Neochichimecas
Estaba el Tenoch desesperado dando vueltas a la pirámide de Tenayucan, buscando a su destino porque se le había perdido su ojo de venado y aunque no lo quieran creer era bien supersticioso, nadie podría creerlo, aquel guerrero que había librado cientos de batallas se sintiera indefenso sin su amuleto de la buena suerte. Era un recuerdo que le había regalado su santa madre desde pequeño. Había estado la noche anterior como sonámbulo por el barrio de la ciudad amurallada, mirando las estrellas en la madrugada, extasiado por la oscuridad de la bóveda celeste que se iluminaba, con el sereno de por medio apostado en aquel observatorio lunar de los antepasados, enlelado maravillado con los cuerpos celestes, sin que lo molestaran los naguales, ni los espíritus chocarreros ni los malandros de la noche… ya estaba extenuado de revisar palmo a palmo, ahora la superficie terrenal, en busca de su ojo de venado, cantando aquella jaguaresca rola de “…
perdí mi ojo de venado, nadie me va proteger…” y se quedo sentado a un lado del Gran jefe Wichita, cuando escucho una voz: “No temas los maleficios, tu armadura esta forjada por el espíritu de la vida, no tienes nada que temer, busca la verdad siempre, la verdad siempre emergerá y te hará libre”. Sorprendido por la voz que escuchara en su interior, quedo patidifuso y cuando alzo la vista al cielo de la mañana soleada una luz fue a plantarse en medio de la frente, enmedio de las cejas como un tercer ojo, que lo hizo irse hacia atrás, dándose un changazo, ¡ay ojón que cabreras pasa! ¿On toy quien soy? Al incorporarse estaba ahí el ojo de venado destellando energía y ya regreso a su cuerpo, ese golpe de la tatema sí que estuvo rudo, pero gracias San Nabor y San Lucas Matoni santos de los desposeídos y de su devoción exclamó ¡gracias por regresarme este pedazo de mi corazón! Ya se que soy el gran Tenoch y tengo que seguir caminando en este camino de la vida y del amor… ya repuesto iba canturreando rumbo al barrio de Acatitlán cuando que se encuentra al tlacuilo Lorenzo Rafail Garduño, que venia feliz de contento más “callado” que de costumbre, y ahora mi tlacuilo ¿qué le pasa que lo veo tan radiante? A lo que el cronista historiador de la historia local valga la rebusnancia, Le comento mi estimado Tenoch, hijo de la noche veraniega, fíjate mi pluma en una jaula de papel, que por la gracia de los dioses Quetzalcóatl y Coatlicue que en mi trabajo de indagar la historia de nuestro querido pueblo Tlalnepantla, La Tierra de enmedio, en mi labor con mis colegas de la Asociación Mexicana de Cronistas Municipales A.C. encontramos un papiro documento que podría cambiar la fecha histórica de nuestra fundación como ayuntamiento, un documento que fue encontrado en el Archivo General de la Nación, donde se registra que el 16 de julio de 1820 se llevaron a cabo elecciones parar nombrar al primer ayuntamiento del pueblo de Tlalnepantla, ¡águilas reales del firmamento! repuso el guerrero neochichimeca, o sea que por estas fechas hace un chingo de años se celebro ese magno acontecimiento, Así es mi Tenoch y ahí se relata como se llevo a cabo la elección en el sitio de la parroquia de la cabecera municipal, adonde llegaron los pobladores de las rancherías, pueblos y haciendas donde participaron como protagonistas personajes como Manuel Flores y Pedro Cuauxochitl, por lo que la fecha actual de la erección del 11 de octubre de 1848 podría cambiar, aseveró el tlacuilo, pues habrá que ver ese papiroski para que me sorprendas Lorenzo Rafail, y que otra sorpresa me tienes en tu morral. – Ahh pues a propósito del Bicentenario y Centenario en boga, también encontramos documentos del paradigmático revolucionario Emiliano Zapata, que tienen que ver con nuestro amado terruño, o sea que ¡Zapata vive y la lucha sigue! pero esa es otra historia grito a todo pulmón el Tenoch con su ojo de venado al torso junto a su garrita de ocelote…