevamente, sin prueba alguna, sin examen toxicológico a los cuerpos, la causa de la masacre de once jóvenes en Salvatierra, Guanajuato, durante una posada el fin de semana en la ex Hacienda San Miguel del Carmen.
Esa violencia que se heredó de los malditos conservadores, neoliberales, del gobierno de Felipe Calderón, su villano favorito.
El fiscal de Guanajuato Carlos Zamarripa Aguirre es el culpable, según el ocupante de Palacio Nacional, pero no su fallido gobierno ni su ridícula estrategia abrazos, no balazos.
Según el tabasqueño, el fiscal tiene una “fuerza política descomunal”, que lo ha mantenido por más de una década al frente de la seguridad del estado con mayor número de masacres en el país. “Tiene mucha protección, como si él fuese el gobernador”, dijo.
López Obrador calificó de atroz el crimen, pero no acepta, ni por error, que su gobierno ha evadido su responsabilidad con los gobernados y los ha dejado a la deriva.
Como en el caso de los cinco estudiantes de medicina asesinados en Celaya, igualmente Guanajuato, el tabasqueño, insensible, injusto e irresponsable dice que hay varias líneas de investigación, que no se puede adelantar nada pero que las drogas, por supuesto, es una de ellas.
“Es de que en Guanajuato, en una zona, no en todo el estado, el consumo de drogas se ha disparado”, dijo en su stand up de Palacio Nacional.
Mientras, el país se le escapa de las manos.
COMO EN SALVÁRCAR
Lo peor para Andrés Manuel, sin duda, es que lo persigue el karma.
Sobre su gobierno, fallido en materia de seguridad como en muchas otras aéreas, pesa la losa, la comparación y la crítica de que es igual a Felipe Calderón Hinojosa.
Y vaya que lo es.
Cuando menos en materia de seguridad.
Esas muertes de jóvenes no son exclusivas de este gobierno.
El 31 de enero de 2010, su peor pesadilla fue increpado por Luz María Dávila, la madre de dos jóvenes ejecutados junto a quince muchachos en Villas de Salvárcar, Ciudad Juárez, cuando llevaba cuatro años en el gobierno y fue exhibido por una madre desesperada por la muerte de dos de sus hijos.
-¡No, no, discúlpeme señor presidente!
Yo no le puedo decir bienvenido, porque para mí no lo es.
Nadie lo es, porque aquí son más de dos años que se están cometiendo asesinatos, se están cometiendo muchas cosas y nadie hace nada.
Y yo quiero que se haga justicia y no nada más para mis dos hijos, sino para todos los niños.
Yo no puedo darle la mano y decirle bienvenido, porque para mí no es bienvenido.
Yo quiero que esto se haga bien, que Juárez sea el de antes, porque Juárez está de luto .
No es justo, porque mis muchachitos estaban en una fiesta.
Ahora, quiero que usted se retracte de lo que dijo: que eran pandilleros.
Mentira.
Uno de mis hijos estaba en la UACH (Universidad Autónoma de Chihuahua) y el otro estaba en la prepa.
No tenían tiempo para andar en la calle y no es justo que digan que eran pandilleros.
Estudiaban y trabajaban.
Le apuesto que si a usted le hubieran matado a un hijo, usted debajo de las piedras hubiera buscado al asesino.
Pero como yo no tengo los recursos, yo no los puedo buscar, ¿sí?
Siempre dice lo mismo, señor presidente.
En mi casa están tendidos ahorita, estamos en el novenario.
¡Póngase en mi lugar, eran mis únicos hijos!
¿Y ustedes, señores no dicen nada?, dijo volteando a ver a los clásicos aplaudidores, sentados en primera fila, listos para aplaudir.
-¡Ah, pero qué bien le aplauden al presidente por que vino!
-¡Arrastrados!
Y se acabó.
López Obrador ya lo vivió con los padres de los normalistas desaparecidos y secuestrados.
Ni así entiende.
DESAPARECEN A LOS DESAPARECIDOS
El gobierno de López Obrador no conoce la vergüenza.
Cínicos y como no les conviene reconocer el número de desaparecidos, lo redujeron de un plumazo o por decreto de 110 mil a 12 mil.
Así como lo leyó.
Vámonos: Guadalupe Taddei, presidenta del Instituto Nacional Electoral (INE), acabó con el cuadro, literal, desde que llegó en sustitución de Lorenzo Córdova Vianelo.
Ayer se conoció la renuncia de tres funcionarios, incluidos los que encabezan las áreas donde se emiten los resultados preliminares y los finales.
Ahí la lleva la inexperta funcionaria, que es 90 por ciento lealtad y 10 por ciento eficiente.
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